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  • Mi adiós a Mariem Hassan

    Conchi Moya

    No por menos esperada la noticia deja de ser tristísima. El 22 de agosto de 2015 la gran dama de la canción saharaui, Mariem Hassan, fallecía en los campamentos de refugiados saharauis rodeada de los suyos. Mariem, mujer saharaui, activista, madre, artista y una prodigiosa cantante que ha llevado su causa a todos los rincones del mundo, ha entrado ya en la leyenda. Se agolpan recuerdos y sensaciones mientras la evocamos.

    Vi actuar por primera vez a Mariem en abril de 2000 en los campamentos de refugiados saharauis. No era consciente de la envergadura de quien estaba actuando, entonces yo no sabía absolutamente nada sobre el Sahara. Ella, a punto de ver despegar de manera vertiginosa su carrera, formaba parte de uno de los grupos musicales que participaban en el Festival Sahara en el Corazón, motivo de mi viaje a los campamentos junto con compañeros de mi añorada Radio Resistencia. Por entonces ya había salido, dos años atrás, la caja ‘Saharauis’ de Nubenegra, discográfica con la que la cantante desarrollaría su exitosa carrera musical. De su época anterior a Nubenegra hay que destacar su participación en el documental de Danielle Smith ‘Beat of Distant Hearts’ (1999) donde una joven Mariem aparecía junto con poetas y pintores saharauis en los campamentos de refugiados.

    A partir de entonces el Sahara pasó a ser parte de mi vida y Mariem Hassan era una parte indisoluble de la causa saharaui. Sus discos y sus actuaciones eran una celebración por la libertad del Sahara, una de las mejores herramientas de lucha y de difusión de la causa saharaui en todos los rincones del mundo donde Mariem cantaba.

    La primera vez que la vi en España fue en 2001 en la sala Clamores, acompañada por el guitarrista Nayim Alal. Vendrían después decenas de conciertos: en varias ocasiones en la desaparecida Sala Suristán; en la librería Enclave desde donde pasamos a la oficina de Nubenegra, recién presentado Shouka, estuvimos tomando algo con su grupo de entonces en el que Lamgaifri Brahim tocaba la guitarra; en la clausura de varias ediciones de las Jornadas de las Universidades públicas madrileñas donde la escuchábamos con tanta emoción rodeados de compañeros de causa; o un inolvidable concierto en Clamores en mayo de 2012, tras la clausura de las jornadas universitarias de aquel año. Mariem enardecía al público, aquello era siempre una locura.

    Tuvimos una última ocasión de verla actuar en directo el 10 de noviembre de 2012 como colofón de la manifestación anual por el Sahara de aquel año. Un mes antes habíamos estado en Espacio Ronda en la presentación de su disco ‘Arde El Aaiun’, su cuarto y último trabajo en solitario. Entonces la acompañaba la que sería su última banda, con Luis Giménez a la guitarra, y las flautas y el saxo de Gabriel Flores, además de su inseparable Vadiya.

    Sabíamos que Mariem estaba de nuevo enferma pero todos esperábamos que saldría adelante. Lo intentó con todas sus fuerzas.

    Mariem Hassan fue una figura de la música a escala mundial que traspasó países, culturas, estilos y generaciones. Recuerdo mi sorpresa cuando en el Tímpanos y Luciérnagas (programa musical de radio desde Murcia) dedicado al artista Sam3, una de las canciones que él escogió fue de Mariem Hassan; no era un programa de músicas del mundo, no eran personas cercanas a la causa saharaui, pero Mariem estuvo allí.

    Rompiendo cadenas musicales, la revista Rockdelux es una de las que le ha dedicado un texto de despedida. Una prueba del éxito de Mariem fue su presencia durante dos meses consecutivos en 2012 en el nº 1 en las listas europeas de las músicas del mundo. Como figura que interesó a los medios de comunicación y a otros artistas, hay que recordar dos conciertos monumentales de la cantante.

