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  • El abecedario de Frantz Fanon

    El pensamiento y acción del escritor, pensador y activista Frantz Fanon es crucial para entender los movimientos emancipadores a partir de los años 60 y 70.

    “Cada vez que la libertad y la dignidad humana se ponen en cuestión, nos concierne a todos, blancos, negros o amarillos (1)”, afirmaba este nativo de Fort-de-France (Martinica) para explicar su compromiso, en 1943, con el Ejército francés de liberación. Pero el joven soldado —herido de gravedad en el pecho por el estallido de un obús— no tardaría en confesar su desilusión: el racismo perduraba en las filas republicanas. Una década más tarde, siendo ya psiquiatra, se incorporó a la lucha por la independencia de Argelia, hasta el punto de presentarse como uno de sus conciudadanos y con el deseo de ser enterrado allí —como así se hizo a principios de los años 60, con tres de sus libros a su lado—. El autor de los ya clásicos Los condenados de la tierra y Piel negra, máscaras blancas consideraba que los análisis marxistas debían ser “ligeramente ajustados” cuando se trataba de pensar el colonialismo: un viaje, en 26 letras, sobre una de las grandes figuras revolucionarias del siglo XX.

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    Antisemitismo: “El antisemitismo me toca de lleno, me conmueve, me provoca un increíble rechazo que me debilita, me niega la posibilidad de ser humano. No puedo desolidarizarme de la suerte reservada a mi hermano. Cada uno de mis actos compromete a la humanidad. Cada una de mis reticencias, de mis miedos, expresa humanidad”. (Piel negra, máscaras blancas)

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    Burguesía nacional: “En el seno de esta burguesía nacional no se encuentran ni industriales ni inversores. La burguesía nacional de los países subdesarrollados no se orienta hacia la producción, la invención, la construcción o el trabajo. Se canaliza por completo hacia actividades de tipo intermedio. Estar en el circuito, en el entramado, tal parece ser su vocación profunda. La burguesía nacional tiene una psicología de hombre de negocios, no de patrón industrial”. (Los condenados de la tierra)

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    Colonialismo: “Reiterémoslo, todo grupo colonialista es racista”. (“Racisme et Culture”, Présence Africaine, junio-noviembre 1956)

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    Deshumanización: “Así pues, durante una primera fase, el invasor instala su dominación, afirma masivamente su superioridad. El grupo social subyugado militar y económicamente es deshumanizado según un método polidimensional”. (“Racisme et Culture”, Présence Africaine, junio-noviembre 1956)

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    Europa: “Es preciso que el tercer mundo retome la historia de la humanidad teniendo en cuenta, al mismo tiempo, las tesis, en ocasiones prodigiosas, defendidas por Europa y, también, los crímenes de Europa, de los cuales los más abominables habrían sido: sobre la persona, la dislocación patológica de sus funciones y el despiece de su unidad. En el marco de una colectividad, la ruptura, la estratificación y las tensiones brutales alimentadas por las clases. Finalmente, en la escala más amplia de la humanidad, los odios raciales, la esclavitud, la explotación y, sobre todo, el genocidio exangüe que supone la marginalización de la mitad de la humanidad”. (Los condenados de la tierra)

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    FLN: “El FLN interpela a la izquierda francesa y a los demócratas franceses pidiéndoles que apoyen toda huelga iniciada por el pueblo francés en contra del aumento del coste de la vida, contra los nuevos impuestos, las restricciones a las libertades democráticas en Francia, consecuencias directas de la Guerra de Argelia”. («Les Intellectuels et les démocrates français devant la révolution algérienne», El Moudjahid, diciembre 1957)

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    Genio: “Los nuevos vínculos no deben pasar por la sustitución de una barbarie por otra, ni por una nueva aniquilación del hombre por el hombre. Lo que queremos nosotros, argelinos, es descubrir al hombre tras el colonizador; ese hombre que es, a la vez, agente y víctima de un sistema que le asfixiaba y le reducía al silencio. Por nuestra parte, desde hace varios meses hemos rehabilitado al colonizado argelino. Hemos arrancado al argelino de la opresión secular e implacable. Nos hemos puesto en pie y avanzamos. ¿Quién puede retrotraernos a la servidumbre? Queremos una Argelia abierta a todos, propicia al genio. Así lo deseamos y así lo haremos”. ( L’An V de la révolution algérienne , Maspero, 1959)

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    Guardia: “El colonizado se mantiene siempre en guardia, descifrando con dificultad los múltiples códigos del mundo colonial. Ya que nunca sabe si ha traspasado o no el límite”. ( Los condenados de la tierra )

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    Historia: “El colono hace la Historia y es consciente de que la está haciendo. Y como se refiere constantemente a la historia de su metrópolis, deja claro que él es la extensión de esta metrópolis. La historia que escribe no es, por lo tanto, la historia del país que él saquea, sino que es la historia de su nación devastando, violando y matando de hambre”. (Los condenados de la tierra).

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    Invención: “Serán desalienados los negros y blancos que no se hayan dejado encerrar en la Torre sustancializada del Pasado. Yo soy un hombre, y tengo que llevar conmigo todo el pasado del mundo. De ninguna manera debo extraer del pasado de los pueblos de color mi vocación original. No es el mundo negro quien dicta mi conducta. […] En todas partes del mundo hay gente que se busca. Yo debo recordar en cada instante que el verdadero cambio consiste en introducir la invención en la existencia. Me creo interminablemente en este mundo hacia el que me encamino”. (Piel negra, máscaras blancas)

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    Jornada: “Es suficiente, para entender esta sensibilidad, con estudiar, con calcular simplemente, la cantidad y la profundidad de las heridas sufridas por el colonizado durante una sola jornada bajo el régimen colonial. En todo caso, hay que recordar que un pueblo colonizado no es simplemente un pueblo dominado. Durante la ocupación alemana, los franceses siguieron siendo hombres”. (Los condenados de la tierra)

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    Kenia: “En las colonias de poblamiento del tipo Kenia, Argelia o Sudáfrica se ha logrado la unanimidad: solamente la lucha armada provocará la derrota de la nación invasora”. (“Accra: l’Afrique affirme son unité et définit sa stratégie”, El Moudjahid, diciembre 1958)

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    Liberación: “La verdadera liberación no es esta seudoindependencia en la cual los ministros con responsabilidad limitada compadrean con la economía dirigida por el pacto colonial. La liberación es el fin del sistema colonial, desde la prevalencia del lenguaje del opresor y la transformación en provincias, hasta la unión aduanera que conserva, en realidad, al antiguo colonizado entre las redes de la cultura, la moda y las imágenes del colonialista”. (“Décolonisation et indépendance”, El Moudjahid, abril 1958)

