VITORIA. Aminetu Haidar es una mujer de paz cuya tranquila voz encierra el grito de un pueblo que se siente abandonado. Solo ante una ocupación que la comunidad internacional ignora « anteponiendo los intereses comerciales a la defensa de los Derechos Humanos ». Frustrado y al borde de la desesperación.
Aún está débil por la huelga de hambre que le puso a las puertas de la muerte por denunciar una « deportación forzosa » con la que Marruecos quería silenciar a este símbolo de la resistencia saharaui con la « culpable » connivencia del Gobierno español. Sin embargo, cubierta con el traje tradicional que empieza a estar proscrito en su propia tierra, el que le señala a los ojos de los marroquíes como « traidora » y « amenaza », saca fuerzas de su flaqueza para intentar hacer visible la situación de un pueblo que ya teme que desemboque en un baño de sangre.
Así se lo trasladó ayer a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, y así lo reiteró al recoger en Lehendakaritza el premio René Cassin de Derechos Humanos. « No dudamos que en el pueblo vasco tenemos un amigo », dijo, agradeciendo a esta tierra la « complicidad » que siempre ha mostrado ante su causa. Sin embargo, su discurso se recrudece al hablar de « los Estados », empezando por el español como antigua metrópoli del único territorio que falta por descolonizar en África. « A qué espera; ¿a que mueran todos los saharauis? Es culpable de no querer resolver este problema. Es una vergüenza para todos los españoles. Lamento hablar así, pero tengo el corazón herido », explica. Y el relato con el que acompaña esta denuncia no deja lugar a la indiferencia.
LA FOTOGRAFÍA DE UN « INFIERNO » Su luz enfoca dos ámbitos que al final son uno solo: el que descubre la « grave situación social » que viven día a día sus compatriotas, y el que detalla cómo Marruecos ignora el derecho internacional negando al Sáhara Occidental el derecho a decidir que recoge toda descolonización. Y ambos sobrecogen hasta despertar la conciencia de un asombro con el que quiere hacer insostenible la interesada pasividad internacional.
El primero describe « 36 años de infierno » forjados a golpe de abusos de poder e indefensión. De juicios con « presunción de culpa » en los que los imputados son insultados, escupidos y golpeados con la connivencia del tribunal y el jaleo de la Policía. De prisiones injustificadas sin causa de condena que hoy encierran a 80 « presos de conciencia », 24 de los cuales se juegan la vida en una huelga de hambre. De secuestros de niños en los colegios para incluso violarlos en cobarde represalia, como incluso sabe por su hijo. « Hasta ahora nuestra lucha ha sido pacífica, pero tememos hasta salir de casa. ¿Hasta cuándo podremos aguantar así sin caer en una guerra civil? », dijo advirtiendo ante la espiral del odio.
El segundo señala la « vergüenza » que le provoca comprobar cómo « los Gobiernos de España y la comunidad internacional anteponen los intereses económicos a los Derechos Humanos ». Cómo « miran hacia otro lado », comercian y callan.
« El tiempo se agota y la paciencia de este pueblo también », concedió Idoia Mendia al entregarle el premio. Por eso ayer, Haidar exigió una implicación internacional, empezando por la del Gobierno español, que se traduzca en la extensión de la misión de la ONU a la protección de los Derechos Humanos en el Sáhara.
Dos patas de una misma « historia negra » escrita con la connivencia de tantos, que Haidar seguirá tratando de lavar con justicia antes de que otros la quieran lavar con sangre.
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