Sahara Occidental, Marruecos, RASD, Unión Africaine, ONU,
Por Deich Mohamed Saleh
La decisión sin precedentes del ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental el 10 de diciembre de 2020 fue recibida con críticas generalizadas, ya que contradice el derecho internacional.
Aunque hasta ahora no se ha tomado una posición sobre este paso, todos los indicios confirman que la nueva administración revertirá el error, dando la impresión de que Estados Unidos -como titular del conflicto del Sáhara Occidental en el Consejo de Seguridad- impulsará una solución en el marco de la legalidad internacional.
Antecedentes
Antigua provincia española número 53 hasta 1976, el Sáhara Occidental está en la lista de territorios no autónomos de la ONU desde 1963 a la espera de su descolonización. En 1974, España aceptó organizar un referéndum, tras realizar un censo de la población autóctona, a la vista de entregar el poder al Frente POLISARIO, que representaba las demandas de independencia de la población.
El Frente Popular para la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro se creó en 1973 como resultado de un gran movimiento popular que exigía la salida del colonialismo español.
Lamentablemente, el gobierno español cedió el territorio en 1975 al Reino de Marruecos, sólo unos días después de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) rechazara las reclamaciones de este último sobre el territorio.
Marruecos aprovechó el periodo de transición que siguió a la muerte del general Franco para empujar al gobierno español a violar la Carta y las resoluciones de la ONU y los reiterados llamamientos de la Organización de la Unidad Africana de la época.
En cumplimiento de la voluntad del pueblo del Sáhara Occidental, el Frente Polisario declaró la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) el 27 de febrero de 1976 para llenar el vacío legal creado por la retirada de España. La RASD ingresó en la OUA en 1984, y más tarde se convirtió en uno de los fundadores de la Unión Africana.
Tras 16 años de escalada, en 1991 se alcanzó un acuerdo de alto el fuego entre la RASD, representada por el Frente Polisario, y el Reino de Marruecos.
El alto el fuego forma parte de un plan de arreglo firmado por ambas partes, con el objetivo de organizar un referéndum equitativo, justo y transparente bajo los auspicios de la ONU y la OUA, en el que el pueblo del Sáhara Occidental pueda elegir entre su independencia o su integración con Marruecos.
El plan de arreglo se basaba en la resolución 104 (1983) de la OUA, que fue respaldada por la Asamblea General de la ONU en su resolución 4050 (1985) y adoptada por el Consejo de Seguridad en su resolución 658 (1990) bajo el informe S/21360 del Secretario General.
Sin embargo, el referéndum fue interrumpido y los últimos 30 años han estado marcados por la repetición de los obstáculos marroquíes en ausencia de la presión de la ONU, lo que llevó a la reanudación del enfrentamiento armado a finales del año pasado.
Incumplimiento del derecho internacional
La importancia de la creación de las Naciones Unidas en 1945 radica en el conjunto de normas y reglamentos de su carta y de las resoluciones adoptadas por sus Estados miembros. La independencia de más de 80 antiguas colonias fue un salto cualitativo conseguido por la ONU.
Pero su fracaso a la hora de completar la descolonización de los territorios no autónomos, como el Sáhara Occidental, refleja el doble rasero de los actuales responsables internacionales en la aplicación del derecho internacional.
La Carta de la ONU y la enorme cantidad de resoluciones, asesorías jurídicas y sentencias judiciales reconocen el derecho inalienable del pueblo del Sáhara Occidental a la autodeterminación y la independencia.
En cambio, ni la Carta de la ONU ni sus resoluciones ni las sentencias judiciales reconocen las reivindicaciones de Marruecos, sino que lo consideran una potencia ocupante del territorio.
El fracaso de la ONU también afectó a la protección de los ciudadanos saharauis frente a la represión sistemática de las autoridades de ocupación marroquíes, ya que el Consejo de Seguridad no pudo acordar la ampliación del mandato de la MINURSO para incluir el informe sobre derechos humanos.