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    Momificación: “La puesta en marcha del régimen colonial no conlleva de por sí la muerte de la cultura autóctona. Al contrario, a partir del análisis histórico se concluye que el objetivo pretendido es más una agonía continuada que la desaparición total de la cultura preexistente. Esa cultura, antaño viva y abierta hacia el futuro, se encierra, paralizada por el estatuto colonial, atrapada por el yugo de la opresión. A la vez presente y momificada, declara contra sus integrantes. Les define, de hecho, de manera irrevocable. La momificación cultural provoca una momificación del pensamiento individual. La apatía que se aprecia de forma global en los pueblos coloniales no es más que la consecuencia lógica de esta operación”. (“Racisme et Culture”, Présence Africaine, junio-noviembre 1956)

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    Negociación: “Durante las negociaciones sobre la independencia, se trataron en primer lugar las cuestiones ligadas a los intereses económicos: bancos, zonas monetarias, permisos de exploración, concesiones de explotación, inviolabilidad de las propiedades robadas a los campesinos durante la conquista, etc. De la empresa civilizadora, evangélica o cultural no se dijo una palabra”. (“Vérités premières à propos du problème colonial”, El Moudjahid, julio 1958)

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    Operación mágica: “Desde hace cuatro años no paramos de repetir a aquellos que ocupan el Parlamento francés que el colonialismo francés no será objeto de ninguna operación mágica y que, por lo tanto, resulta inútil esperar una desaparición progresiva”. (“Lettre à la jeunesse Africaine”, El Moudjahid, mayo 1958)

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    Pueblo negro: “Existen las mismas diferencias entre un antillano y un dakariano que entre un brasileño y un madrileño. Lo que se busca al englobar a todos los negros bajo el término de ‘pueblo negro’ es arrebatarles cualquier posibilidad de una expresión individual. Para así obligarles a responder de la idea que nos hacemos de ellos”. (“Antillais et Africains”, Esprit, febrero 1955)

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    Racismo: “El racismo vulgar, en su forma biológica, corresponde al periodo de la explotación brutal de los brazos y piernas del hombre. El perfeccionamiento de los medios de producción provoca el fatal camuflaje de las técnicas de explotación del hombre y, por lo tanto, de esas formas de racismo”. (“Racisme et Culture”, Présence Africaine, junio-noviembre 1958)

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    Siglo XIX: “Asimismo, frente al extraordinario poder de los hacendados blancos, la abolición de la esclavitud en el siglo XIX se mostró ineficaz para crear una mejora real de la situación de los trabajadores negros. Estos tuvieron que seguir trabajando como jornaleros en las plantaciones y, todavía hoy en día, sus miserables cabañas se levantan junto a la lujosa casa del propietario”. (“Aux Antilles, naissance d’une nation?”, El Moudjahid 1958)

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    Síndrome: “Síndrome norteafricano. Hoy en día, el norteafricano que se presenta a una consulta soporta el lastre de todos sus compatriotas. El de todos aquellos que no tenían más que síntomas, todos aquellos de los que decían: Nada a lo que agarrarse (entiéndase: sin lesión). Pero el enfermo que tengo aquí, frente a mí, cuyo cuerpo me obligo a suponer atravesado por una consciencia, un cuerpo que ya no es un cuerpo completo, o es al menos doblemente cuerpo por el desconcierto y el horror –este cuerpo me pide que le escuche sin demora– me provoca indignación”. (“Le syndrome nord africain”, Esprit, febrero 1952)

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    Tortura: “La tortura en Argelia no es un accidente, un error o una falta. El colonialismo no se entiende sin la posibilidad de la tortura, la violación o la masacre. La tortura es una modalidad en las relaciones ocupante-ocupado”. (“L’Algérie face aux tortionnaires français”, El Moudjahid, septiembre 1957)

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    Unidad: “La Unidad africana es una base a partir de la cual nos proponemos realizar los Estados Unidos de África sin pasar por la fase nacional chovinista burguesa con su comparsa de guerras y lutos”. (“Cette Afrique à venir”, Por la Revolución africana)

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    Voz: “Quiero que mi voz sea brutal, no que sea agradable, no la quiero pura, no la quiero transcendente. La quiero rasgada por todas partes, no quiero que se distraiga porque, en resumen, hablo del hombre y de su negación, de la podredumbre cotidiana de la humanidad, de su espantosa renuncia”. (Lettre à un français”, Por la Revolución africana)

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    Wright: “El hombre objeto, sin medios para existir, sin razón de ser, quebrado en lo más profundo de su esencia. Donde el deseo de vivir, de continuar, se hacen cada vez más borrosos, cada vez más fantasmagóricos. Es en ese momento en que aparece el famoso complejo de culpabilidad. Wright en sus primeras novelas da una descripción muy detallada”. (“Racisme et Culture”, Présence Africaine, junio-noviembre 1956)

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    Youssef: “Con [el bombardeo de] Sakiet Sidi Youssef el pueblo tunecino se ha convencido de que no solamente los franceses pretenden castigarlos por su solidaridad hacia el pueblo argelino sino de que también piensan tomar como pretexto esta solidaridad para reconquistar Túnez, demostrando así, de una vez por todas, que el Magreb es uno y que debe ser dominado por el imperialismo francés”. (“Le sang maghrébin ne coulera pas en vain”, El Moudjahid, febrero 1958)

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    Zona: “Una conferencia en Berlín pudo repartir el África desmembrada en tres o cuatro banderas. Actualmente, lo que importa no es que tal o tal región de África sea territorio de soberanía francesa o belga: lo que importa es que las zonas económicas estén protegidas”. (Los condenados de la tierra).

    1. Citado por Alice Cherki en Frantz Fanon, portrait, Seuil, 2011.

    El Salto Diario, 23 feb 2019

    Tags : Algérie, Frantz Fanon, colonialisme, peuple oprimmés, lutte de libération, France,

  • Un ministre allemand accuse la France d’avoir saboté le Projet Desertec en Algérie

    L’association des oulémas a fait état de révélations graves attribuées au ministre allemand de l’Energie, Peter Altmaier, cité, selon cette organisation, par la chaîne de télévision allemande ZDF, au sujet du projet d’énergie solaire prévu dans le désert algérien, Desertec, qui devait regrouper onze partenaires, dont le groupe énergétique algérien Sonelgaz.

    Des médias avaient déjà évoqué ce sujet, mais la version qu’en donne l’association des oulémas est tout à fait inédite, même si elle ne précise pas la date. «Nous voulions investir avec l’Algérie dans le plus grand projet solaire au monde, dans le grand désert algérien», aurait déclaré le ministre allemand, selon l’association.

    «L’Algérie pourrait alimenter l’Europe en électricité et gagner des milliards de dollars, mais le gouvernement de Bouteflika n’était pas de cet avis, car la France s’opposait fermement à l’idée que l’Algérie puisse se développer, diversifier son économie et sortir de sa dépendance aux hydrocarbures.

    L’Algérie aurait pu devenir l’un des plus gros exportateurs d’électricité au monde, mais la France a bloqué le projet, l’un des projets les plus importants et les plus lucratifs pour l’Algérie», aurait encore soutenu Peter Altmaier. Cinq groupes allemands, et pas des moindres, issus tous du pays le plus impliqué dans le très médiatisé projet Desertec, s’étaient retirés en 2014.

