A los 68 años, y después de 40 liderando el Frente Polisario, ha fallecido Mohamed Abdelaziz. El histórico líder de la causa saharaui criticaba la represión marroquí en las zonas ocupadas y nunca dejó de pedir a Naciones Unidas que garantizase la celebración de un referéndum de autodeterminación.
Ana Camacho, experta en Sahara Occidental, ha elaborado un reportaje que analiza la convulsa situación actual caracterizada por una hostilidad creciente entre Marruecos y Naciones Unidas.
Por Ana Camacho
Marruecos ha decidido mover ficha en el conflicto de Sahara Occidental y lo ha hecho con la expulsión, el pasado marzo, de 84 cascos azules de la ONU. Todos ellos son miembros del contingente civil de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum de Sahara Occidental (MINURSO) que fue creada en 1991 para resolver, por la vía pacífica, el enfrentamiento que comenzó en 1975 con la invasión marroquí de la que entonces era la provincia número 53 de España. Tanto los analistas críticos con la postura marroquí como los que apoyan sus argumentos a favor de la anexión del territorio, coinciden en que la expulsión del personal de la misión ha marcado el peor enfrentamiento que Marruecos ha tenido con la ONU en los 25 años de esta operación de paz. La crisis se desató en marzo durante la visita que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, hizo a los campamentos de refugiados del Frente Polisario, el movimiento de liberación saharaui que desde 1975 se opone a la política de anexión practicada por Marruecos y exige la aplicación del derecho a la autodeterminación que la ONU reconoció al pueblo saharaui en los años 60 del siglo pasado.
Era la primera vez que un secretario general de la ONU visitaba esta comunidad de más de 120.000 refugiados situada en Tinduf, en el sureste de Argelia. Al comentar su experiencia, Ban dijo: “Me entristeció sobremanera ver a tantos refugiados, en especial a los jóvenes que nacieron allí. Los niños que nacieron al principio de esta ocupación tienen ahora 40 o 41 años. Cuarenta años de vida difíciles”. El máximo dirigente de la ONU solo empleó en esa ocasión el término ‘ocupación’ para describir la presencia marroquí en Sahara Occidental, pero fue suficiente para provocar la airada reacción del Gobierno de Marruecos. A través de un comunicado oficial, se acusó al secretario general de haber cometido un “desliz semántico” con el que había faltado a su deber de neutralidad, poniendo en entredicho la credibilidad de la ONU e “hiriendo los sentimientos de todos los marroquíes”.
Usar el término “ocupado” en relación a Sahara Occidental no constituye, como han asegurado en Rabat, una “opinión personal” de Ban Ki-moon. Como confirmó en 2002 el dictamen jurídico de Hans Corell, entonces responsable para asuntos legales de la ONU, pese a que la presencia de Marruecos en Sahara Occidental afecta a la mayor parte del territorio, sigue careciendo de legalidad ya que se limita a ser una administración de facto pero no de iure.
Pese a esta realidad jurídica, sustentada en el dictamen del Tribunal de La Haya de 1975 (que fue contrario a las reivindicaciones marroquíes), poner en entredicho la tesis oficial que asegura que Sahara Occidental es marroquí, constituye uno de los más graves delitos que pueda cometer un ciudadano de este país. Todo el que no coincida con el relato impulsado desde el Gobierno, que asegura que el problema de Sahara Occidental ya está resuelto y que la presencia de la ONU en el territorio es una consecuencia del interés de Argelia en perjudicar a Marruecos, es castigado con duras penas de cárcel. Un ejemplo reciente de ello ha sido el caso del periodista Ali Anouzla, acusado de “atentar contra la seguridad del Estado” y “poner en peligro la integridad de Marruecos”, por utilizar los términos “Sahara ocupado” en una entrevista a un medio alemán.
Hasta ahora, sin embargo, el Gobierno marroquí había compatibilizado esta política interna, denunciada como una muestra de déficit democrático por las principales organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, con una actitud en el exterior que nunca ha puesto abiertamente en entredicho la doctrina de la ONU, que sigue considerando a Sahara Occidental como el único territorio del continente africano que no ha completado su descolonización.