    Un frío 24 de febrero de 2005 Mariem actuó con el gran Enrique Morente en el IV Festival Musical a favor del Pueblo Saharaui en Guadalajara. Mariem y Morente compartieron escenario en una canción, quedamos absolutamente fascinados. El 8 de marzo de 2004 Mariem tocaba en Madrid ante una Plaza de Callao abarrotada en un multitudinario concierto organizado por Radio3. Presentaba entonces su segundo disco en solitario ‘Deseos’, acompañada por su hermano Boika y su inseparable Baba Salama.

    Baba Salama fue uno de sus grandes apoyos y una de sus grandes tristezas. Su querido compañero y director musical de sus dos primeros discos en solitario, fue uno de los grandes guitarristas que ha dado el haul saharaui. Baba murió de una inesperada y fulminante enfermedad el 24 de agosto de 2005, en estos días hará diez años. Por entonces Mariem estaba siendo tratada por primera vez del cáncer que acababan de detectarle.

    A pesar del mazazo sacaría fuerzas para afrontar la etapa más brillante de su carrera.

    Además de España, la artista saharaui recorrió casi toda Europa (Alemania, Bélgica, Portugal, Suecia, Francia, Reino Unido, Italia…), Nueva Zelanda y Australia en marzo de 2010, Latinoamérica (arrasó en Venezuela), África (en el desierto de Mali)… Allá donde iba solía participar en talleres, de danza, de música, de cocina, explicando siempre la causa saharaui allá donde actuaba. Decenas de festivales, premios, homenajes y reconocimientos. Inagotable Mariem. Colaboraciones con Luis Delgado, Amparanoia, Sebastiâo Antunes, con músicos iraníes, senegaleses…

    También cantó versos de los grandes poetas saharauis en hassania como Badi Mohamed Salem, Beibu, Bachir Ali y en especial con Mohamed Lamin Alal, quien le escribió varios temas, el último su canción ‘Despedida’, cantada a capella.

    Mariem fue una embajadora de su causa, una potente activista cultural, su música fue una eficaz herramienta de lucha que llevó a los saharauis a todos los rincones del mundo. Siempre fue una activista comprometida hasta la médula con los territorios ocupados. En febrero de 2005, cuando aún no había estallado la Intifada saharaui de mayo de aquel año, Mariem ya hablaba de sus compatriotas de la parte ocupada.

    En declaraciones a Poemario por un Sahara Libre afirmó: “Yo me entrego a los ciudadanos saharauis que resisten en los territorios ocupados y les agradezco el mantener su lucha constante y me siento muy contenta porque me consta que seguís mis veladas artísticas y mi música”. Fruto de ese compromiso nacieron sus canciones más reivindicativas: ‘La Intifada’, ‘Arde El Aaiun’ o ‘Gdeim Izik’, ya inolvidables. Mantuvo el mismo compromiso con sus compatriotas de los campamentos: festivales solidarios por el Sahara, a favor de los refugiados, compartiendo mesa con destacados activistas saharauis como Aminetu Haidar. Mariem, siempre reivindicativa, protestó en 2010 contra la celebración del festival trampa marroquí “Dakhla-Morocco” en la ciudad saharaui de Dajla y pidió a Johnny Clegg que no participara. El músico sudafricano finalmente no acudió al Sahara ocupado.

    Imposible enumerar todas sus canciones. Algunas recogen anécdotas de su vida cotidiana como ‘La melhfa’ (recordando la agresión que sufrió a manos de unos marroquíes en Madrid en septiembre de 2009), o ‘Alu ummi’ (donde recrea una tierna llamada de teléfono a su madre); ‘Shouka’, una cantata donde Mariem respondía al discurso de Felipe González en los campamentos de refugiados saharauis y le echaba en cara su traición. Mariem nos deja también auténticos himnos como ‘Haiyu’ o ‘Ana saharauia’.