Al reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, Trump abusó deliberadamente de los valores y principios sobre los que se fundó la ONU, a los que la nueva administración debe hacer frente para preservar la reputación de EE.UU. en el extranjero como responsable de las decisiones internacionales.
La intención de la administración de Joe Biden de revisar las decisiones de Trump es una señal optimista de que EE.UU., como titular del Sáhara Occidental, reconsiderará la aplicación del derecho internacional de forma coherente con el respeto al estatus legal del territorio.
La esperanza aumentó mucho cuando los ejercicios del León Africano 2021 no incluyeron el territorio del Sáhara Occidental, en contra de lo promovido por el majzén. Por su parte, la Unión Europea ignoró el estatus legal del Sáhara Occidental y las sentencias judiciales pertinentes para concluir acuerdos comerciales con el Reino de Marruecos que incluyen el territorio.
La Unión Europea tampoco respetó las condiciones de asociación con la Unión Africana en cuanto a la soberanía de sus miembros, como la República Saharaui.
Los europeos deberían animar a España a estar a la altura de su responsabilidad histórica en la descolonización de su antigua colonia, ya que sigue siendo la potencia administradora que no prescribe. La acogida de la causa de Timor Oriental por parte de Portugal es un vivo ejemplo a seguir por España.
La falta de una evaluación objetiva del resultado de la aplicación del derecho internacional en el Sáhara Occidental por parte de los responsables del Consejo de Seguridad de la ONU es un error que todos pagarán.
El apoyo de algunos actores internacionales a la ocupación marroquí del Sáhara Occidental se remonta al periodo de la Guerra Fría, lo que exige una revisión exhaustiva que esté en consonancia con el desarrollo que se está produciendo en la región y con las aspiraciones de paz y estabilidad de sus pueblos. Así, la cuestión del Sáhara Occidental, al igual que las anteriores cuestiones de descolonización, debe resolverse respetando plenamente el derecho de su pueblo a la autodeterminación y la independencia.
De lo contrario, nadie podrá culpar a los saharauis de cualquier tipo de escalada en el marco de la defensa de su legítimo derecho.
Los responsables internacionales deben descartar cualquier amenaza para la seguridad y la estabilidad que pueda suponer la creación de un nuevo Estado en la región, como ha promovido Marruecos.
En este contexto, es importante tener en cuenta la realidad de la coexistencia de la RASD y el Reino de Marruecos en pie de igualdad en el seno de la Unión Africana y su compromiso de respetar las fronteras coloniales. En este sentido, el papel de la Unión Africana es vital en cualquier esfuerzo internacional futuro.
El vecino molesto
Estados Unidos considera al Reino de Marruecos como un aliado estratégico debido a los numerosos servicios que prestó durante la Guerra Fría, y posteriormente bajo la rúbrica del terrorismo. Por su parte, la UE le concedió un estatus avanzado por vigilar la puerta sur. Sin embargo, parece que ni Estados Unidos ni la UE se han esforzado por revelar la verdad sobre el majzén marroquí.
En primer lugar, el Majzen aprovechó la protección que le ofreció Occidente durante la Guerra Fría para atacar a sus vecinos y trabaja constantemente en su desestabilización.
Antes de su ocupación ilegal del Sahara Occidental en 1975, el Reino de Marruecos había reclamado Mauritania y partes de Argelia.
Por ello, se opuso a la independencia de Mauritania en 1960 y lanzó una guerra contra Argelia un año después de su independencia en 1963. Marruecos también ha reclamado repetidamente territorios españoles, donde sus fronteras han sido objeto de continuos ataques, como la isla de Perejil en 2002, y más recientemente Ceuta y Melilla, donde el majzén utilizó a menores como escudos humanos para ocupar las dos ciudades.
En segundo lugar, la implicación de los servicios de inteligencia marroquíes en el apoyo al terrorismo, que no se limitó a Argelia durante los años 90 y posteriores, ni a la región y al Sahel, sino que la mayoría de los atentados terroristas en Europa estuvieron vinculados a nombres marroquíes, como en Madrid, Barcelona, París, Bruselas, etc.
