Cuando España se convierte en potencia mundial y sale de la Península, el plan geopolítico de la reina Isabel es la expansión al otro lado del Estrecho de Gibraltar, con la finalidad de recuperar la antigua Hispania Tingitana, el norte de África que ya fue adjudicado por los romanos a la Hispania europea y mantenido por los visigodos. Los portugueses habían reconquistado Ceuta en 1415 y los castellanos Melilla en 1497.
El descubrimiento de las Indias y la herencia borgoñona aportada por los Austrias distrajeron las fuerzas españolas en América y Centroeuropa. En los reinados siguientes África sólo preocupó en tanto en cuanto era la base para los ataques piratas a las costas españolas. La última vez que un monarca ibérico, el rey Sebastián I de Portugal, se planteó una cruzada en el norte de África acabó en un desastre militar y la muerte del soberano. Incluso se olvidó el establecimiento de Santa Cruz de Mar Pequeña, fundado en 1476 en la zona de Tarfaya, frente a las Canarias, hasta que fue ocupado en 1934, por orden del Gobierno de centro-derecha de la II República, en el lugar de Ifni (en las Cortes se opuso a la ocupación el diputado comunista Cayetano Bolívar).
A pesar de que las islas Canarias, a unos cien kilómetros de distancia de África, se habían convertido en un centro de comercio y navegación internacional, la penetración española en el territorio sahariano fue muy lenta. Los únicos que se acercaban a las costas africanas eran los pescadores canarios. La pobreza de la región y la ausencia de ciudades (y por tanto de comercio y de poderes con los que negociar) favorecían su aislamiento. Esa situación cambió con la aplicación del vapor a la navegación y otros inventos, que permitieron a los europeos penetrar en el interior de África.
En el siglo XIX, la pérdida de los virreinatos americanos, el auge del colonialismo europeo y la amenaza de que otras potencias se establecieran en el imperio jerifano y el Sáhara, rodeando así a España por el sur, colocaron África otra vez en el centro de la política exterior española.
Expediciones montadas por iniciativa privada
A la incompetente clase política española del siglo XIX se le planteó la colonización del Sáhara por las circunstancias, no por deseos propios. En 1879 el escocés Donald MacKenzie, en nombre de laNorth West African Company y con respaldo del Gobierno británico, estableció una factoría en Tarfaya, después de negociar con los notables del lugar. El jalifa marroquí se quejó de que ese territorio estaba bajo su soberanía, protesta en la que contó con el apoyo del Gobierno español. El presidente Antonio Cánovas del Castillo aprovechó la ocasión para reclamar la concesión del territorio de Santa Cruz de Mar Pequeña, que aparecía en el art. 8 del tratado de 1860.
A partir de entonces, la sociedad española empezó a comprender la importancia que tiene para ella la costa africana. Pero las siguientes exploraciones de la costa y el interior del Sáhara fueron de iniciativa privada.
La Asociación Española para la Exploración del África y lasPesquerías Canario-Africanas corrieron con la organización y los gastos. Quienes realizaron los primeros contactos con los indígenas en esos años fueron el catalán Joaquín Batell, el alemán Oskar Lenz y el andaluz Cristóbal Benítez. En 1881 la sociedad Pesquerías Canario-Africanas consiguió de la tribu Ulad Delim la cesión de la península de Río de Oro.
El Congreso Español de Geografía Colonial y Mercantil, celebrado en Madrid en 1883, dio origen a la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, que preconizó el establecimiento de factorías permanentes en la costa africana y su protección militar.
La Compañía Mercantil Hispano-Africana relevó a Pesquerías Canario-Africanas en el mantenimiento y construcción de nuevas factorías. La misma compañía envió en octubre de 1884 una expedición mandada por el alférez aragonés Emilio Bonelli Hernando, conocedor de la lengua árabe. El militar estableció casetas en Río de Oro, Angra de Cintra y Cabo Blanco, y luego pactó con la tribu Ulad Bu Sba la cesión del Cabo Blanco.
Esta expedición, que no contaba con financiación pública, permitió a España presentarse en la Conferencia de Berlín (15 de noviembre 1884-26 de febrero de 1885) con argumentos para justificar su reclamación sobre el Sáhara.