    Tuve ocasión de ver por última vez a Mariem en mayo de 2014. Había ido a despedir al equipo de la película ‘Legna, habla el verso saharaui’, que participaban en el FISahara de aquel año. Mariem viajaba con su gente de Nubenegra y el músico portugués Sebastiâo Antunes, con el que había actuado en Portugal y al que le unía una buena amistad. Mariem, en la última fase de su enfermedad, iba a despedirse de su pueblo en un concierto. Estuve un rato sentada con ella intercambiando opiniones; me explicaba con calma y naturalidad algunos de sus problemas de salud sin perder ni un momento la sonrisa. Mariem entregaría más tarde el Primer Premio a los directores de ‘Legna…’, que finalmente resultaría vencedora.

    Mariem Hassan viviría aún más de un año, plantando cara a la enfermedad con esa fuerza que sólo poseen los verdaderamente grandes. Con esa deslumbrante eterna sonrisa tuvo aún fuerza para participar en el que ha sido su último proyecto y del que esperamos pronto tener noticias.

    Difícil asimilar que ya no tendremos entre nosotros a Mariem. Descanse en paz.

    Haz lo que debas

    Tags : Sahara Occidental, Mariam Hasán, Conchi Moya,

  • “El desierto encierra mucha vida y calma” (Conchi Moya)

    Conchi Moya es periodista y escritora, pero trabaja como técnico en una multinacional energética

    El cambio de siglo le pilló a la periodista y escritora Conchi Moya (Madrid, 47 años) trabajando en Radio Resistencia. En esa emisora rebelde, dos compañeros suyos habían viajado al primer festival Sáhara en el Corazón, que se celebró en los campamentos de población refugiada saharaui en 1998. Cuando se enteró de que en 2000 se volvía a celebrar con figuras como Rosendo, Mercedes Ferrer o Bidinte, se apuntó sin saber muy bien dónde iba ni qué pasaba allí. Y su vida cambió, y decidió dedicarla a enseñar al mundo lo que ella había ignorado hasta entonces. Ha escrito varios libros sobre el asunto, el último, Las acacias del éxodo, un pequeño éxito editorial alejado de las grandes distribuidoras.

    ¿Cómo llegó al Sáhara, qué sintió al verlo la primera vez?

    La verdad, fui sin saber muy bien a dónde iba. Me apunté al Sáhara en el corazón del 2000 pues me llamaba la atención en plan viaje exótico y orientalista. Me incomoda mucho todo lo de viajar y me un poco de miedo el avión, así que fui un poco a la ligera, sin conocer su problemática.

    ¿Y le decepcionó?

    No, pero no fue nada exótico. Al revés, me sorprendió pero no en el sentido que esperaba. Vi de cerca un pueblo que luchaba por su causa y me hizo pensar y reconocer que, yo que siempre he sido inquieta, me ha gustado estar informada de todo y leía muchos periódicos, no me había topado nunca con noticias sobre el Sáhara. Recuerdo que María Salgado, una de las cantantes que participó en el festival, dijo que quería convertirse en “embajadora en el mundo de un pueblo digno”. Esa frase me ayudó a decidir que yo también quería dedicar parte de mi vida a dar a conocer la causa.

    ¿Y por eso dejó de trabajar en la radio?

    No, eso lo dejé porque no me pagaban y no me parecía bien. Me sentía utilizada y tenía que pagar mis facturas, ahora trabajo en una multinacional

    Y con tanta actividad fuera del trabajo, ¿no le dicen nada en la multinacional?

    No, pero me cuesta mucho atender a tanto, y siempre voy en el metro corrigiendo textos y editando en el móvil. Cada momento del día lo tengo ocupado, y además me gusta salir mucho, el bullicio de Madrid, ir a conciertos, al cine, de cañas. La calle de Madrid está muy viva y no me gusta perdérmela.

    Qué contraste con la vida en el desierto, ¿no?

    No crea, el desierto encierra mucha vida. Ahí se aprende a sobrevivir respetando a todo el mundo. El desierto es vivir a pesar de.

    Su pareja, el escritor y poeta saharaui Bahía Mahmud Awah, ¿no le ha enseñado a tomarse la vida con más calma, como parece ser que es parte del carácter de su pueblo?