    Après Siemens et Bosch qui avaient pris leurs distances deux années auparavant, ce fut au tour du groupe de BTP et de services Bilfinger, de la compagnie d’électricité E.ON et du groupe bancaire HSH Nordbank de se désengager.

    Les principaux partenaires et associés du consortium quittaient ainsi le train avant même l’arrivée en gare, ce qui avait hypothéqué définitivement l’immense projet boudé par les Français. En plus de Sonelgaz, dix autres partenaires allemands, espagnols, tunisiens et marocains étaient impliqués dans Desertec Industrial Initiative.

    Le consortium regroupant des sociétés et des institutions européennes et du pourtour méditerranéen, créé en 2009, visait à l’origine à couvrir une part des besoins en énergie de l’Europe en exploitant le potentiel solaire et éolien du sud de la Méditerranée.

    Le coût total du projet s’élevait initialement à 400 milliards d’euros. Si, pour l’association des oulémas, le plus important dans le sujet est de nourrir le sentiment anti-français qui s’est davantage développé chez les Algériens depuis le début du soulèvement populaire du 22 février et qui transparaissait à travers les slogans, l’information en soi mérite d’être débattue et clarifiée auprès des responsables algériens. Car il s’agirait d’une opération de sabotage caractérisée de l’économie nationale.

    Source : L’Est Républicain

    Tags : Algérie, France, Allemagne, Projet Desertec,

  • La crise politique en Algérie n’a aucun impact sur la position du pays dans le conflit du Sahara Occidental

    La crise politique en Algérie n’a aucun impact sur la position du pays dans le conflit au Sahara occidental. Telle est la position d’un membre de la direction et responsable des relations extérieures du Front Polisario.

    Mhamed Khadad, membre de la direction et responsable des relations extérieures du Front Polisario, a livré son point de vue sur la crise politique qui sévit actuellement en Algérie et ses possibles répercussions sur la position du pays sur la question du Sahara occidental.

    «La situation en Algérie est une question strictement interne qui concerne l’État et le peuple algériens avant tout», a-t-il déclaré, avant de confier: «Nous souhaitons dans ce cadre la paix, la sécurité, la stabilité et le succès pour le peuple algérien».Le responsable estime que la position d’Alger sur le Sahara occidental devrait «rester la même» car elle découle d’«une question de principe».

    «En ce qui concerne le soutien de l’Algérie à la cause du peuple du Sahara occidental, il n’y a ni réticence ni hésitation dans la position algérienne, qui est une position de principe envers toutes les luttes de décolonisation et d’autodétermination dans le monde», a affirmé Mhamed Khadad.

    Le 2 avril, sur fond du mouvement de contestation populaire qui touche l’Algérie depuis le 22 février, le Président algérien Abdelaziz Bouteflika, 82 ans, a mis fin à son mandat présidentiel. Suite à cette démission, le Parlement algérien a entériné la vacance définitive du poste de Président de la République et désigné le Président du sénat, Abdelkader Bensalah, comme chef d’État par intérim pour une durée de 90 jours. Durant cette période, ce dernier doit s’atteler à l’organisation d’une élection présidentielle à laquelle il n’aura pas le droit d’être candidat.

    News Front, 15 avr 2019

    Tags : Algérie, transition, article 102, Sahara Occidental, Maroc,

  • Algérie : Dynamiques et nuances du champ littéraire algérien

    par Khalid Lyamlahy

    Comment réagit un champ littéraire face à une crise politique majeure ? En projetant cette question dans le contexte algérien de la « décennie noire », l’ouvrage de Tristan Leperlier analyse les dynamiques qui façonnent les lettres algériennes à l’épreuve de la violence.

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    Tristan Leperlier, Algérie, les écrivains dans la décennie noire.

    CNRS, 344   p., 25 €

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    À la fois « multilingue et transnational », le champ littéraire algérien convoque dans la période étudiée (1988-2003) des problématiques aussi diverses que l’autonomie par rapport aux champs politique et intellectuel, le clivage linguistique ou encore la position des écrivains. En adoptant une méthodologie interdisciplinaire (entre étude littéraire et analyse sociologique) et translinguistique (couvrant les productions littéraires en arabe et en français), Tristan Leperlier offre un panorama complexe et pluridimensionnel du champ littéraire algérien. Si la définition de « l’écrivain algérien » et l’expression de « guerre civile », comme le rappelle l’auteur dans son introduction, font encore l’objet de nombreux débats, la perception du champ par ses acteurs semble un peu plus évidente. De l’analyse littéraire à la recherche documentaire, en passant par les entretiens semi-directifs, Tristan Leperlier soumet le champ littéraire algérien à un exercice de relecture critique et de recontextualisation transnationale. Au « sens héroïque » d’une parole algérienne incarnée par le célèbre « dis et meurs » de Tahar Djaout, cité en exergue de l’ouvrage, il répond en resituant les écrivains dans un espace de lutte dynamique, nuancé, voire instable.

    Dans le premier chapitre, le sociologue interroge, à la lumière de la crise provoquée par la guerre civile, le statut de l’écrivain algérien comme « parangon de l’intellectuel ». À l’heure où la crise algérienne est internationalisée et où l’idée de l’engagement se heurte à diverses formes de censure et de violence, l’écrivain algérien perd son statut éminent d’intellectuel autonome et représentatif. Loin de signaler une « dépolitisation », la distance prise par les écrivains avec le champ politique pendant et après les émeutes d’octobre 1988 correspond, selon Leperlier, à une évolution du champ littéraire algérien qui projette les journalistes à l’avant-garde de la contestation politique. Cette évolution, que l’auteur qualifie de « chant du cygne de l’écrivain comme parangon de l’intellectuel », est tributaire de trois facteurs majeurs : la position des écrivains, leur autonomie par rapport au pouvoir, leur rapport au champ intellectuel.

    Après un rappel des principales mouvances politiques en Algérie dans les années 1980, Leperlier examine la thèse d’un « silence des intellectuels » lors des émeutes. L’image de « l’intellectuel au service et en avant du peuple » est confrontée non seulement au statut d’élite sociale des écrivains et à leur libéralisation progressive, mais aussi à la difficulté de critiquer le FLN, comme le suggère le cas « typique » de Kateb Yacine et son « soutien critique » au régime algérien. Si l’on assiste à une « culturalisation de la politique » (dans le sens où des enjeux culturels, tels que la langue et la culture berbères, sont désormais pensés comme politiques et identitaires), la fin du monopole étatique sur la culture ouvre la voie à une « repolitisation » progressive des écrivains algériens, accélérée au contact de la presse et sous la pression d’une visibilité accrue des islamistes.