Enfado y nervios
El cambio que supone el enfado marroquí con Ban Ki-moon se suele explicar con la suma de una serie de hechos que han provocado un gran nerviosismo. Por ejemplo, el representante del Frente Polisario en Nueva York, Ahmed Bujari, asegura que la ofensiva marroquí contra el secretario general estaba preparada de antemano, desde que en mayo de 2015 el máximo responsable de la ONU pusiera en marcha un plan de visita a la región con el propósito de reactivar las conversaciones directas entre las dos partes en el conflicto, tras tres años de suspensión por la negativa marroquí a sentarse a la mesa con los representantes saharauis.
En Rabat, explica este diplomático saharaui, había provocado un gran disgusto que Ban quisiese viajar también a los campamentos de refugiados en Argelia y visitar a los cascos azules en las llamadas ‘zonas liberadas’, bajo el control del Frente Polisario. Las maniobras de la diplomacia marroquí lograron retrasar los preparativos del secretario general gracias al apoyo de sus dos grandes aliados en el Consejo de Seguridad: Francia y España, que desde enero de 2015 ocupa uno de los puestos de miembro no permanente. Pero en diciembre, el diplomático surcoreano logró por fin el visto bueno del Consejo de Seguridad. Había decidido llevar a cabo su proyecto pese a que Marruecos le había negado la autorización para visitar la zona ocupada.
A esta derrota diplomática en la ONU, se sumó otro grave revés sufrido con la sentencia del Tribunal Europeo de Justicia, con sede en Luxemburgo, que en diciembre anuló el acuerdo comercial firmado en 2012 entre Bruselas y Rabat por incluir a Sahara Occidental como parte integrante del territorio marroquí. En su fallo, esta institución recuerda “que la soberanía del Reino de Marruecos sobre Sahara Occidental no está reconocida ni por la Unión Europea ni por sus Estados miembros ni, de manera más general, por la ONU”.
Un primer intento de contraataque de la diplomacia marroquí fue su petición ante la ONU del reconocimiento del derecho a la autodeterminación de la Cabilia argelina. Pero sus efectos pasaron desapercibidos ante la escalada de tensión iniciada con la protesta marroquí contra Ban Ki-moon. Con el pretexto del “desliz semántico”, el Gobierno marroquí impulsó el 13 de marzo una protesta en Rabat ante la representación de la ONU en la que, según el Gobierno, participaron más de un millón de personas. Al grito de “Sahara es nuestro”, la multitud coreó consignas contra la ONU y acusó a la organización de haber cedido ante el chantaje de Argelia, principal soporte del Frente Polisario.
Pese a ello, el secretario general no dio su brazo a torcer. A través de su portavoz, Stéphane Dujarric, Ban condenó la manifestación y recordó que la invasión de Sahara Occidental por parte de Marruecos en 1975 no cambió su condición jurídica que, para la ONU, sigue siendo la de un Territorio No Autónomo (pendiente de descolonización) “cuyo estatuto aún está por definir”.
La reacción de Rabat fue anunciar la salida de los 84 miembros de la misión civil de la MINURSO, amenazar con poner fin a su aportación financiera de tres millones de dólares anuales a la misión, así como la retirada de todos los efectivos marroquíes que participan en otras operaciones de paz de la ONU.
El Frente Polisario advirtió de inmediato de que la retirada unilateral de la MINURSO constituye un paso inaceptable al que responderá con una vuelta a las armas. Tampoco acepta el movimiento saharaui una reducción o cambio de funciones en la misión de la ONU como el que resultaría de la permanencia sobre el terreno del contingente exclusivamente militar. De hecho, según han asegurado varios representantes saharauis, ese cambio de contenido de la MINURSO es lo que en realidad persigue Marruecos.
“Lo que busca ahora el rey Mohamed VI es acabar con la ‘R’ de referéndum de la MINURSO”, asegura la nueva delegada del Frente Polisario en España, Jira Bulahi, al asegurar que esa es la auténtica razón de que Marruecos haya cumplido su amenaza de expulsión de los cascos azules solo en el caso del contingente civil. “El personal civil es el responsable de llevar a cabo esa consulta que el rey de Marruecos quiere evitar a toda costa porque sabe que el pueblo saharaui, si puede votar libremente, lo hará en contra de la anexión. En cambio, el contingente militar es el encargado del mantenimiento del alto el fuego que ha permitido a los invasores consolidar la ocupación sin que nadie les moleste”.
La MINURSO y el referéndum
La representante se remite a la página web oficial de la MINURSO, donde todavía hoy se explica que el objetivo de esta misión, integrada por civiles, militares y personal de la policía civil era, “la organización de un referéndum en el que el pueblo de Sahara Occidental elegiría entre la independencia y la integración con Marruecos”.