    Sí, se me han pegado cosas de los saharauis, que saben disimular muy bien la prisa y siempre aparenten esa calma exterior. Y aunque parezca que la vida se la toman de forma apaciguada, son unos trabajadores constantes y nunca paran.

    Ama Madrid, dice, pero en esta ciudad se firmaron los acuerdos que llevan su nombre y que son parte del origen del conflicto.

    La culpa no es de Madrid, ni de la ciudad, ni de la gente. Se firmaron aquí porque aquí está el gobierno. Los culpables son otros, con nombres y apellidos que conocemos. Madrid, y no es por el topicazo, es ciudad abierta y de acogida. Aquí todo el mundo es madrileño sin ningún problema. Lo veo con mi pareja, un saharaui que se siente muy madrileño aunque llegó con casi 40 años.

    ¿Qué pretende con su último libro Las acacias del éxodo?

    A través de relatos breves y distintos, he querido contar las curiosidades que yo tenía sobre el Sáhara: indagar sobre el discurso de Felipe González en los campamentos antes de ser presidente, la identidad de las fotos de las guerrilleras del Frente Polisario, incluso de los adolescentes españoles que vivieron allí hasta la entrega a Marruecos. Muchas historias transformadas en literatura a través de testimonios personales para entender el drama que allí sigue habiendo. Puede que el discurso político —que, por supuesto, hay que hacer— se quede corto y yo quería llegar de otra manera.

    JUSTICIA PARA EL PUEBLO SAHARAUI

    Aunque dice que puede que ella “no lo vea”, está segura de que al pueblo saharaui se le hará justicia y acabará reencontrándose en el Sáhara Occidental, ocupada hoy por Marruecos y que fue provincia española hasta 1975. Viaja con frecuencia a los campamentos, escribe libros sobre ello, y participa en blogs.

    El País, 14 ago 2019

    Tags : Sahara Occidental, Conchi Moya, Las acacias del éxodo,

  • Conversación con el escritor africano Ngugi wa Thiong’o en Madrid. Una cita largamente esperada

    Teníamos una cita pendiente con Ngugi wa Thiong’o desde 2007. En abril de ese año los escritores saharauis Zahra Hasnaui y Bahia Awah recalaban en la universidad californiana de Irvine para impartir una serie de conferencias. Tenían previsto un encuentro con el escritor y académico africano Ngugi wa Thiong’o, profesor de aquella universidad. Sin embargo, Ngugi se encontraba de viaje aquellos días y el encuentro no se pudo celebrar finalmente. Los escritores saharauis le dejaron unos libros y algunos detalles de artesanía saharaui y desde entonces hemos esperado poder acudir a algún encuentro con Ngugi. Por fin pudimos cumplir nuestro deseo el pasado martes 14 de mayo gracias al encuentro con el escritor celebrado en el Museo Reina Sofía. Bajo el título “Desplazar el centro” se desarrolló la conversación con el escritor, pensador y profesor de Literatura Inglesa y Comparada, nacido en Kenia, de la mano del periodista Chema Caballero.

    Ngugi, de 81 años, aún vive la literatura con enorme intensidad. Afirma que su mejor libro es el que aún no ha escrito y, en una entrevista reciente con el blog “Africa no es un país” asegura que quiere competir con genios como Cervantes. Él es desde luego una leyenda viva de las letras africanas y eterno aspirante al Nobel, premio que parece que nunca llega. Exiliado en Estados Unidos desde los años 80, ha vivido una intensa vida llena de éxitos, pero también de sinsabores, como su encarcelamiento en 1977 por el régimen surgido tras la independencia de Kenia, por la que él también luchó. En la cárcel, el escritor decidió abandonar el inglés como idioma de sus libros y escribir en su lengua materna, el gikuyo “como ejemplo de resistencia”, según sus palabras. Escribió en la cárcel su primera novela, “El diablo en la cruz”, en papel higiénico. Estos años se ha convertido una costumbre en casa estar pendientes de la confirmación por parte de la Academia Sueca del nombre del Premio Nobel de Literatura, deseando que se anuncie que es Ngugi.