    Pendant la guerre civile, Leperlier note « une relative stabilité des oppositions » entre écrivains « pro-islamistes » et « anti-islamistes », ces derniers étant répartis à leur tour entre « radicaux », soutenant l’arrêt par l’armée du processus électoral, et « dialoguistes », rejetant cette intervention et prônant un dialogue politique. Partant d’une analyse statistique permettant de regrouper les polarités majeures du champ littéraire algérien, Leperlier montre que le rapport des écrivains au régime est fonction de plusieurs variables, dont la formation, l’écart générationnel, la visibilité politique, le degré d’intériorisation du rôle d’intellectuel, et surtout le type de capital littéraire. La guerre civile révèle également une opposition entre intellectuels « généralistes », intervenant au nom des valeurs universelles, et intellectuels « spécifiques » (historiens, politologues, etc.), le faisant à partir de leurs spécialités. Les échos de cette opposition se prolongent en France où la réception d’un texte polémique comme FIS de la haine de Rachid Boudjedra révèle, selon Leperlier, un cas limite de « formation transnationale » d’un intellectuel « alibi », bénéficiant de la valorisation littéraire et de la réappropriation de son discours dans le contexte français.

    Le deuxième chapitre présente une critique de l’idée, développée en France et alimentée par certains en Algérie, selon laquelle la guerre civile était avant tout une opposition entre arabophones et francophones. Si la question linguistique est un lieu de tensions évident, marqué notamment par la domination de la littérature de langue française et l’échec de l’arabisation dans le champ littéraire, Leperlier investit les raisons qui ont poussé les écrivains algériens à la considérer comme centrale et soutient que leurs prises de position politiques trouvent leurs origines plutôt dans « l’internationalité littéraire », à savoir le type et la portée internationale de leur capital.

    Observant que les écrivains dits « anti-islamistes » sont représentés aussi bien parmi les arabophones que parmi les francophones, Leperlier montre également que le champ littéraire algérien a résisté au clivage linguistique à travers des dynamiques transversales mettant en cause l’étanchéité des deux pôles, à l’image de l’opposition entre Rachid Boudjedra et Tahar Ouettar qui structure le sous-champ de langue arabe, ou des efforts de Tahar Djaout pour reconnaître Ouettar dans le sous-champ de langue française. Pour Leperlier, la rupture entre ces deux auteurs et la promotion du clivage linguistique par le second marquent symboliquement la formation de l’idée d’« une guerre des langues ». À la faveur d’une « synchronisation des enjeux » entre champs universitaire, journalistique, et littéraire, la question linguistique devient un élément central dans la perception de la crise.

    La thèse principale développée ici consiste à considérer la guerre des langues comme une « prophétie auto-réalisatrice » ; en d’autres termes, « la guerre civile n’est pas essentiellement une guerre des langues, mais elle l’est devenue ». Dans un contexte où le mouvement islamiste est non reconnu tantôt dans sa dimension politique, tantôt dans sa violence culturelle, la guerre civile interdit la nuance et, constamment nourrie par la logique de la terreur et des rumeurs, favorise à la fois l’illisibilité politique et la lecture de la crise comme guerre culturelle et linguistique.

    Enfin, en analysant l’évolution de la production en arabe et en français pendant la période, Leperlier montre que la crise a surtout impacté la seconde, délocalisée en France, confirmant ainsi l’importance du rapport à l’international comme facteur d’opposition entre les écrivains algériens. Ce phénomène de « bipolarisation » se reflète également au niveau des genres littéraires, avec la domination du roman dans le sous-champ de langue française et la progression notoire de la poésie dans le sous-champ de langue arabe.

    Si la question de l’engagement politique sert de fil rouge à l’ouvrage, elle est traitée dans le troisième chapitre à partir du « genre lisière » qu’est le témoignage. Dans les années 1990, la résurgence de la figure de l’écrivain-témoin est favorisée par deux facteurs essentiels : le besoin transnational d’un savoir authentique sur l’Algérie et la situation de crise renouvelant la question de l’engagement. En s’inspirant de la typologie wébérienne, Leperlier distingue « trois gestes d’engagement » : « l’attestation » ou « l’affirmation d’un propos politique explicite » ; « l’évocation », définie comme « un engagement pour autrui » ; et « l’interrogation », geste opposé à l’éthos du témoignage et impliquant la mise en cause des valeurs attestées ou l’éloignement du souci d’évocation. Le reste du chapitre est consacré à une analyse illustrée de chaque geste.

    L’engagement dit d’attestation est approché d’abord à travers les cas de Rachid Mimouni et de Yasmina Khadra. Si le premier exploite les ressorts du réalisme magique et du roman à thèse au profit de l’attestation politique, le second utilise les conventions du polar et le dispositif de l’enquête pour défier l’explication journalistique et sociologique de la crise. Les cas de Malika Boussouf, Aïssa Khelladi et Maïssa Bey servent à analyser le modèle du témoignage du journaliste à partir de trois perspectives complémentaires : une « éthique de vérité et de lutte » héroïque chez la première, un « anti-héroïsme » doublé d’une mise en jeu des codes du journalisme et du témoignage chez le deuxième, et un « héroïsme de libération » basé sur le pouvoir de la parole et la langue du corps chez la troisième.

    L’engagement d’évocation est abordé principalement à travers la littérature algérienne féminine, dont le développement bénéficie du travail fondateur d’Assia Djebar autour de « la possibilité d’un dire féminin » et du dialogue avec les disparus. Si Ahlam Mosteghanemi joue sur l’héroïsation de l’écriture féminine, Soumya Ammar-Khodja, parmi d’autres, explicite la perception du témoignage comme un « genre genré ». Leperlier analyse également la nostalgie de l’Algérie coloniale à travers les thèmes du métissage culturel (Abdelkader Djemaï), de la tolérance religieuse (Leïla Sebbar), du raffinement intellectuel (Ammar-Khodja), ou encore de la thématisation de la nostalgie andalouse sur fond de croisement linguistique et de transmission mémorielle (Waciny Laredj).

    L’engagement d’interrogation est aussi lié à l’ambiguïté du questionnement politique et à la quête d’une autonomie littéraire. Si Mohammed Dib articule la question de l’engagement à « un souci d’universalité » et à « une collaboration active du lecteur », Salim Bachi mobilise le topos de l’errance pour fragiliser l’éthique de la lutte et mettre en doute la valeur d’engagement.

    Dans le dernier chapitre de son ouvrage, Leperlier souligne l’ambivalence de l’espace éditorial français qui accueille et offre une tribune aux écrivains algériens tout en favorisant leur « ghettoïsation » sous une étiquette nationale, des logiques économiques et des règles hiérarchiques. Après un rappel des facteurs et des enjeux de l’exil, expérience souvent synonyme de déclassement social et de difficultés professionnelles, il observe que les écrivains exilés (près d’un quart des écrivains de la période) sont perçus en France, dans les années 1990 surtout, comme algériens et restent peu intégrés au champ littéraire français, la guerre civile provoquant ainsi « une forte auto-identification nationale ».