El 26 de diciembre de 1884 una real orden, firmada por Alfonso XII, declaró bajo protectorado de España la costa de África comprendida entre los grados 20 (Cabo Blanco) y 27 (Cabo Bojador) de latitud norte y reconoció los esfuerzos del pueblo canario y de la Compañía Mercantil Hispano-Africana para agregar ese territorio a España. Esta norma, publicada por la Gaceta de Madrid, se presentó en Berlín.
Intereses franceses en España
Las relaciones con tribus saharuis prosiguieron en los años siguientes. Gracias a pactos entre los enviados españoles y notables saharauis, los primeros penetraron hasta las salinas de Iyil y Adrar-Temar, hoy en Mauritania. Pero esos pactos no se debatieron en las Cortes ni se publicaron en la Gaceta de Madrid, por lo que no pudieron alegarse ante las potencias.
La extensión de los territorios saharauis puestos bajo soberanía española hasta 1886 por voluntad de los nativos rondó los 700.000 kilómetros cuadrados. La superficie de la provincia del Sáhara incorporada a España era de menos de 270.000. ¿A qué se debió el rechazo a anexionarse semejante territorio?
Se dan varias razones. Que los Gobiernos españoles creían que ya tenían bastantes problemas con Cuba; que la expansión podía haber causado rencillas con los franceses y marroquíes; que sólo se querían proteger las pesquerías canarias… En las últimas décadas del siglo XIX las elites españolas se desentendieron de cualquier adquisición territorial, fuese en África o en Oceanía, pese a los derechos que España tuviera. El principal abandonista fue el progresista y masón Práxedes Mateo Sagasta, presidente del Gobierno entre noviembre de 1885 y julio de 1890, los años cruciales para reafirmar el dominio del Sáhara.
El profesor Javier Morillas (Sáhara Occidental: desarrollo y subdesarrollo) da otra explicación: numerosos políticos españoles tenían intereses en la empresa financiera de capital francésSociedad General de Crédito Mobiliario Español, que habría sido perjudicada en África de haber ocupado Madrid los territorios en los que se había asentado la Compañía Mercantil Hispano-Africana.
La Sociedad General de Crédito Mobiliario Español, fundada en 1856, se dedicaba a cubrir el endémico déficit presupuestario del Estado con la compra de deuda pública del reino de España y la concesión de créditos a empresas públicas. En 1902 los accionistas, tanto españoles como franceses, acordaron disolver la sociedad y constituir una nueva: el Banco Español de Crédito, conocido por su marca comercial, Banesto.
Diferencias entre los saharauis y los palestinos
La real-orden de 1884 reapareció en la historia cuando la adujo el Ministerio de Asuntos Exteriores español ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya en el pleito con Marruecos, para demostrar que las tribus que poblaban el territorio jamás habían rendido vasallaje al jalifa marroquí, tesis a favor de la que se pronunció el TIJ en su dictamen de octubre de 1976. Pero Rabat y el Gobierno español de 1975-1976 vulneraron la legalidad internacional al ocupar el primero el Sáhara, de acuerdo con Mauritania, y los segundos al entregar una provincia española al extranjero y renunciar a cumplir su compromiso de celebrar un referéndum de autodeterminación.
El catedrático Carlos Ruiz Miguel constata que el decreto de 1884 supone una gran diferencia entre los saharauis y los palestinos:
En el momento de la ocupación israelí, como antes en el momento de la ocupación británica, como antes en el momento de la ocupación otomana, no existía un pueblo palestino independiente. Sin embargo, el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó con claridad (y la efemérides del 26 de diciembre de 1884 nos lo recuerda, en el parágrafo 105 de su Opinión Consultiva, entre otros) que en el momento de la ocupación española sí existía una población saharaui políticamente organizada e independiente.
Desde la ocupación romana, Palestina no ha sido nunca territorio independiente. Por ella han pasado diversos conquistadores: bizantinos, árabes (año 636), cruzados europeos (1099-1187), de nuevo árabes, turcos (1516-1916) y británicos (hasta 1948).
Sin embargo, la llamada nación árabe muestra más interés por la liberación de Palestina que por la liberación del Sáhara. En esta última sólo está implicada Argelia. Como paradigma del cinismo, el rey Mohamed VI, que se niega a cumplir las resoluciones de las Naciones Unidas sobre la descolonización del Sáhara Occidental, preside el Comité Jerusalén de la Liga Árabe encargado de los palestinos, como también lo presidió su padre, Hassán II, que ordenó la invasión y la masacre de los saharauis.
Libertad Digital, 03/01/2014
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