    El escritor comenzó su intervención reflexionando como el saber es excesivamente teórico y no se preocupa de otros imaginarios, realizando su habitual defensa de “las lenguas minorizadas”. Así reivindicó que le gusta que le llamen “escritor africano, es importante porque hubo un tiempo en que la gente pensaba que no había escritura en África”. Recalcó la importancia de que los escritores africanos “escribamos en nuestras lenguas africanas, que son vibrantes y potentes”. Ngugi se quejó, con fina ironía de que a los escritores africanos se les pregunte por qué escriben en sus lenguas africanas o maternas. Defendió que los idiomas de África son “tremendamente expresivos” y pensar que en estas lenguas no se puede realizar una producción intelectual tiene que ver “con una visión colonial”. “Las lenguas son como instrumentos musicales. No hay una lengua más lengua que la otra. Cada una tiene su musicalidad”.

    Su madre, que no sabía leer ni escribir pero se empeñó en que Ngugi fuera a la escuela, tuvo una presencia importante durante la charla. El escritor africano habló sobre la promesa que le hizo de continuar con sus estudios a pesar de las adversidades y su compromiso con ella de dar siempre más del cien por cien en todas las tareas que acometiera.

    Chema Caballero recordó que Ngugi es un eterno candidato al Premio Nobel. El escritor se lo tomó con buen humor. “No me lo han dado, no”. Valora como positivo que sus obran gusten, “pero mi verdadero desafío es lograr la novela perfecta”. Tanto en forma, lengua, carácter, personajes. “Es un sueño que siempre está ahí, es una posibilidad real, es como respirar. Soñar con la novela perfecta me impulsa a seguir intentándolo”. Ngugi escribe sus libros como parte de ese proceso de intentar escribir esa novela perfecta. “La búsqueda de la belleza impulsa el movimiento”, reflexionó. En realidad, “que un lector te diga que tu libro le ha gustado es el verdadero Nobel”, afirmó. El periodista recalcó que llevamos varias décadas sin que un autor africano negro reciba el Premio Nobel, “tal vez sea hora de descolonizar el Nobel”, comentó. Ante esta cuestión Ngugi señaló que “parece que los escritores africanos deben ponerse la máscara de las lenguas europeas para ser visibles”. Por el contrario animó a “conseguir la visibilidad con nuestras lenguas maternas”

    Las preguntas no eludieron el tema político. “¿La independencia de Kenia fue una decepción para ti?”, inquirió Chema Caballero. Ngugi explicó que estuvo encarcelado por sus ideas. “La experiencia de la cárcel fue muy desafiante para mí como escritor”. Explicó que las enseñanzas de su madre fueron fundamentales en la cárcel para no quejarse y aceptar una situación de la que no podía escapar. Buscó la manera de sacar algo positivo de aquella situación. “Me escapa de la cárcel a través de mi imaginación, no podían encarcelar mi imaginación”. Ngugi salió adelante en la cárcel gracias a la imaginación, que le dio poder para seguir escribiendo, en aquel momento con lo único que tenía a mano, el papel higiénico.

    Ngugi, que fue uno de los líderes del movimiento anticolonialista en Kenia, reconoció que “el problema surgió después de la independencia”. Lanzó una pertinente pregunta ¿quién controla hoy en día en África el sistema bancario y los recursos naturales? “África construyó la Europa moderna, el comercio de esclavos y los recursos generaron tanta riqueza en las antiguas metrópolis. Reflexionó sobre la importancia de conseguir “una independencia económica para que haya una independencia real”. Abogó por “cambiar en posición de igualdad”.

    “Sin la imaginación no somos humanos”, afirmó. “Las artes alimentan la imaginación y nos permiten visualizar el futuro”. Por eso el autoritarismo lo primero que intenta es limitar la imaginación de la gente. Y “al primero que se persigue es al artista”.