A cambio de la celebración de esta consulta, el Frente Polisario aceptó renunciar a la lucha armada con la que había seguido hostigando a las Fuerzas Armadas marroquíes, incluso después de la construcción del muro defensivo de más de 2.700 kilómetros con el que Marruecos intentó aislar el territorio que ocupa. Pero, tras haber dado su acuerdo a la propuesta de las Naciones Unidas, la parte marroquí puso en marcha una estrategia de obstrucción a la labor de la ONU que ha sido denunciada por numerosos antiguos altos cargos de la MINURSO, entre ellos el recientemente fallecido embajador estadounidense Frank Ruddy. Con ello fue logrando el sucesivo aplazamiento de la organización de la consulta hasta que, a partir de 2004, el rey Mohamed VI hizo público su tajante rechazo a la celebración de la consulta. La tolerancia de buena parte de los miembros del Consejo de Seguridad con este incumplimiento de los compromisos adquiridos por Rabat al aprobar el Plan de arreglo de la ONU, ha propiciado un creciente descontento entre la población saharaui, especialmente de los jóvenes.
El XIV Congreso del Frente Polisario, celebrado el pasado diciembre para la renovación de sus cargos, fue escenario del auge que van cobrando las voces partidarias del regreso a las armas y que reprochan a la dirección del movimiento haber aceptado una mediación internacional que solo ha beneficiado a los invasores. El hecho de que la MINURSO sea un caso excepcional entre las operaciones de paz que la ONU mantiene actualmente en el mundo –al no tener los cascos azules competencias para vigilar el respeto de los derechos humanos– se ha convertido en uno de los principales motivos de rechazo a la misión. Muchos de estos críticos no ocultan ahora su satisfacción por el paso con el que, desde Marruecos, se ha acabado con el statu quo que el Frente Polisario no se atrevía a modificar.
Situación histórica
Desde el propio entorno del secretario general de la ONU, se ha advertido que la actitud de Marruecos pone en peligro la continuidad de la misión y, con ello, la estabilidad de una región cercada por conflictos. Pero, además, también se ha advertido que la expulsión de los cascos azules de la MINURSO ha creado una situación inédita en la historia de la misiones de paz de Naciones Unidas que podría constituir un grave precedente para otras operaciones en el resto del mundo.
Estas razones han justificado que el Consejo de Seguridad aprobase el 29 de abril la renovación de la misión un año más, con una resolución que “deplora que la capacidad de la MINURSO para cumplir plenamente su mandato haya sido recortada”. El texto de la resolución deja un período de tres meses a Ban Ki-moon para informar al Consejo si considera que la misión debe ser restaurada a su máxima capacidad. Si este no es el caso, el Consejo se propone “examinar la mejor manera de lograr este objetivo”.
La suavidad del lenguaje del texto de la resolución aprobada ha sido considerada por Marruecos como una falta de apoyo a lo que en Rabat se califica como ‘fijación’ de Ban y su entorno con la cuestión de Sahara Occidental.
Desde el propio Frente Polisario se ha calificado de insuficiente la reacción del máximo órgano ejecutivo de la ONU. Sin embargo, las divisiones que impidieron que la resolución fuese aprobada por unanimidad –como suele ser costumbre– son para la parte saharaui un síntoma de un cambio a su favor. Para la diplomacia saharahui, la muestra evidente es que España y Francia fracasasen en su intento de impedir la celebración de un encuentro del Consejo de Seguridad, pocas horas antes del debate sobre la MINURSO con el Enviado Especial de la Unión Africana para el Sahara Occidental, Joaquim Chissano.
A través de su representante, la Unión Africana –que es copatrocinadora junto a la ONU del Plan de arreglo que dio origen a la misión– no solo exigió el pleno restablecimiento de la MINURSO, sino que instó al Consejo de Seguridad a que resuelva con urgencia el conflicto, fijando lo antes posible una fecha para el referéndum. “Algunos ven el problema de Sahara Occidental como una cuestión menor; pero no olvidemos que una chispa puede provocar un incendio en un bosque y deberíamos evitar que ello ocurra”, dijo Chissano al exigir también una mayor participación de la Unión Africana en el plan de paz que Marruecos, único país africano que no integra esta organización, viene rechazando de forma tajante.
Texto: Ana Camacho
Fotografía Abdelaziz: Mundo Negro a partir de una fotografía de Ana Camacho
Fotografías: Getty Images
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