    Est ainsi nuancé le « soupçon mercantile » pesant aussi bien sur les écrivains algériens pour leur manque d’authenticité que sur les éditeurs français pour leur ethnocentrisme. Partant du cas de Timimoun de Boudjedra, roman basé sur « une esthétique de l’antithèse » qui renforce et met à distance les clichés exotiques, Leperlier estime que les œuvres de la période, à quelques exceptions près, sont des « Janus regardant seulement avec plus ou moins d’intensité vers l’une ou l’autre rive ». Partant, la manipulation exercée par l’édition et la réception françaises doit être nuancée par la volonté d’engagement des écrivains algériens et le caractère hétéroclite du paysage éditorial et critique en France.

    Les dernières pages se tournent vers l’expérience de la revue Algérie Littérature/Action, créée en 1996 par Marie Virolle et Aïssa Khelladi. Portée par un capital économique français et une volonté de reconstruire l’autonomie du champ littéraire algérien, la revue souffre – après la guerre civile – des contraintes du marché local en termes de lectorat et de professionnalisation. Pour Leperlier, la fin de la guerre civile se caractérise par un double phénomène de « relative dépolitisation » et de « dépolarisation ». La réintégration des mouvances d’opposition et la réinstauration d’une politique du livre favorisent un rebond de l’édition. Du point de vue linguistique, le retour du français répond à « une volonté de réancrer la littérature algérienne de langue française sur le sol algérien » et s’accompagne d’une diplomatie d’influence française, notamment avec l’Année de l’Algérie en France en 2003. L’expérience des maisons d’édition El-Ikhtilef et Barzakh marque la création en Algérie d’un « pôle autonome d’avant-garde » qui s’oppose à l’esthétique du témoignage, tout en élaborant une ligne éditoriale variée et une stratégie d’alliance internationale.

    Fruit d’un travail considérable de recherche doctorale, Algérie, les écrivains dans la décennie noire est une contribution majeure aux études littéraires et sociologiques sur l’Algérie contemporaine. En s’intéressant aux prises de position des écrivains algériens et à la circulation de leurs œuvres et de leurs idées en contexte de crise politique, l’ouvrage se lit comme une enquête savante qui résiste aussi bien à la simplification qu’à la systématisation. Néanmoins, on peut y relever quelques choix discutables, tels que la juxtaposition de figures littéraires de stature et de positionnement différents (Mimouni et Khadra ; Dib et Bachi), le manque de développement de certaines analyses textuelles (surtout pour les auteurs moins médiatisés) ou encore la focalisation sur les expériences et les stratégies particulières des écrivains dominants dans le champ littéraire tels que Boudjedra et Ouettar. Par ailleurs, l’appel de Leperlier à nuancer l’ethnocentrisme éditorial et critique français vis-à-vis de la littérature algérienne semble se heurter, d’une part au maintien continu de la France comme lieu d’influence et de légitimation des plumes algériennes, et d’autre part au traitement inégal de ces dernières, faisant de la quête même de l’autonomie littéraire une autre ligne de fracture dans le champ littéraire algérien. Ceci étant, une telle étude a le mérite d’ajouter une pierre à l’édifice des recherches sur la littérature nord-africaine, qui doivent plus que jamais se pencher sur la question du multilinguisme et de l’impact des crises locales et régionales sur le champ littéraire maghrébin.

    Source : En attendant Nadeau

    Tags : Algérie, presse, journalisme, journalistes, décennie noire, terrorisme,

  • L’État algérien ne va pas disparaître en trois mois (Thomas Serres)

    Propos recueillis par Léa Masseguin

    A travers les mobilisations pacifiques, la société algérienne a envoyé un message radical bien au-delà de l’Algérie et des pays du monde arabe, selon Thomas Serres, lecturer au département de politique à l’université de Californie, Santa Cruz, et chercheur associé à l’UMR développement et Sociétés. Il est l’auteur de l’ouvrage L’Algérie face à la catastrophe suspendue. Gérer la crise et blâmer le peuple sous Bouteflika (1999-2014), paru chez Karthala en mars 2019.

    Que signifie la démission d’Abdelaziz Bouteflika, après vingt ans à la tête du pays ?

    La démission de Bouteflika marque le second succès de la mobilisation populaire après l’annulation des élections présidentielles. Ce départ du pouvoir était l’un des objectifs initiaux des manifestants et marque une étape majeure dans le processus critique. La présidence de Bouteflika n’était plus tenable et la révolution n’a pas pu être ignorée.

    Le chef d’état-major de l’armée algérienne a demandé, le mardi 2 avril, que soit « appliquée immédiatement » la procédure constitutionnelle permettant d’écarter le président Bouteflika du pouvoir, précipitant le départ de ce dernier. Quelles sont actuellement les ambitions de l’armée ?

    En Algérie, l’armée a une légitimité historique. Elle possède une fonction immunitaire et tutélaire, qui relève à la fois de la défense de la nation et du contrôle du jeu politique. Elle a aussi une influence économique depuis l’indépendance. N’oublions pas que le budget militaire est très élevé, plus de 5% du PIB, sans être soumis au contrôle du Parlement. Dans le cas présent, l’objectif de l’intervention de l’armée était donc double. Il s’agit, certes, de mettre fin à la crise politique, mais également de protéger les intérêts de l’État-major, et notamment du chef d’État-Major, Ahmed Gaïd Salah, qui est complice de Bouteflika depuis sa nomination en 2004. L’implication de l’armée dans la crise actuelle n’est donc pas surprenante ; elle relève à la fois de la fonction historique de l’institution et de la défense des intérêts des hauts-gradés.

    Le président du Conseil de la nation algérien, Abdelkader Bensalah, doit organiser de nouvelles élections dans les 3 mois à venir. Une transition politique est-elle réalisable en si peu de temps ?

    Non. Si on parle d’un changement profond dans le fonctionnement des institutions et dans la nature des élites politiques, comme ce qui est exigé par les protestataires, une véritable révolution prend plusieurs années, voire des décennies. L’État ne va pas disparaître ou se reconfigurer totalement en trois mois. Cette temporalité de la transition politique que le régime essaye d’imposer est très problématique pour les opposants car il faut agir vite en écartant un certain nombre d’acteurs totalement discrédités, mais en négociant avec ceux qui tiennent toujours les institutions. Pour l’instant, rien n’a changé.

    Quelles sont aujourd’hui les alternatives à Bouteflika ?