    A la pregunta del escritor saharaui Bahía Awah sobre el culturicidio que sufre el pueblo saharaui debido a la invasión colonial marroquí y de qué forman debe actuar el intelectual desde el exilio, Ngugi afirmó que “el colonialismo, en la forma que sea, debe ser resistido”, ya que se trata de un “sistema económico, político y social de sometimiento a una comunidad”. El escritor keniata aboga por “la igualdad, no hay un ser humano más humano que otro, ni hay una nación más nación que otra”. Definió el exilio, él tuvo que exiliarse a Inglaterra y en la actualidad reside en California, como “encontrarse en otro lugar fuera de la tierra de uno”. Calificó el exilio como algo que ha sucedido a lo largo de la historia”. Consideró que “es positivo que un país acoja a gente que huye de la desolación”. Con enorme sencillez y lucidez, explicó que “el exilio no se elige, fue el exilio el que me eligió a mí”. Como tampoco se elige el lugar donde se es acogido. “Eres un náufrago y te quedas dónde te acogen”. Según Ngugi “lo importante qué haces con el exilio. Yo he tenido la suerte de poder escribir”.

    A la pregunta lanzada desde el público sobre qué consejo podía dar a los escritores, Ngugi respondió un tajante: “Write, write, write, and you will get it right”, “Escribe, escribe, escribe y lo conseguirás”. Según el escritor “Hay que hacerlo. Es un trabajo duro y el trabajo duro siempre funciona. Es duro pero merece la pena. Debes seguir ese impulso, volver a él y serle fiel”. Ngugi reconoció que la publicación tiene que ver con “ensayo / error”, ya que no siempre los editores aceptan los manuscritos, aunque destacó que ahora también se puede autoeditar, hay más posibilidades y hoy en día ya no es necesario exclusivamente ser respaldado por una editorial. El escritor nos dio un estupendo consejo que él mismo ha aplicado a su vida, azarosa y complicada en muchos momentos. “Intento, y no siempre es fácil, encontrar lo positivo de todas las situaciones. Lo negativo puede generar energía creativa”.

    También hubo momento para hablar de las mujeres. Ngugi confesó que las mujeres son parte muy importante de su vida. Desde esa madre que le animó a estudiar hasta su esposa y sus hijas. Reconoció la importancia de la mujer en la historia de Kenia y en la historia de África “las mujeres están en todas partes y ellas han mantenido a la gente unida”. También habló sobre las letras africanas, con un panorama actual muy vivo y emergente. Destacó la importancia de las escritoras africanas, “muy poderosas”. “En el continente la historia de las mujeres africanas ha sido invisibilizada”, concluyó.

    Bahia Awah pudo saludar en persona al entrañable, lúcido y divertido Ngugi, posando a su lado en la “foto de familia” con los asistentes y haciéndole entrega del libro de poesía saharaui en español con traducción al inglés “Thirty One” editado hace varios años en la Universidad de Leeds.
    Una tarde inolvidable en la que, como dicen nuestros amigos de LiterAfricas, el gran Ngugi wa Thiong´o “Llegó, vio y nos ganó”.

    Fuente : Haz lo que debas

    Tags : Sahara Occidental, literatura saharaui, Bahia Awah, Conchi Moya, Zahra Hasnaui, Ngugi wa Thiong’o,

  • ‘Las acacias del éxodo’, un viaje literario para conocer al pueblo saharaui

    Conchi Moya

    Si me preguntan cómo se gestó mi libro Las acacias del éxodo debo referirme a dos momentos relevantes. Uno fue noviembre de 2010, cuando las fuerzas de represión marroquíes arrasaron el campamento saharaui de Gdeim Izik llevándose por delante de manera brutal las miles de jaimas que componían el llamado Campamento de la Dignidad saharaui.

    Lo sucedido en aquel mes desde que la población saharaui de la ciudad ocupada de El Aaiun levantó el campamento hasta su destrucción me dejó hondamente impresionada y fue probablemente el momento más decisivo y lleno de fervor que he vivido en estos casi veinte años de caminar al lado de los saharauis. El otro momento fue la visita a Madrid en 2012 de Ahmed Mohamed Fadel “Rubio”, un histórico de la causa desde el frente cultural, joven yeyé en su Villa Cisneros natal, combatiente con el Ejército saharaui durante la guerra de liberación y hombre del libro que hoy en día vive refugiado en los campamentos del sur de Argelia, en espera del ansiado regreso a la tierra que lo vio nacer.

