Antes de su llegada definitiva a España, Aziza Aaliat, saharaui de origen, vino a pasar dos veranos a Murcia y Valencia, desde su ciudad campamento cerca de Tindouf (Argelia). Lo recuerda como una de las mejores etapas de su vida, cuando sabía que volvería a casa, como cada septiembre. “Gracias a los programas de cooperación con niños saharauis, conocidos como programas para la paz, muchos jóvenes hemos podido disfrutar de una vida diferente en este país”, declara.
Espera a las puertas de su actual universidad para hacer esta entrevista, en el antiguo edificio de la fábrica de Tabacos de Sevilla. Ahora tiene 25 años y una vida completa en España. Coqueta, de grandes ojos negros y muy segura de sí misma, se presenta con un español, casi nativo y bilingüe. Estudia su segunda carrera universitaria, Filología árabe –hace dos que acabó Filología inglesa– y mira al futuro con mucho optimismo sin pensar en fronteras ni dónde terminará. “Haré todo lo que haga falta para buscar un trabajo y colocarme en mi vida con las mejores condiciones. Es lo más importante para mí”, destaca.
Aziza nació en el campamento de Smara, una ciudad de aproximadamente 40.000 habitantes. La cuarta más joven de cinco hermanos, siempre destacó en su casa por ser una niña con gran ventaja para el estudio. “Cuando llegué a España sabía algo de la base del idioma porque en los colegios del Sáhara se da castellano como segunda lengua”, cuenta. Su pueblo fue colonia española hasta 1976. Su madre saharahui, Bagalla, aún conserva el DNI de aquella época. “Mi madre guarda con mucho cariño el carné como ciudadana española”, un derecho que perdió cuando pasó a ser una zona ocupada por Marruecos.
LA ENFERMEDAD QUE LE CAMBIÓ LA VIDA
A sus 10 años, Aziza sufrió de tiroides. La asociación Amigos del Sáhara en Andalucía, a pesar de no cumplir la edad de acogida -tenía 14 años-, la trasladó rápidamente hasta Cádiz para que fuera atendida en un hospital. “El médico me dijo que el tratamiento era largo y que no iba a volver en un tiempo”. Comenzó así su vida en Arcos de la Frontera y tardó casi seis años en poder regresar a ver a los suyos.
En medio de la intensa charla, Aziza sonríe en todo momento. No mira hacia abajo. Es una mujer valiente que no se desagarra al pensar qué hubiera ocurrido si aquella enfermedad de niña, no le hubiera cambiado la vida. “Al principio estuve muy triste y pensaba qué hacía aquí sin los míos. Pronto entendí que era una oportunidad que no podía desaprovechar. Entré en 3º de la ESO y todo fue cambiando poco a poco”.
“No sabía hablar casi español y no me atrevía a decirle nada a la profesora. Me aprendía las cosas de pe a pa”. Intentaba en todo momento apuntar todo lo que le fuera posible para que Mercedes, su hermana mayor de acogida en España, le pudiera explicar mejor todo lo que daba en clase. Día tras día llevaba al colegio el resumen, las tareas, los ejercicios, sin faltar en nada. Quería ser una más sin distinguirse del resto. “Un día, ya desesperada, le expliqué la historia a la maestra. Le dije que mi hermana me hacía los resúmenes porque no entendía muy bien lo que ponía en el libro”. A partir de aquel momento Aziza recibió ayuda de sus profesores, quienes le pasaban todo el material antes de continuar con una nueva lección. Inglés y matemáticas eran sus favoritas. Aziza cuenta con orgullo que levantaba la mano siempre que le hacía falta: “No tenía vergüenza de nada”. Al final de aquel primer curso, sacó varios sobresalientes en las notas de junio y fue una de las mejores de su clase.
La vida de Aziza transcurrió como la de cualquier adolescente española. “Mi familia de acogida me trataba como una más y a pesar de que no era fácil tener claro la situación, era feliz en mi nuevo lugar”, apunta.
LOS PAPELES
Tras su llegada a España en el año 2003, no tenía papeles que acreditaran su situación. “Primero estuve con el pasaporte colectivo que traen todos los niños saharauis cuando vienen a España por un tiempo”, afirma. Meses más tarde, solicitó la documentación en Argelia con trámites de larga duración que obligaban a su hermana Mercedes a hacer inmensas colas en los servicios de extranjería.
“Mis profesores me conocían perfectamente y no ponían el DNI en la matrícula. Sabían que no tenía”. Aziza tuvo su primer gran obstáculo con la llegada a la Selectividad. El régimen de acogida no permitía una adopción, en términos legales, como la joven saharaui necesitaba, para obtener el documento de identidad extranjero (NIE). Gracias a la ayuda de un profesor del centro comenzó una campaña de lucha y sensibilización por medios de comunicación en todos los rincones de Arcos. “Fui a radios, a la televisión local y conseguí que me dejaran hacer mi examen, a pesar de que no tenía los papeles, puse mi DNI colectivo y así logré llegar a la universidad”, señala con un gran orgullo.
La joven saharaui no tuvo su pasaporte en regla hasta los 21 años. Se encontraba estudiando el segundo año de Filología inglesa en la Universidad de Cádiz cuando recibió la noticia. Antes de todo aquello no se olvida de que no tenía derecho a beca dentro de este tipo de régimen especial. “Pensé que llegaría hasta donde pudiera y al final aquí estoy. Cuesta creerlo”. En su pasaporte no renuncia a su familia biológica, que visita cada verano en el Sáhara Occidental. A pocos kilómetros se encuentra su familia de acogida, que la ayuda a salir adelante desde el pueblo gaditano de Arcos de la Frontera.
Actualmente, esta joven filóloga alterna sus horas de clase y estudio con un trabajo eventual en una cafetería de Sevilla. “Entre mis amigos, mi universidad y mis clases se me pasa la vida como una más de aquí”, afirma. Es miembro activo en manifestaciones saharauis a favor de los suyos. Tiene como referencia su cultura y las raíces de un pueblo, en muchas ocasiones, olvidado. Nunca dejará de pensar que aquella gran casualidad le permitió avanzar con otros derechos y libertades, como una mujer independiente en busca de un futuro hacia cualquier parte del mundo.
http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/aziza-la-joven-filologa-saharaui-a-la-que-casi-no-dejan-hacer-selectividad/
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