    Si l’armée a un rôle très important en Algérie, il me semble impossible qu’elle s’empare du pouvoir. Par ailleurs, la population ne voudra pas de personnalités issues de la structure étatique actuelle, comme Ramtane Lamamra, Abdelkader Bensalah, ou Tayeb Belaiz. Des groupes au sein du régime et certains opposants appuient l’ancien président Liamine Zéroual, mais il reste un général à la retraite qui a dirigé le pays au plus fort de la guerre civile ; ceux que l’on appelle les réconciliateurs, c’est-à-dire les groupes opposés à la stratégie d’éradication étatique pendant la guerre civile, refuseront qu’il accède au pouvoir. Lui-même a d’ailleurs écarté cette hypothèse pour le moment. Du côté de l’opposition, aucune figure ne fait vraiment consensus au sein de la cinquantaine de partis algériens. Finalement, le nom qui ressort actuellement et qui est une réelle possibilité est celui de Mustapha Bouchachi, un homme de parole, militant des droits de l’homme et figure très respectée à Alger dont le parcours peut être comparé à celui de Moncef Marzouki, [président de la République tunisienne de 2011 à 2014].

    Que va-t-il advenir du camp de Bouteflika ?

    Les frères Bouteflika sont assignés à résidence, ce qui est un signe qu’ils auront probablement des comptes à rendre, surtout Saïd. Par ailleurs, les capitalistes pro-Bouteflika, soupçonnés de corruption, sont les cibles d’une offensive judiciaire massive, comme en attestent les interdictions de sortie de territoire visant notamment Mahieddine Tahkout ou Rédha Kouninef. Le développement le plus spectaculaire est le placement d’Ali Haddad sous mandat de dépôt et son transfert à la prison de El Harrach. Les membres du Front de libération nationale (FLN) et du Rassemblement national démocratique (RND) ne feront pas non plus partie du nouveau gouvernement. Ils incarnent l’incompétence et l’intéressement dénoncés par les manifestants. Toutefois, il faudra plus que l’embastillement de quelques affairistes et la mise à l’écart des partis du régime pour vraiment faire tomber le « système ». On n’a pas affaire à un processus de « dénazification » et il y aura quoi qu’il arrive une continuité de l’État. Les généraux, les préfets et les énarques continueront d’être des acteurs clés, même après les trois mois de transition.

    En réussissant à écarter Bouteflika du pouvoir en quelques semaines, quel message la société algérienne a-t-elle envoyé au reste du monde ?

    Les manifestants envoient un message radical au reste du monde. Ces mobilisations parlent bien au-delà de l’Algérie et des pays du monde arabe, y compris dans des pays qui se veulent « démocratiques » comme la France. La crise des régimes représentatifs trouvait en Algérie un exemple absolument caricatural : un simulacre de représentation au service de l’appareil étatique, d’affairistes et d’une clique hétérogène d’individus cooptés. En miroir, les manifestants ont tenu un discours réaffirmant le caractère indépassable de la souveraineté populaire, directe, et libérée du poids de la délégation quand les délégués n’en sont pas dignes. Grâce à l’autodiscipline de la population, sa démonstration de civisme radical et horizontal, la violence de l’État policier n’a jamais pu être justifiée. Tant dans le contenu que dans la forme, c’est une valeur d’exemple remarquable.

    Source : Les clés du Moyen Orient

    Tags : Algérie, Bouteflika, Article 102, transition,

  • Algérie : Il n’y a rien de nouveau pour accepter le dialogue avec le Maroc

    J’entends et je lis certains politiques de « l’opposition », intellectuels et journalistes s’offusquer du fait que le Pouvoir algérien n’ait toujours pas répondu favorablement à l’appel du roi du Maroc Mohamed VI à l’Algérie d’ouvrir un dialogue bilatéral.

    Cet appel lancé le 6 novembre dernier, jour anniversaire de la marche dite verte qui a marqué le début, il y a quarante-trois ans, de l’occupation du Sahara occidental, a non seulement un vice de forme, mais constitue une provocation.

    Les autorités algériennes ont parfaitement raison de l’avoir ignoré, sachant pertinemment que le Maroc a toujours utilisé un double langage et la ruse. L’accord secret de partage du Sahara occidental de 1974 suffirait à lui seul pour être très méfiant et très prudent, d’autant que l’affaire du Sahara occidental concerne le Maroc et le Front Polisario, et eux seuls depuis que la Mauritanie a renoncé en 1979 à la partie sud qu’elle occupait en vertu de l’accord secret de partage conclu avec Rabat.

    Un dialogue franc et sincère ne pourrait s’ouvrir entre l’Algérie et le Maroc seulement lorsque ce dernier aura totalement et définitivement abandonné ses revendications de terres algériennes et accepter, comme l’exige de très nombreuses résolutions de l’ONU et de l’Union africaine, le principe de l’autodétermination du peuple sahraoui.

    Brahim Younessi, 12/11/2018

    Tags : Sahara Occidental, Algérie, Maroc, autodétermination,

  • Le Maroc n’a jamais défendu militairement les territoires qu’il revendique en Mauritanie, en Algérie, au Sahara Occidental ni à Ceuta et Melilla.

    Hassan II n’a jamais voulu brûler ses doigts en faisant la cuisine. Ce qu’il voulait c’est un plat prêt à manger. Sans penser à l’indigestion qui pourrait s’en découler.

    Lors de la naissance du Front Polisario le 10 mai 1973, les quotidiens marocains, dont l’officieux Matin du Sahara, ont publié intégralement le communiqué sahraoui proclamant la lutte armée contre le colonialiste espagnol et le 7 août 1973, le quotidien Al-Alam, organce central du Parti Istiqlal qui revendique le Grand Maroc, a publié une dépêche sur deux accrochages entre les maquisards sahraouis et les troupes espagnols dans la région de Rio de Oro et Dhar3 El Kelba. La dépêche portait le titre de « Les combattants résistent contre le colonialisme espagnol au Sahara Occidental occupé » (voir image ci-dessus).

    A ce moment-là, les autorités marocaines n’ont pas pensé apporter leur soutien en vue d’expulser les colonialistes espagnols. Au contraire, le roi Hassan II a mené une violente campagne de répression contre les militants sahraouis qui se trouvaient sur le territoire marocain.

    A aucun moment de l’histoire, le Maroc n’a défendu militairement le Sahara Occidental, ni les territoires qu’il revendique en Algérie, en Mauritanie, au Mali comme il a renoncé à défendre Ceuta et Mellila, les deux enclaves « espagnoles » situées au coeur même de son territoire, les Iles Zaffarines et les rochers de Badis. Au contraire, la monarchie alaouite n’a jamais cessé de conspirer avec les forces coloniales contre les combattants marocains et algériens qui étaient prêts à poursuivre la guerre jusqu’à la libération de tout le Maghreb.

    Une fois libérés, le Sahara Occidental et l’Algérie, le roi Hassan II, poussé par des graves erreurs psychologiques, stratégiques et militaires, croyant que les sahraouis et les algériens n’allaient pas défendre leurs territoires, a décidé d’occuper les postes évacués par les français et les espagnols. Rabat n’a pas fait de même avec la Mauritanie en raison du refus français et du territoire du Sahara Espagnol qui s’interposait.

    Hassan II n’a jamais voulu brûler ses doigts en faisant la cuisine. Ce qu’il voulait c’est un plat prêt à manger. Sans penser à l’indigestion qui pourrait s’en suivre.

