Hoy, un 11 de septiembre, nos suelen querer meter (y les meten a muchos en la cabeza que se conmemoran los (“auto”) atentados contra las torres gemelas de Nueva York. Un atentado que nunca ha sido comprobado que hayan sido provocados por los disque islamistas que mencionan los aparatos de inteligencia de Estados Unidos. Unos atentados que tienen muchas lagunas para comprender que vinieron de afuera de los propios Estados Unidos.
Unos atentados que son cuestionados una y otra vez por muchas teorías que desmontan las principales argumentaciones oficiales. Argumentaciones que se caen con varios análisis científicos sobre el derrumbamiento de dichas torres y sobre la ilógica de que los pilares de acero de las dos torres (resistentes casi a todo) se derritieran y cayeran como una baraja de naipes. Muchas, pero muchas teorías desmontan toda la base de argumentos del gobierno, para luego apuntar que se trataba de un autoatentado creado como excusa para iniciar una guerra contra países islámicos donde habían recursos petrolíferos y recursos de opio como Iraq y Afganistán. Las excusas eran perfectas para fomentar una guerra donde había que mover toda la maquinaria bélica, y con ello mover la economía en base a la producción, venta y utilización de armamentos. Una industria floreciente e influyente en la política estadounidense desde tiempos inmemoriales, y que se mantiene en la actualidad.
Sin embargo, vale recordar que existe un hecho real, fehaciente, objetivo, comprobado e incuestionable por casi todo el mundo en este planeta. Y es el hecho que un día como hoy, 11 de Septiembre de 1973, el gobierno de Estados Unidos financió, provocó, organizó, y llevó a cabo un plan metódicamente pensado para atestar un golpe de estado a la democracia chilena. Un plan para derrocar y asesinar al presidente democráticamente electo de Chile, Salvador Allende.
En una época en la que primaba el odio contra todo lo que olía a comunismo o socialismo, donde se satanizaban las ideas opuestas al capitalismo / neoliberalismo; todo era valido. Incluso, era valido asesinar gratuitamente e impunemente en nombre de la democracia, en nombre de la libertad, y en nombre de dios. Para los lideres del gobierno de los Estados Unidos, dios estaba con ellos, y por ende podían actuar en consecuencia en la “búsqueda de la libertad y la democracia”. En base a esto se orquesta el golpe de estado contra un país democrático, libre y soberano. Un golpe contra la voluntad de su pueblo expresada en las urnas. Un golpe contra una nación y un pueblo que buscaba su propio camino hacia un modelo económico y social que les diera bienestar y felicidad; a como creo que todos los pueblos del mundo aspiran a tener.
Es bueno recordar que, en contraposición, hoy es un día en el que el gobierno de Estados Unidos, es el artífice, el planificador, y el terrorista, que ataca deliberadamente a un país por diferir de las ideas de su presidente. No olvidemos que ya el gobierno de este país del norte de América, aplicaba las doctrinas de guerra de baja intensidad. Esto suponía la no intervención de tropas estadounidenses, sino el financiamiento, el adiestramiento y la planificación de métodos de desestabilización interna, para que fueran otros lo que ejecutaran el plan que ellos hacían en Washington. Su idea fue trabajar como hormigas para conseguir que el propio ejercito se sublevara contra la constitución, el pueblo y el presidente de Chile. Y ahí daba un golpe con guante blanco. No obstante la historia demuestra que ese guante blanco siempre estuvo manchado de sangre. Era el actor intelectual y cuasi material de los crímenes cometidos.
Es bueno recordar, porque recordar es volver a vivir, es saber quien es quien en la historia y que hay fechas que tienen un significado objetivo sobre determinados hechos y otros hechos que no tienen más que subjetividades y poca base comprobación.
Los latinoamericanos no debemos de perder la memoria, porque desmemorizados caemos en la complicidad, y caemos en la falacia de enfocarnos en unos atentados difusos para desviarnos sobre otros hechos reales acontecidos un mismo 11 de septiembre. Un 11 de septiembre que llenó de luto a los latinoamericanos, porque ningún pueblo soberano y democrático merece ser intervenido y desestabilizado por ningún gobierno de ningún país injerencista, hegemónico, imperialista, soberbio y traidor de la democracia.
Hoy se me es inevitable pensar en que Lationamérica siempre ha sido sometida e intervenida por la política terrorista del gobierno de los Estados Unidos. Un gobierno que ni siquiera es del pueblo, si no de la plutocracia (grandes corporaciones y poder financiero) que gobierna al propio gobierno.
Perder la memoria, es perder el sentido propio, real y objetivo de la historia.
Giovanni Zavala
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