Sidahmed Aleyat
El temperamento del presidente yanqui hizo tambalear el tablero del juego franco-marroquí en el Sáhara Occidental. Es cierto que Estados Unidos no puede imponer una solución al conflicto cuadragenario saharaui a causa del intervencionismo del Elíseo a nivel del Consejo de Seguridad. Francia, desde que ha impuesto la absurda fórmula de « solución mutuamente aceptable », asume con descaro su papel de defensor de los intereses de Marruecos tanto en la ONU como en otras instancias internacionales (Union Europea, Unión Africana).
Sin embargo, la obsesión de Donald Trump por el dinero, abortó su plan de mantener el statu quo deseado por Rabat como arma para acabar con la resistencia de los saharauis.
En efecto, Trump lo dijo claramente. No está dispuesto a pagar por misiones de paz estériles que, según las palabras de sus ayudantes, no cumplen con su trabajo. Entre ellas, citan a la MINURSO que lleva 27 años en la antigua colonia española con el únifo efecto de consolidar el statu quo.
A esto se añaden las declaraciones del consejero para la seguridad, John Bolton, al que Marruecos acusa de ser « cercano a las tesis de Argelia y el Polisario ». Bolton hizo muestra de una clara voluntad de resolver el problema del Sáhara Occidental.
Esta nueva realidad preocupa a los dirigentes marroquíes, sobre todo el hecho de que la comunidad internacional se aferra al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Incluso, fue más lejos : la Unión Europea pone en tela de juicio la pretendida soberanía de Marruecos sobre las fronteras terrestres, marítimas y aéreas del Sáhara.
Acorralado por todos lados, el reino alauita hizo uso de las armas en su posesión. Por una parte, bajó la guardia en la lucha contra la emigración clandestina bajo pretexto de que pide una contrapartida financiera, y recordando, por otra parte, que los marroquíes podrían ser un peligro para la seguridad de Europa.
Si, en el pasado, las autoridades marroquíes se conformaban con emitir, de vez en cuando, comunicados sobre presuntos desmantelamientos de células terroristas, a mediados de diciembre decidieron pasar al acto para convencer sobre la amenaza terrorista. Muchos marroquíes atribuyen la decapitación de las dos turistas escandinavas a los servicios secretos marroquíes. Como por casualidad, las dos víctimas provienen de países conocidos por su defensa de la legalidad internacional en la cuestión saharaui.
Las autoridades marroquíes también empezaron a agitar la amenaza de la guerra restableciendo el servicio militar obligatorio al mismo tiempo que abren las puertas de las Fuerzas Armadas Reales para los candidatos que desean incorporarse a los ejércitos de tierra y del aire. Rabat, en un estado de delirio y desesperación, tira sus últimas cartas.
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