    Tags : Maroc, Sahara Occidental, Algérie, Grand Maroc, Mauritanie, Tindouf, Front Polisario, Maghreb,

  • Un changement radical sans les figures et les symboles du système : Le peuple algérien maintient la pression

    Des millions d’Algériennes et d’Algériens ont marché à nouveau, hier vendredi, à travers le pays, pour une 7e manifestation grandiose de suite et en date depuis le 22 Février historique.

    À Alger, la manifestation était encore beaucoup plus mobilisatrice, déterminante et tranchante surtout avec un mot d’ordre appelant à la restitution de la souveraineté au peuple algérien, changer le système avec une feuille de route qui passerait sans les symboles et figures du système en place.

    Dans la capitale, la marche a tenu toute ses promesses par la mobilisation, la manière pacifique et le niveau des revendications qui fait de plus en plus mouche et suivi assez souvent par un effet immédiat sur le terrain. Ainsi, les manifestants ont battu le pavé, simultanément, à travers tout le pays, munis de pancartes, drapeaux frappés des couleurs nationales, pour revendiquer la mise en place d’une nouvelle République.

    Après six vendredis consécutifs depuis le 22 février dernier, la 7e grande marche était celle de la victoire et projetant sur l’espoir d’en arracher encore à d’autres succès populaires et citoyens après la démission du président Bouteflika. La révolte nationale pacifique était d’ailleurs hier à son premier vendredi post-Bouteflika, l’ex-président sortant après 20 ans de règne à la tête du pouvoir.

    L’affluence des marcheurs était à son comble vers 11h à la Grande-Poste d’Alger, comme aussi au niveau des places Maurice Audin, le 1er Mai ou encore la place des Martyrs.

    Sur place, a-t-on constaté, une mobilisation plus importante que le précédent vendredi, où des centaines de milliers d’Algériennes et d’Algériens ont affiché leur détermination à faire évincer «tous les partisans et les anciens fidèles de l’ex-Président», maintenant que lui-même ait quitté le pouvoir.

    «Bouteflika c’est fini ! À qui le tour ?»

    Place Maurice Audin, des manifestants portent une grande banderole entre les mains et sur laquelle on pouvait lire : «les 3 B, dégagez ! C’est la décision du peuple le seul et l’unique souverain.» «Le peuple exige le changement politique profond du système en place. Le peuple va maintenir la pression sur le pouvoir en place. Nous exigeons le départ des symboles du système Bouteflika, comme le président du Sénat, Abdelkader Bensalah, le Premier ministre, Noureddine Bedoui, et du président du Conseil constitutionnel, Tayeb Belaïz », comme nous l’a lancé un étudiant, rencontré parmi ses compères, non loin de l’esplanade de la Grande-Poste.

    «Le peuple veut une République civile»

    Au fur et à mesure que les marcheurs avancent, la foule ne faisant que s’élargir. À la Place Audin, Hayet, une mère de trois enfants, nous dira que « le peuple réclame l’activation de l’article 7. Le peuple veut choisir son gouvernement de transition». Hamid, son mari, lui emboîte le pas : «Il est temps de prendre en compte le pouvoir légitime, l’incontournable, celui du peuple», et de préciser que « le peuple veut aller sur la voie de l’élaboration d’une législation garantissant l’État de droit, les libertés individuelles et collectives».

    Sur place, des discussions et des chuchotements sont engagés entre manifestants, portant notamment sur la période de transition. Les youyous fusaient de partout et exprimant la victoire contre l’ex-président de la République. Tarek, un jeune qui suivait de près nos échanges, a affirmé que « ce vendredi est le premier après le départ de Bouteflika. C’est donc une journée qui se veut être pleine d’espoir après cette victoire partielle, (la démission du chef de l’État).» Ou encore de juger que « le peuple veut aller vers une vraie transition démocratique», avant de poursuivre sa marche, en tenant à immortaliser une scène avec son Smartphone en tenant le drapeau national à bras-le-corps.

    Gaid Salah ? Chacun y va de son propre avis !

    Contrairement aux cas de Bensalah, Belaïz et Bedoui, dont la démission est exigée par des manifestants, les avis des marcheurs divergent sur Gaïd Salah, le chef d’état-major de l’ANP.

    Croisé devant le tunnel des Facultés, Hakim nous à indiqué que « je pense que le peuple ne cessera de manifester ses revendications soulevées depuis le 22 février dernier, tant que celles-ci ne sont pas encore satisfaites. L’application de l’article 102 risque de privilégier des changements de forme et non pas de fond», estime notre interlocuteur comme pour renvoyer à l’article 7 surtout qui confère le pouvoir et la souveraineté au peuple algérien. «C’est vrai qu’El Djeïch (Armée nationale) est le nôtre. Mais Gaïd fait, lui aussi, partie du système en place, on réclame son départ. “Goulna Ga3, c’est ga3” (Nous avons dit tous, c’est tous), point barre ! », a conclu Hakim.

    Un autre jeune, par contre, scande, «Djeïch, Chaâb khawa khawa !» (Armée et peuple sont des frères), avant de répondre à Hakim que «Gaïd Salah s’est rangé du côté du peuple et il s’est engagé à satisfaire toutes ses revendications parmi lesquelles figurent le départ du système et une transition démocratique, pour construire une Algérie nouvelle et un État de droit. »

    Mohamed Amrouni

    Le Courrier d’Algérie

    Tags : Algérie, Article 102, Bouteflika, Gaid Salah, armée, transition,

  • Algérie : L’après Bouteflika, premières appréhensions

    Hocine Adryen

    Le FLN et le RND complètement neutralisés, le patron de l’ex-DRS Toufik remis à sa juste place, Liamine Zeroual reparti à Batna sa ville natale pour y sa longue retraite, Bouteflika et ses frères ne président plus l‘Algérie, TAJ et le MPA oubliés et la mafia politico-financière, du moins une grande partie d’entre elle, est aujourd’hui sous surveillance. Que reste-t-il alors à neutraliser ?

    Il y a ceux qui sont encore tapis dans l’ombre dans les institutions officielles et les entreprises publiques. Seuls quelques partis de l’opposition, les plus crédibles, et certaines personnalités sont épargnés par la vindicte populaire. Mais la grande question qui est sur les lèvres d tout le monde : Que va être désormais la position de l’ANP ? Sera-t-elle tentée, encore une fois, d’imposer son propre agenda ? Ou fera-t-elle, comme elle l’a montré dans ses deux derniers communiqués, allégeance au peuple qui a brandi les articles 7 et 8 de la Constitution pour signifier que le moment de son règne est venu ? L’ex-patron du RCD, Saïd Sadi, ne cache pas d’ailleurs on appréhension envers cette institution : « L’ANP doit, en ces instants critiques, se méfier autant de ses propres démons que de ses courtisans », avertit-il. Le premier jour de l’après-Bouteflika après vingt ans de règne personnel a rendu le sourire aux Algériens. Mais il ne doit pas cacher pour autant cette légitime interrogation : « Où va l’Algérie ? », interrogation du défunt président Mohamed Boudiaf.