Además, la incorporación de miles de marroquíes a organizaciones terroristas en Irak, Siria, Libia y otras es otra prueba de que Marruecos es una base para la exportación de terroristas.
El destino de los terroristas marroquíes, que han regresado a Marruecos, seguirá siendo una bomba de relojería en manos de la inteligencia marroquí, esperando el lugar y el momento adecuados para detonarla.
En tercer lugar, los informes de 2020 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías han clasificado a Marruecos como el primer productor y exportador de cannabis. Por lo tanto, las bandas de narcotraficantes no se limitan a abastecer a los países europeos de cannabis y hachís, sino también de cocaína y heroína.
El flujo regular continúa hacia los países vecinos y el Sahel, lo que contribuye a la financiación de grupos terroristas armados y amenaza con desestabilizar la región.
En cuarto lugar, Marruecos utiliza sistemáticamente a los inmigrantes ilegales para obtener apoyo financiero o para extraer posiciones políticas de España o de la Unión Europea.
Ostensiblemente, Marruecos se disfraza de guardián de la migración hacia Europa, pero está introduciendo secretamente a los inmigrantes mediante un plan de larga duración.
Los servicios de inteligencia del majzén asignan viajes para transportar a los migrantes africanos desde sus países hasta Marruecos, dándoles la promesa de que se les dará la oportunidad de pasar a Europa. En quinto lugar, lo más peligroso es que Marruecos está llevando a cabo una política de matar de hambre a su población para atacar a sus vecinos, como ocurrió recientemente con España, incluyendo el uso de menores para chantajear y abusar de las fronteras de este último país.
Una vez más, el majzén invierte en la imprudente decisión de Trump de reconocer su soberanía sobre el Sáhara Occidental, lanzando una atroz y amplia campaña contra las posiciones que se oponen a esta decisión, utilizando sucios métodos de chantaje.
La campaña se dirigió principalmente a Europa para que siguiera el ejemplo de Trump, especialmente a países clave como España y Alemania, con los que Marruecos amenazó con cortar lazos, y tomó decisiones en su contra que nada tenían que ver con la ética y las normas de la diplomacia.
La espiral de inestabilidad
Se suponía que la era del colonialismo en el continente africano había terminado a finales del siglo XX, pero sigue acechando en su norte, especialmente en el Sáhara Occidental, donde su pueblo es sometido a crímenes atroces y métodos brutales.
Desgraciadamente, una vez que las potencias coloniales tradicionales abandonaron la región, el Reino de Marruecos apuñaló a sus pueblos por la espalda poniendo al propio majzén al servicio de la sucia política francesa.
En consecuencia, Marruecos emprendió una guerra asimétrica contra el pequeño pueblo del Sáhara Occidental, que se enmarcó en un plan a largo plazo destinado a desestabilizar toda la región. No sólo para enemistarse con sus países, sino también para agravar sus condiciones internas.
El acuerdo entre el Frente Polisario y el Reino de Marruecos para organizar un referéndum de autodeterminación para el pueblo del Sáhara Occidental, a finales de los años ochenta, dio a la región motivos para el optimismo, como resultado de los incansables esfuerzos emprendidos por el bloque africano.
Este ambiente permitió a los dirigentes de Argelia, Libia, Túnez, Mauritania y Marruecos organizar una reunión preliminar en Argel en 1988, ante el anuncio de la creación de la Unión del Magreb Árabe (UMA) en 1989 en Marrakech, Marruecos. En este sentido, se puso de manifiesto la auténtica voluntad de Argelia de superar las diferencias y avanzar en beneficio de la región, sin descartar el resultado del referéndum del Sáhara Occidental.
Sin embargo, los países de la región se sintieron decepcionados por el retroceso del Reino de Marruecos en su compromiso con el referéndum, que demostró una vez más que no quiere detener sus ambiciones expansionistas.
