OPINIÓN
Una de las utilidades de los principios generales es la de legitimar intereses particulares
Este mes se cumplen cien años del inicio de la Primera Guerra Mundial. Quizás para conmemorarlo, el Parlament de Catalunya debatió el pasado jueves una moción que pedía reconocer el derecho de autodeterminación de los pueblos palestino y kurdo y el derecho de los saharauis a celebrar un referéndum. El derecho de autodeterminación de los pueblos, que hace un siglo solía recibir el nombre de principio de las nacionalidades, fue, en efecto, uno de los protagonistas de aquel conflicto ahora tan recordado. Los nacionalistas serbios de Bosnia lo usaron para justificar el atentado al heredero de la corona imperial que los austriacos utilizaron como pretexto para provocar la guerra con Serbia y el presidente estadounidense Woodrow Wilson lo exprimió como una de las principales armas de propaganda de los aliados.
Una vez acabado el conflicto, los vencedores lo emplearon para justificar la desmembración de uno de los grandes perdedores, el imperio austriaco, y para cambiar, de acuerdo con los que interpretaban que eran sus intereses, algunas fronteras, mientras dejaban intactas otras cuyo desplazamiento les resultaban menos interesante. Tanto Irlanda como Catalunya fueron consideradas un asunto interno de los Estados de que formaban parte, para alegría de Francesc Cambó, que era partidario del ejercicio de la hegemonía catalana en la política española y que veía el principio de las nacionalidades como un principio demagógico que sólo podía generar problemas. Y los irlandeses necesitaron una guerra con la muy civilizada Gran Bretaña para lograr la independencia. Luego el otro gran vencido, Alemania, exigió la aplicación del derecho de autodeterminación para pedir la integración de la Austria alemana en el Estado alemán y el derecho a decidir de las minorías germánicas que habían pasado a vivir dentro de las fronteras de los nuevos Estados o de las ciudades centroeuropeas donde estas minorías eran mayoritarias. El inicio de la Segunda Guerra Mundial no se puede explicar sin tener en cuenta que la política exterior de Hitler buscaba interesadamente su legitimación diplomática en la reivindicación para las minorías alemanas de los nuevos Estados del derecho a la autodeterminación que había patrocinado el presidente Wilson. Una de las utilidades de los principios generales es la de legitimar intereses particulares. Pero los principios tienen una naturaleza caprichosa. Y, una vez que entran en escena y ven reconocida su universalidad, se mueven sin seguir ningún guión y pueden acabar sirviendo intereses contrarios a los de aquellos quienes, como un deus ex machina, los pusieron ante la platea.
El espectáculo del pasado jueves en el Parlament, donde CiU y el PP rechazaron la moción y el PSC y Ciutadans escogieron a la carta los pueblos con derecho a autodeterminarse, puso de manifiesto que las relaciones entre el discurso idealista de los derechos y el mundo realista de los intereses siguen siendo tan turbias ahora como en el periodo de entreguerras.
http://www.caffereggio.net/2014/07/15/los-principios-y-los-intereses-de-josep-maria-ruiz-simon-en-la-vanguardia/
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