MAYRATA, Ramón: El imperio desierto (Madrid 1992. Mondadori. 356 páginas; Madrid 2008. Editorial Calamar. Sgarit-Biblioteca del Desierto.390 páginas).
El Rapto de Europa (http://revistaelraptodeeuropa.blogspot.com.es/) es una revista literaria que subsiste a pesar de la crisis de lectores de literatura. Sorprende, y gratifica, que aun existan proyectos románticos como éste, que edita Miguel Ángel San José. El número 27 lo dedica a Desiertos y literatura. En él encontramos un artículo de Ramón Mayrata, en el que escribe: La metáfora más rotunda, porque impone a la imagen su presencia, es el espacio mismo. El desierto como la laguna Estigia, la caverna platónica, el jardín del Edén, el monte Arafat o la habitación cerrada de la que hablaba Nietzsche, es uno de los confines metafóricos, esenciales de nuestra cultura, desde donde podemos contemplar la vida y el universo. Para cualquier escritor es importante disponer de una atalaya imaginaria desde donde contemplar el mundo y madurar el asombro ante lo que le rodea. Un lugar desde donde transformar sus visiones interiorizadas en un universo de ficción, sin perder la equidistancia con lo real. No es fácil encontrar esa atalaya desde la cual aprender la continuidad del mundo real y el mundo ficticio, creado por el escritor.
Ramón Mayrata
Es una buena ocasión para releer la novela El imperio desierto del propio Ramón Mayrata. Para mí es la mejor novela que se ha escrito sobre el Sahara Español entre otros motivos porque es más que una simple novela colonial. Ese pequeño universo español en África, la metáfora de que habla el autor, es la muestra de una vida más amplia, de un escenario más completo. Pero tampoco deja de ser una novela colonial por la temática. Original, eso sí, en el modo de contemplarlo. Mayrata nos sitúa en un momento histórico de especial importancia en la historia contemporánea de España 1974-74, época en que coincide la enfermedad y muerte de Franco con la salida de los españoles del Sahara. Ambos episodios se vivieron con y tensión en un ambiente de inquietud pero también de enorme esperanza nacional. Mayrata era entonces un joven que acaba sus estudios y vivía la situación política con intensidad, de una manera muy distinta a la actual. Se vislumbraba el final de una dictadura y la ilusión de un cambio radical. Si a eso sumamos la descolonización –frustrada- de los territorios saharauis, los elementos para una novela parecen atractivos. Pero también tiene algo de crónica de una generación que empezaba a abrirse al mundo laboral, la juventud que no se conformaba con la apretada vida del régimen franquista, que tenía otras miras y había viajado ya por Europa y que deseaba cambiar personal y políticamente.
Fue al Sahara con el antropólogo Javier Ruiz para trabajar en una denominada Comisión hispano-saharaui de estudios históricos y culturales. Su misión consistía en recuperar la tradición y los documentos que apoyaran la postura española del momento favorable a la autodeterminación del territorio. Un resumen de esos trabajos se publicó en 1975 con el título de El Sahara como unidad cultural autóctona. Lo que pasó después es sabido, pero generó una enorme frustración no solo en la población autóctona sino en grandes grupos de españoles, civiles y militares.
En el libro hay mucho de autobiográfico. Se nota en el recuerdo de las vivencias, en el espíritu con el que se afrontaban las cosas y en la mención velada a personajes que fácilmente se descubren quienes eran. El desconocimiento del territorio entre los españoles era casi absoluto. Apenas había estudios serios, salvando a Caro Baroja y poco más, sobre la población saharaui. Y el desierto, como aventura laboral, como perspectiva exterior al cerrado mundo español, se presentaba atractiva para el autor. El desierto sorprende al autor cuando lo contempla por primera vez: Es un paisaje que no parece tener relación con los hombres. Un paisaje obsesivo, sobrecogedor, terrible para contemplarlo frente a frente (página 60); y tiene que sorprender al lector, de eso se encarga el autor mismo. Mayrata recopila vivencias y las enmarca muy bien dentro del momento político. En sus recuerdos esté probablemente el secreto de personajes tan bien definidos y de situaciones tan bien trazadas. Hay una red de situaciones paralelas, de personajes que se superponen y de distintos planos de acción. De tal manera que, aunque no se conociera en profundidad la realidad de aquel momento, la novela engancha al lector por su originalidad, su ritmo y su desarrollo.
El Aaiún
La contraportada nos dice: …El imperio desierto no da pábulo a ningún costumbrismo, a ninguna digresión que interrumpa el desarrollo vital y mágico de la historia. Sí que hay un costumbrismo, el del modo de viva perdido de saharauis y españoles en El Aaiún. Una de las virtudes de las mejores novelas de ambiente colonial es precisamente ésta. Porque nos muestra la cotidianeidad de las relaciones sociales, los detalles de vida doméstica y familiar y unos comportamientos que no se pueden deducir de los informes oficiales ni de la documentación de los archivos. En este aspecto, la novela cumple de sobra y es otra de sus virtudes. Pero esos detalles se introducen para dar riqueza al relato de los últimos días del Sahara Español. La novela pasa del inicial desconocimiento del protagonista a una paulatina toma de postura a favor de los independentistas saharauis. Y, por tanto, nos va iniciando con muy buena técnica narrativa en los hechos: La actitud marroquí, la política española y –sobre todo- el nacimiento de la conciencia política saharaui; los éxitos iniciales en los tribunales internacionales y el desconcierto y frustración final.
Acuarela de Genaro Huerta
Creo que es una novela imprescindible para los aficionados a la ficción hispanoafricana.
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