Las consideraciones geopolíticas de la región del Magreb, en cuanto a sus enormes recursos naturales, su proximidad a las vías fluviales y sus fronteras con Europa, la convirtieron en un lugar para que las potencias mundiales compitieran en su beneficio a costa del desarrollo y la integración de la región. Así, la región se vio sometida a la inestabilidad y a la injerencia extranjera en sus asuntos internos con un objetivo, que es impedir que estos países alcancen un enfoque propio que garantice la toma de decisiones políticas independientes y el control de sus economías.
La base de la estabilidad deseada es el pleno respeto de los derechos legítimos de los pueblos y de la soberanía de los Estados, basada en las fronteras coloniales. En este sentido, Argelia desempeña un papel importante, como potencia regional, en la elevación de los países de la región y de su profundidad africana al nivel de la resolución de sus problemas, formulando sus propias políticas y puntos de vista que deben ser aceptados por sus socios.
Factor de estabilidad
Cuarenta y cinco años han bastado para refutar las afirmaciones de Marruecos sobre las posibles amenazas a la seguridad y la estabilidad que podría suponer la creación de un Estado independiente en el Sáhara Occidental.
El tiempo ha demostrado que la República Saharaui ha hecho muchas concesiones, por su preocupación por la unidad, la seguridad y la paz de África, y ha mantenido relaciones de buena vecindad. Incluso el Reino de Marruecos, que todavía ocupa partes del Sáhara Occidental, se ha beneficiado de las políticas de la República Saharaui en las zonas liberadas para combatir el terrorismo y el crimen organizado.
Hoy, la República Saharaui se ha convertido en una realidad nacional, regional e internacional irreversible, con sus instituciones democráticas, sus políticas racionales y sus amplias relaciones internacionales. Así, el pueblo saharaui se siente satisfecho de los logros alcanzados en el camino de la instauración del Estado de Derecho en una patria libre e independiente.
La asunción por parte de la RASD de su posición natural dentro del bloque africano en 1984 fue un resultado inevitable que afirmó la unanimidad de los africanos para defender la legalidad internacional. Por ello, la RASD es ahora uno de los siete países africanos que constituyen la región norte de la Unión Africana, junto con Argelia, Egipto, Libia, Mauritania, Túnez y recientemente Marruecos. La RASD participa normalmente en todas las actividades de la Unión, incluidas las reuniones de asociación, y goza de respeto y de una posición de prestigio.
Marruecos abandonó la OUA en protesta por la pertenencia del Estado saharaui a la misma, para incorporarse en 2017 a la Unión Africana, de la que la República Saharaui es uno de sus miembros fundadores, con la condición de que se respeten las fronteras coloniales de cada uno de los 55 Estados de la unión.
Reanudación de las hostilidades
La dimisión del conocido ex Secretario de Estado estadounidense James Baker de su cargo de Enviado Personal del Secretario General de la ONU en 2004 demostró sin lugar a dudas que algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad no están interesados en resolver el problema del Sáhara Occidental de acuerdo con las disposiciones de los juristas internacionales.
Esto animó a Marruecos a abandonar sus compromisos en relación con el referéndum y a actuar con absoluta soberanía sobre el territorio, lo que hizo que la presencia de la ONU se limitara al alto el fuego.
El majzén expulsó al componente civil de la MINURSO y tomó medidas estrictas contra su personal para limitar la circulación de la misión en el territorio, incluso las matrículas de sus coches son marroquíes.
Estableció una línea comercial que une Europa con África abriendo una brecha en el Guerguerat, en el sur del territorio. También saquea terriblemente el pescado, los fosfatos y otros recursos económicos, y utiliza parte de las ganancias de estos recursos para comprar silencio y lealtad.
Por último, el majzén ha hipotecado las costas saharauis en un juego de intereses con el objetivo de complicar la solución y prolongar su ocupación del territorio.
Las fuerzas de seguridad marroquíes siguen cometiendo flagrantes violaciones de los derechos humanos contra los ciudadanos saharauis en la parte ocupada por Marruecos. Los informes de numerosas organizaciones internacionales y humanitarias han documentado una sistemática y peligrosa represión e intimidación en estas zonas, con detenciones arbitrarias, procesos judiciales y juicios injustos, especialmente contra activistas políticos, periodistas y medios de comunicación.
