Ante el dolor y el sufrimiento por el que están atravesando, tanto Maaluma, como su familia saharaui y las personas que la acogieron aquí siendo una niña, en primer lugar, queremos apoyar -sin ningún género de dudas ni matices- el derecho de Maaluma a viajar donde quiera, a optar por la vida que desee.
Por ello, hemos hecho, hacemos y haremos todas las gestiones que estén a nuestro alcance para conseguir que su libertad no sea coartada por nada ni nadie, mediando ante las Autoridades e Instituciones de la República Saharaui.
No podemos olvidar, en este sentido, que en el Estado Español conviven con nosotros niños y niñas saharauis, jóvenes y adolescentes que, por diferentes motivos, se han quedado aquí después de pasar unos meses con familias solidarias españolas en nuestro programa de asistencia y cooperación “Vacaciones en Paz”. Algunos, muy pocos, tras la estancia estival se quedan arropados por sus familias de acogida por problemas médicos o en el marco de un nuevo programa denominado “Madrasa” (Escuela en castellano), que les permite seguir estudiando y formándose.
En la práctica totalidad de estos casos, los niños y niñas saharauis acogidas temporalmente por familias de nuestro país mantienen una comunicación fluida con sus familias en los campamentos que acogen –también desde hace ya demasiados años- a las familias saharauis refugiadas, y estas niñas y niños viajan regularmente a visitarlas. De esta forma, mantienen un contacto permanente y ordinario con sus familias, con su idioma, con su cultura, y también, con las terribles condiciones impuestas a un pueblo pacífico que lleva 40 años esperando que la Comunidad Internacional, y sobre todo España –responsable legal y político de esta tragedia– impongan una solución a la potencia ocupante.
Una familia saharaui nunca da su hijo o su hija en “adopción“. Esa palabra ni siquiera está en su vocabulario. Con enorme sufrimiento y sacrificio, buscan la “acogida temporal. La madre de Maaluma, la que la ha parido y criado hasta los ocho años, como cualquier otra madre en el mundo, no quiere ni debe perder a su hija para siempre, después de pasar años sin verla. Su madre y sus hermanos, por más duro que pueda parecer, quieren también reencontrarse con ella, reconocerla, recuperar el tiempo que ha estado ausente y, lo que es aún más entendible, disfrutar de un cariño y un amor que nunca han perdido. A las familias saharauis les cuesta lo indecible separarse de sus seres queridos. Durante la acogida, las familias saharauis ven la oportunidad de que sus hijos e hijas puedan formarse y vivir en mejores condiciones en el seno de familias españolas que cuidan de ellos como si fueran sus hijos e hijas.
Por todo ello, conscientes del dolor y sufrimiento –aquí, pero también allí en los campamentos-, tratamos de hacer ver a la madre de Maaluma y a toda su familia, el hecho innegable de que debe prevalecer siempre su libertad y su derecho legítimo a vivir donde ella decida.
Somos personas con dignidad, con decisión y conciencia para luchar por la libertad y la justicia para Maaluma, para el Pueblo Saharaui, y para todas las personas, hombres y mujeres, despojadas de sus derechos en el mundo entero.
¿Pueden decir lo mismo todas esas personas y medios de comunicación que ahora se rompen las vestiduras ante este doloroso caso, pero callan cuando nuestras hermanas y hermanos saharauis son torturados, desaparecen o son condenados a cadena perpetua por el mero hecho de defender pacíficamente su derecho a la autodeterminación?
¿Puede decir lo mismo un Gobierno Español que acaba de posicionarse una vez más en Naciones Unidas a favor del ocupante, amparando de esta forma las desapariciones, los juicios injustos bajo corte militar, los hostigamientos, etc.?
¿Quién puede ahora alzar la voz en defensa de los derechos humanos y la libertad? ¿Los que durante años y años callaron ante la ocupación, las torturas, el despojo, el exilio y el expolio? ¿Los que llenaron sus bocas de declaraciones y promesas incumplidas para un pueblo hermano del que somos directamente responsables?
¿Pueden alzar la voz los mártires saharauis muertos en defensa de sus derechos o los presos que están pudriéndose en las cárceles de un régimen feudal amigo íntimo de la monarquía española y de muchos de los medios que ahora se alzan en libertadores de Maaluma?
¿Han dado esos medios alguna vez la palabra a las decenas y decenas de defensores saharauis de los derechos humanos? ¿Les han preguntado por su libertad, por la democracia, por la justicia? ¿Les han preguntado dónde quieren vivir y con quién? Nosotros y nosotras, desde CEAS Sáhara, sí lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. TODOS LOS DERECHOS PARA TODAS LAS PERSONAS Y LOS PUEBLOS.
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