Casualidades. Puede ser. Llevo varias semanas inmersa por varios costados en torno a la literatura africana y el papel que en relación a ella la mujer ha desempeñado y tiene en la actualidad.
Sin embargo, he de decir que desde que comencé mi andadura literaria-africana con este blog una y otra vez me he tropezado con escritoras que afirmaban que su primera escuela literaria había sido el fuego. Alrededor del cual sus madres, sus abuelas, les contaban relatos del pasado y del presente. La mujer fue la gran portadora de la palabra en el continente africano, pero cuando se dio el paso a la letra escrita, sus voces quedaron silenciadas por diversas razones (falta de acceso a la educación…) en favor de la de los hombres.
Muchas de aquellas niñas señalan estos relatos contados al calor de la hoguera como primera fuente literaria y una poderosa razón por la que, una vez adultas y en otras circunstancias diferentes, se convirtieron en escritoras.
A Ana Cristina Herreros y a Daniel Tornero, los principales artífices del libro que hoy os traigo, les gustan los libros bien hechos. Esto es algo que siempre se nota y se agradece. Ya en El dragón que se comió el sol y otros cuentos de la Baja Casamance dieron muestras sobradas del interés que sienten por la cultura africana, por la literatura oral y por la importancia del proceso de recuperación de historias y relatos que han ido pasando de generación en generación. Así, aquel libro es una maravilla de contenido y forma.
De nuevo han querido recorrer e ilustrar los caminos recogiendo voces que nos invitan a seguir oyendo trozos de sus vivencias e historia. Y esta vez lo han hecho desde los campamentos de refugiados del Tinduf (Sáhara Occidental). Así, mientras una recopilaba y se sumergía en la tarea de escribir los relatos que las ancianas querían contarle, el otro trabaja con los niños y niñas para conseguir ilustraciones delicadas y llenas de significados. Tornero realizó varios talleres tanto dentro de las actividades del FiSáhara como en varias bibliotecas Bubisher.
Ana, la encargada de los textos, fue grabando estas narraciones en su lengua original hassanía para después adaptarlas y traducirlas de la manera más fiel posible gracias a la labor de un grupo de traductores. Algunos de los audios se pueden escuchar en la página web de la editorial.
En la “hoja de ruta” de Los cuentos del erizo Ana (que cambia su apellido por el de Griott, en lo que es toda una declaración de intenciones) afirma lo siguiente: “Son fundamentalmente las mujeres saharauis las que en las noches de antaño, noches sin televisión, convocaban a la familia en torno a ellas y contaban los cuentos y las historias que ellas habían oído de labios de sus madres, tías o abuelas. Son ellas las que conservan la memoria de un pueblo nómada dedicado al pastoreo, son ellas las que transmiten los valores que hallamos en su rica tradición oral: que el cuidado del otro es la única fuerza que nos permite sobrevivir en un mundo hostil, que el amor a la familia es el mayor tesoro que uno puede tener, que la tenacidad y la inteligencia son más poderosas que la fuerza…”.
Junto a los cuentos aparecen hermosos collages y dibujos realizados con henna, con colores muy unidos a la tierra y apenas unas trazas de color azul.
El erizo, que incluso da título a este libro, es un animal que se encuentra con frecuencia en el desierto del Sáhara. “El Ganfud (el erizo), es el más listo de los animales”, nos recuerda el escritor Bahia Mahmud Awah. Y Ana Griott añade: “Muchos niños, en lugar de gatos, tienen erizos como mascotas. Y sobre todo porque es un símbolo (o arquetipo) de la resistencia del pueblo saharaui. Es un animal pequeño, con púas, que con su inteligencia y su tenacidad consigue vencer a leones y lobos. Es el cadí, el juez, el que consigue con su capacidad de razonar, y de resistir, que la justicia se restituya.”
Junto al erizo, aparecen otros personajes como Chertat (o Shertat) que solo existe en los cuentos saharauis y es el personaje más conocido de los relatos orales. “Nadie saber decir cómo es, hay quien dice que es peludo como un oso, otros dicen que tiene la cabeza muy grande, es en nuestra tradición oral Jaimito o los de Lepe. Por su aspecto peludo y cabezón yo diría que somos nosotros, el extranjero”, comenta Ana. Además están “Yuhaa que es un personaje típico de todas las culturas mediterráneas: en Sicilia se llama Guifà, en Turquía es Nasrudin, en el norte de África es Yehaa. Es un personaje un poco clown, porque su sabiduría radica en su inocencia”- afirma Ana y añade: “Hay además muchos cuentos con protagonistas femeninas y en los cuentos de animales, el hombre es el antagonista de los animales que protagonizan la historia, pero las mujeres son seres que conviven con los animales, como en El erizo, el burro y el carnero, que, por cierto, parece Los músicos de Bremen”.
A través de estos cuentos se enseña que el “cuidado mutuo es lo que nos salva” y algo tan sabido pero tan olvidado como que “la unión hace la fuerza”, nos comenta Ana. Ella, una apasionada de la cultura oral, nos invita a escuchar con atención, mejor si lo hacemos de noche en medio de un descampado cubiertos solo por el cielo, voces que nuestra cultura ha insistido (insiste) en silenciar. Las primeras las de la Baja Casamance (Senegal) y las segundas (que sabemos no serán las últimas) las de las mujeres del Sahara Occidental. Libros-joya. Altamente recomendables ambos.
Los cuentos del erizo. Editorial Libros de las Malas Compañías., 2017. Textos: Ana Cristina Herreros e ilustraciones: Daniel Tornero. “Todos los libros de la colección Serie Negra estarán vinculados a un proyecto solidario en la zona, que apoyaremos con la venta del libro y que podréis seguir en esta página web”. Email: info@librosdelasmalascompanias.com
Fuente : Literafrica, 5 jui 2015
Tags : Sahara Occidental, literatura, erizo, cuentos,
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