Cuando el Polisario buscaba justificar lo injustificable

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Desde los primeros años de la lucha de liberación contra el colonialismo español, los dirigentes del Frente Polisario rechazaron todo tipo de crítica constructiva. Por ello, la represión de sus propios militantes empezó en 1974. Es decir, un año después de la fundación del movimiento de liberación saharaui.

En 1974, un grupo de militantes saharauis empezaron a criticas la actúación de algunos responsables del Polisario. Enseguida fueron apresados en Rabuni. Ahí fueron visitados por el difunto Mahfud Ali Beiba para investigar su caso. Algunos no fueron liberados hasta 1976, otros en 1977 y otros incluso mucho más tarde.
El cerebro del Polisario en aquel entonces, Sidahmed Batal, quiso justificar la represión acusándoles de ser agentes a sueldo del enemigo español y marroquí. De esta manera se dijo que estos militantes pertenecían a un partido ficticio llamado “Partido de Unión de Tekna” porque la mayoría de las víctimas de la represión pertenecían a esa entidad tribal. Era también una manera de afianzar el poder de una entidad tribal sobre las otras que los dirigentes saharauis consideraban poco fiables, sobre todo las tribus cuya mayoría habitaba en el sur de Marruecos, en las regiones de Gulimim y Tantán y a las que el Censo español designaba con la letra “H”.
Decenas de militantes que estaban combatiendo en las líneas del frente o trabajando en los campamentos de refugiados y que pertenecían al grupo “H” fueron apresados en 1977. Los llamaron “Grupo de Gleibat El Fula”. Muchos perecieron en la carcel. 
En el mismo contexto, los militantes que procedían de las ciudades del Sáhara Occidental, Sáhara Español en aquel entonces, eran marginados. El poder y la influencia estaba en manos de los que procedían de Marruecos, grupo al que pertenece la mayoría de los fundadores del Polisario, o de Tindouf, grupo al que pertenece el actual ministro de defensa, Mohamed Lamin Buhali y Jadiya Hamdi, la esposa del presidente Mohamed Abdelaziz. 
El idioma español, aunque figuraba en la consitución saharaui como segundo idioma oficial, perdió importancia y los hispanófonos fueron marginados. A estos últimos se les llamaba “los chiquillos de joder macho” porque utilizaban con mucha frecuencia esta expresión.
Esta política de acusar a los militantes de pertenencia a organizaciones enemigas, es decir “mundassin” o infiltrados, seguirá imponiéndose como método para amordazar a la población y someterla.
(Sigue)

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