    Le Conseil constitutionnel, qui s’est réuni hier sous la présidence de Tayeb Belaiz, a officiellement constaté la vacance du pouvoir. Cette décision devra permettre au président du Sénat Abdelkader Bensalah de prendre la relève pour une période de 90 jours. Mais pour qu’elle soit effective, il faut attendre la convocation des deux chambres du Parlement pour acter la procédure. Le Conseil constitutionnel fait la constatation et finit par déclarer la vacance du pouvoir. Ensuite, il envoie la requête au Parlement réuni en ses deux chambres (Sénat et APN). Mais certains craignent déjà une autre manœuvre dilatoire du camp des perdants pour perpétuer la crise institutionnelle.

    Le président de Talaiet el Hourryet, Ali Benflis, a raison de parler de « bombes à retardement laissées par le régime déchu qu’il s’agira de désamorcer ».

    Cela dit et sur un autre plan, le patron de l’ETRHB Ali Haddad pourrait aussi être mêlé à d’autres affaires dans le cadre des enquêtes menées actuellement sur les fortunes douteuses et les transferts illicites de devises, lancées par le parquet contre une douzaine d’hommes d’affaires. Il devra partager sa cellule avec l’autre grand nom de la corruption durant les premières années du règne de Bouteflika Abdelmoumene Khalifa, qui croupit en prison depuis plus de dix ans. Voilà un autre grand scandale qui n’a pas dévoilé tous ses secrets. Des gens cités, dont des ministres, des responsables d’’entreprises en poste à l’époque des faits, n’ont jamais été inquiétés. La majorité avaient bénéficié de la protection du clan présidentiel. On a condamné des seconds couteaux en lieu et place des vrais responsables. Certains sont toujours en poste. D’autres se sont volatilisés. Faut-il rouvrir le dossier ? La justice algérienne est aujourd’hui devant un cas de conscience qu’elle doit corriger pour l’histoire et pour les victimes de cette grosse escroquerie.

    Le Jeune Indépendant, 3 avril 2019

    Tags : Algérie, Article 102, Bouteflika, Gaid Salah, transition, manifestations,

  • WikiLeaks : Ce que pense Bouteflika du roi du Maroc

    Un fossé d’incompréhension et de préjugés sépare les dirigeants algérien et marocain. Les télégrammes révélés par le site WikiLeaks montrent à quel point les divergences sont profondes. En plus du conflit sur le Sahara occidental qui empoisonne les relations entre Alger et Rabat, les deux dirigeants ne s’apprécient guère.

    Le président algérien voit en Mohammed VI un homme non ouvert et qui manque d’expérience.

    L’aversion de Abdelaziz Bouteflika pour le roi marocain est telle qu’il promet, dans une confidence à l’assistante du président américain George Bush pour la sécurité intérieure et l’antiterrorisme, Frances Fragos Townsend, de ne pas «lui serrer la main».

    Le président algérien dit avoir une préférence pour le frère du roi, Moulay Rachid, avec lequel il affirme avoir «plaisanté et discuté agréablement» lors d’une rencontre à Séville, en Espagne, selon un autre mémo américain. «Nous avons bavardé et plaisanté avec bonheur, mais je ne peux pas faire la même chose avec le roi, car nous n’avons pas le même sens de l’humour», a-t-il déploré. Concernant le Sahara, le chef de l’Etat algérien assure que s’il pouvait résoudre le problème, il le ferait. «Mais je ne peux pas parler à la place des Sahraouis», dit-il. «Ce qu’il faut c’est que le Maroc et le Polisario trouvent une solution et ils peuvent le faire avec l’aide des Américains», aurait ajouté le président algérien.

    En février 2008, selon un autre télégramme émis après un entretien avec un diplomate américain, Abdelaziz Bouteflika a jugé qu’au lieu de faire preuve d’une approche «élégante» en acceptant une indépendance du Sahara occidental qu’ils auraient pu «contrôler» ou «superviser», les Marocains souhaitent en réalité « un «anschluss» (un rattachement) comme Saddam Hussein avec le Koweït». Le «plan d’autonomie» voulu par Rabat à la place du référendum d’autodétermination n’offre, d’après Bouteflika, qu’un semblant d’autonomie. Les provinces algériennes en ont davantage vis-à-vis d’Alger, soutient-il.

    Les visées malsaines de Paris

    A en croire les mémos diffusés par WikiLeaks, le président algérien rumine sa rancune auprès de la France qui n’aurait, selon ses mots repris par Le Monde, «jamais vraiment accepté l’indépendance algérienne» et tente de régler ses comptes avec l’Algérie «en appuyant le Maroc».Les Français, «du fait du poids de leur histoire coloniale au Maghreb, sont incapables de jouer un rôle constructif dans le conflit» du Sahara, a-t-il aussi estimé lors d’une rencontre avec Frances Fragos Townsend, conseillère du président George W. Bush pour les affaires de sécurité, selon ces mémos rendus publics par Le Monde. Il semble que le président français a été assez maladroit dans sa diplomatie envers les pays du Maghreb. Alors que le président algérien lui attribue des visées malsaines, le Maroc s’est senti «trahi» par le fait qu’il ait réservé son premier déplacement hors d’Europe à l’Algérie.

    Si le président critique sans ménagement le royaume chérifien, les proches du roi lui rendent la pareille. Ils expliquent, en juin 2009, au représentant personnel du secrétaire général de l’ONU, Christopher Ross, que «le pouvoir est toujours entre les mains de généraux dogmatiques», «pétrifiés» à l’idée du plan d’autonomie pour le Sahara présenté par Rabat. L’Algérie est décrite comme une «menace», un pays qui ferait barrage au Maroc pour lutter efficacement contre le terrorisme et qui chercherait à se doter de l’arme nucléaire.

    Dans la note du 31 juillet 2007, Fouad Ali Himma, adjoint du ministre de l’Intérieur, souligne, après un voyage effectué à Alger, que «les efforts marocains répétés pour réduire le fossé diplomatique ont été rejetés». «Nous avons dit aux Algériens que le Maroc était prêt à rouvrir sa frontière et à prendre d’autres mesures pour rétablir la confiance, mais les Algériens ne nous ont jamais dit ce qu’ils voulaient», prétend-il. Les Américains jugent, eux aussi, sévèrement le Maroc.

    Un câble diplomatique daté du 4 août 2008 et provenant de l’ambassade américaine à Rabat, répercuté par El Pais, Thomas Riley, ambassadeur des Etats-Unis au Maroc de 2003 à 2009, est longuement revenu sur la «coopération exemplaire» entre les armées des deux pays. Mais il insiste également sur la corruption au sein de l’armée marocaine en citant nominativement un général.D’autres mémos évoquent des pratiques frauduleuses dans le secteur immobilier au Maroc.

    El Watan, 5 déc 2010