Salvador Lopez de la Torre
Fuente : ABC, 2 junio 1961
Mohamed uld Said es un hombre alto, de rasgos finos, perteneciente a la tribu de Izarguien, fracción Echtuca.
Pastor de oficio, sus rebaños de camellos pastan en los alrededores del Pozo Tafraut, entre las dunas que marchan paralelas a la costa desde el saliente de Cabo Juby, hasta el paralelo de Cabo Bojador. Una vida como la de tantos nómadas. Recoger agua en al pozo de Tafrautm un agua salobre mezclada con filtraciones del mar, y vigilar los camellos que ramonean entre los macizos de agayas, pisoteando un suelo de conchas, fósiles y caracolas devueltas por el mar. Todo, naturalmente, sin otra compañía que la soledad. Esa soledad que gravita sobre el hombre en el desierto, con la plastante pesadumbre de una losa funeral.
Aquella mañaña, Mohamed Uld Said había recorrido como siempre los pastos habituales de su ganado. En teoría, una jornada como tantas, apenas sin otros acontecimientos que las oraciones cotidianas. Y, súbitamente, el encuentro con una Babel motorizada que espantaba a golpes de claxon los camellos trabados.
Todo el estado mayor de la Union Oil Company, de la Compañía Ibérica de Petróleos y de la empresa especializada en perforaciones Camdrill International, congregado allí entre las dunas, en una tierra donde nomadean desde hace siglos los Echtucas. Una bandera rojiblanca ondeando al viento y un equipo de obreros haciendo saltar con sus barras de hierro la costra dura de una caliza sedimentada desde los tiempos del terciario. ¡Y qué guirigay !
Mohamed Uld Said, Echtuca de Izarguien, veía su rincón solitario habitado por un confuso mosaico de gentes diferentes que fijaban con cierta solemnidad el punto exacto donde se realizará la primera perforación del Sáhara. Y como el momento tenía su emoción, podemos aportar datos para la pequeña aventura petrolífera española.
Allí, bajo aquella bandera que avisaba el punto exacto donde se perforará el primer pozo del Sáhara español, se congregaban Mr. Francis Barker y Mr James R. Dabney de la Union Oil Company, H¡John Woodman y William Stonner, jefes de perforación de la Camdrill International, cuyo equipo de obreros traía algo así como un portátil reflejo de Europa con dos franceses y dos alemanes.
Hameida, el guía, y Mohamed Uld Said, naturales y vecinos de la provincia sahariane, y la Península representada en la ocasión por don Manuel Serralta. Una pequeña Babel que hablaba en esa jerga universal del petróleo, mezcla de inglés, español y hasanía que un chusco de ingenio ha bautizado como « espaninglis ». Barker, tan experto del Extremo Oriente como de las pistas del Sáhara ; Debney, otro californiano, como Mr Barker, que ha lanzado sus trenes de sondeo a lo largo de la costa del Pacífico, desde California hasta el Perú ; Woodman, un americano bien tranquilo, coloso de dos metros y muchas libras que ha dejado Hassi Mesaud y la jungla brasileña, y Stoner, que viene de Alaska de perforar entre los hielos ; la pareja de alemanes y de franceses, peregrinos del Sáhara, y la competente autoridad de don Manuel Serralta, ingeniero de minas español, que ha recorrido la moderna geografía del petróleo a lo largo de muchos años de estudio y trabajo.
Este estado mayor constituye la clave decisiva de la operación. Porque, ciertamente, los elementos técnicos de una perforación son imprescindibles y la torre que debe cumplir los trabajos del pozo es excelente, dada la potencia y la madurez de la empresa. Pero todo sería inútil sin un equipo humano de experiencia acreditada.
Perforar es una tarea que los libros enseñan y mil instrumentos delicados de alta sensibilidad orientan con exactitud. Sin embargo, la técnica no ha podido jamás prescindir de la experiencia personal del hombre en posesión de lo que bien podríamos llamar el arte de la perforación, porque arte resulta dirigir un varillaje de 4.500 metros, evitando las infinitas trampas del terreno.
El pianista se afina haciendo escalas. El sondeador perforando. Entre Dabney, Woodman, Stonner y los cuatro maestros perforadores se consiguen 150 años de experiencia petrolífera, sumando los años de trabajo de los siete hombres que dirigirán la operación. 15 años de experiencia es el auténtico valor del equipo. Más tiempo todavía del que nos separa del descubrimiento de Samuel Kier, aquel pintoresco charlatán que vendía en Pensilvania el primer petróleo, « bálsamo de salud, de una fuente nueva y secreta », que servía además para alumbrar. 120 años nos separan del hallazgo de Kier, y poco más de un siglo de las perforaciones del coronel Drake en el Oil Creek Valley.
Pues bien, el equipo que a estas horas cumple las tareas de la primera perforación en el Sáhara Español atesora 150 años de experiencia. Medio siglo más de lo que tendría una critura que hubiese estado perforando la tierra desde la hora exacta en que se abrió el primer pozo pensilvano.
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