Todas estas acciones inconsistentes con el estatus legal del territorio, fueron culminadas con un ataque deliberado del ejército marroquí el 13 de noviembre de 2020 contra civiles saharauis que protestaban contra el saqueo de sus recursos naturales a través de Guerguerat. El majzén aprovechó la ocasión para construir un nuevo muro de defensa que uniera ese punto con Mauritania, a través del cual Marruecos ocupó una nueva parte del territorio de la RASD.
Las Naciones Unidas no movieron un dedo ni pronunciaron una palabra de protesta. Ni siquiera el anterior Secretario General, Ban Kim Moon, obtuvo suficiente apoyo cuando dijo la verdad al calificar a Marruecos de ocupante del Sáhara Occidental.
El Polisario, que había advertido repetidamente de las nefastas consecuencias del estancamiento y la intransigencia del Reino de Marruecos, no tuvo más remedio que declarar el fin del alto el fuego y volver a la lucha armada. No es de extrañar que la situación sufra una nueva escalada, que puede encender toda la región.
En su reciente libro « Resuelto Uniendo Naciones », Ban Ki-moon reveló que durante su visita a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, en marzo de 2016, vio la indignación contenida de miles de mujeres y hombres « por tener que vivir en estos rudos campamentos, y su furia por el hecho de que las Naciones Unidas no hubieran puesto fin a su lucha contra Marruecos. » Añadió que le « sorprendió y avergonzó ver a tantos jóvenes enfadados con pancartas como ‘¡No a 40 años de ocupación!’ y ‘¡Una feria!' ».
La acertada descripción de la situación que hizo Ban Ki-moon justificó la vuelta a la lucha armada. Esto es lo que ocurrió inmediatamente después del anuncio del fin del alto el fuego, cuando miles de jóvenes voluntarios se unieron a los frentes de batalla con la firme determinación de continuar su lucha hasta la completa liberación de todos sus territorios ocupados por el Reino de Marruecos.
Conclusión
El pueblo del Sáhara Occidental ha esperado casi 60 años para que la ONU le conceda su derecho inalienable a la autodeterminación y la independencia. Pero esto no se ha conseguido debido a la regla del doble rasero aplicada por los responsables internacionales, que son indiferentes al sufrido pueblo de este pequeño y pacífico país. Es esta regla la que ha sido un obstáculo frente a todos los esfuerzos.
El gran error cometido por los responsables internacionales en el Consejo de Seguridad fue su oposición a la aplicación de las disposiciones del derecho internacional para satisfacer a un país como Marruecos con el pretexto de patrocinar sus « intereses ». De un régimen medieval no se espera otra cosa que atacar a sus vecinos inmediatos, privar a la población de sus derechos, saquear sus riquezas y operar con bandas.
Los actores internacionales, especialmente los responsables de la toma de decisiones actuales, deben liberarse del complejo del miedo y la dominación. Su falta de seriedad es la más grave amenaza para sus intereses. Sin embargo, nadie aceptaría ser privado de su legítimo derecho y quedarse de brazos cruzados. Por lo tanto, deberían reflexionar bien sobre lo que han infligido al pueblo del Sáhara Occidental con esta larga espera, y apresurarse a concederle su derecho inalienable a la autodeterminación y la independencia, de acuerdo con las disposiciones de la legalidad internacional.
Qué agradecida estará la región a los responsables internacionales por tal decisión.
La deseada paz duradera no puede lograrse a costa de los derechos y las aspiraciones de los pueblos. Por lo tanto, no habrá paz duradera si no se reconoce la realidad de la RASD, que se plasmó en la larga lucha de su pueblo y demostró ser un factor de equilibrio y estabilidad en toda la región.
Deich Mohamed Saleh es ex jefe de la oficina del presidente saharaui y ex embajador en la República de Zimbabue.
The Herald, 31/08/2021
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