    Las charlas con Rubio sucedidas durante aquellos días calaron hondo en mi memoria, porque cuando Rubio habla de su boca salen flores. Es un hombre de palabra pausada y profunda, con hondas convicciones e integridad irrevocable. Sus reflexiones siempre llevan el perfume de la poesía de su pueblo y es una fuente inagotable de memoria y recuerdos. Aquellas historias prendieron en mí y poco a poco se fueron convirtiendo en relatos y en personajes. Como el combatiente que pinta la señal de la paz en un proyectil, el revolucionario Salama o el soldado que recuerda la visita de Felipe González a los campamentos. Todos llevan su inconfundible voz.

    A los saharauis les llaman “los hijos de la nube”, siempre en busca de la lluvia que traiga pasto y respiro en el inclemente desierto. También son un pueblo que derrama poesía. Pocos enclaves en el territorio saharaui pueden ser más venerados que los pozos y pocos tesoros más apreciados que la memoria. Rubio dice que quienes escribimos sobre el Sáhara Occidental construimos “pozos culturales” para saciar la sed del pueblo y cada vez que terminamos de construir uno de esos pozos lo entregamos al pueblo “para que recupere su cultura y no pierda su identidad”. Efectivamente, “Las acacias del éxodo” es un libro del pueblo saharaui y al mismo que espera acercar a la causa a muchas personas que no la conocen.

    Los saharauis me convirtieron en escritora. La adolescente que fui escribía cartas a sus amigos contando las historias que les sucedían como forma de atesorarlas y guardarlas para siempre. El viaje que realicé a los campamentos de refugiados saharauis me llevó a emprender una tarea más ardua: narrar aquella increíble experiencia que metió al pueblo saharaui y su causa en mi corazón. Mi encuentro con Bahia Awah y los poetas saharauis que más tarde se unieron en torno a la Generación de la Amistad me animaron a escribir y a convertir aquel taco de folios grapados en mi primer libro autoeditado, “Los otros príncipes”. Las historias que escuchaba a mi familia y amigos saharauis se convirtieron poco después en un segundo libro, también autoeditado, “Delicias saharauis”.

    Pero cuando vives el Sahara todos los días, nunca hay bastante escritura para contar todo lo que aprendes, escuchas, vives y descubres. Gdeim Izik y Rubio fueron el detonante de los primeros relatos. Pronto vinieron más, inspirados en las palabras, la vida y el ejemplo de mujeres y hombres saharauis. Como la militante Nueina Djil, protagonista de la mítica imagen de la fotorreportera Christine Spengler con un fusil al hombro y su bebé en brazos; Moina Chejatu, la joven saharaui que acompañó a Felipe González en su visita a los recién creados campamentos de refugiados saharauis; los activistas saharauis de derechos humanos Brahim Dahan y Hmad Hamad, cuyas historias de lucha y sacrificio por el Sahara son constante fuente de inspiración para mí; el escritor y diplomático Ahmed Muley Ali o el poeta nacional Bachir Ali, quien me descubrió la existencia de Graret Lantilagha, las acacias del éxodo, lugar que da nombre al libro. Sus testimonios y los de familiares y amigos fueron conformando esta colección de relatos donde pretendo huir de orientalismos para reflejar una visión realista de los saharauis. Porque creo firmemente en la literatura comprometida como una de las mejores vías para difundir ideas y causas. “Las acacias del éxodo” pasa a formar parte de la bibliografía de poemarios, novelas, libros de relatos y ensayos que acompañan al pueblo saharaui en su camino hacia la libertad.

    Espero que los lectores viajéis al Sáhara a través de sus páginas, conozcáis a su gente y entendáis su realidad.

    Sahara Libre.

    Fuente: Mugalari Kultura, 06/05/2019

    Tags : Sahara Occidental, Frente Polisario, refugiados saharauis, Conchi Moya, Las acacias del éxodo,