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  • “El desierto encierra mucha vida y calma” (Conchi Moya)

    Conchi Moya es periodista y escritora, pero trabaja como técnico en una multinacional energética

    El cambio de siglo le pilló a la periodista y escritora Conchi Moya (Madrid, 47 años) trabajando en Radio Resistencia. En esa emisora rebelde, dos compañeros suyos habían viajado al primer festival Sáhara en el Corazón, que se celebró en los campamentos de población refugiada saharaui en 1998. Cuando se enteró de que en 2000 se volvía a celebrar con figuras como Rosendo, Mercedes Ferrer o Bidinte, se apuntó sin saber muy bien dónde iba ni qué pasaba allí. Y su vida cambió, y decidió dedicarla a enseñar al mundo lo que ella había ignorado hasta entonces. Ha escrito varios libros sobre el asunto, el último, Las acacias del éxodo, un pequeño éxito editorial alejado de las grandes distribuidoras.

    ¿Cómo llegó al Sáhara, qué sintió al verlo la primera vez?

    La verdad, fui sin saber muy bien a dónde iba. Me apunté al Sáhara en el corazón del 2000 pues me llamaba la atención en plan viaje exótico y orientalista. Me incomoda mucho todo lo de viajar y me un poco de miedo el avión, así que fui un poco a la ligera, sin conocer su problemática.

    ¿Y le decepcionó?

    No, pero no fue nada exótico. Al revés, me sorprendió pero no en el sentido que esperaba. Vi de cerca un pueblo que luchaba por su causa y me hizo pensar y reconocer que, yo que siempre he sido inquieta, me ha gustado estar informada de todo y leía muchos periódicos, no me había topado nunca con noticias sobre el Sáhara. Recuerdo que María Salgado, una de las cantantes que participó en el festival, dijo que quería convertirse en “embajadora en el mundo de un pueblo digno”. Esa frase me ayudó a decidir que yo también quería dedicar parte de mi vida a dar a conocer la causa.

    ¿Y por eso dejó de trabajar en la radio?

    No, eso lo dejé porque no me pagaban y no me parecía bien. Me sentía utilizada y tenía que pagar mis facturas, ahora trabajo en una multinacional

    Y con tanta actividad fuera del trabajo, ¿no le dicen nada en la multinacional?

    No, pero me cuesta mucho atender a tanto, y siempre voy en el metro corrigiendo textos y editando en el móvil. Cada momento del día lo tengo ocupado, y además me gusta salir mucho, el bullicio de Madrid, ir a conciertos, al cine, de cañas. La calle de Madrid está muy viva y no me gusta perdérmela.

    Qué contraste con la vida en el desierto, ¿no?

    No crea, el desierto encierra mucha vida. Ahí se aprende a sobrevivir respetando a todo el mundo. El desierto es vivir a pesar de.

    Su pareja, el escritor y poeta saharaui Bahía Mahmud Awah, ¿no le ha enseñado a tomarse la vida con más calma, como parece ser que es parte del carácter de su pueblo?

    Sí, se me han pegado cosas de los saharauis, que saben disimular muy bien la prisa y siempre aparenten esa calma exterior. Y aunque parezca que la vida se la toman de forma apaciguada, son unos trabajadores constantes y nunca paran.

    Ama Madrid, dice, pero en esta ciudad se firmaron los acuerdos que llevan su nombre y que son parte del origen del conflicto.

    La culpa no es de Madrid, ni de la ciudad, ni de la gente. Se firmaron aquí porque aquí está el gobierno. Los culpables son otros, con nombres y apellidos que conocemos. Madrid, y no es por el topicazo, es ciudad abierta y de acogida. Aquí todo el mundo es madrileño sin ningún problema. Lo veo con mi pareja, un saharaui que se siente muy madrileño aunque llegó con casi 40 años.

    ¿Qué pretende con su último libro Las acacias del éxodo?

    A través de relatos breves y distintos, he querido contar las curiosidades que yo tenía sobre el Sáhara: indagar sobre el discurso de Felipe González en los campamentos antes de ser presidente, la identidad de las fotos de las guerrilleras del Frente Polisario, incluso de los adolescentes españoles que vivieron allí hasta la entrega a Marruecos. Muchas historias transformadas en literatura a través de testimonios personales para entender el drama que allí sigue habiendo. Puede que el discurso político —que, por supuesto, hay que hacer— se quede corto y yo quería llegar de otra manera.

    JUSTICIA PARA EL PUEBLO SAHARAUI

    Aunque dice que puede que ella “no lo vea”, está segura de que al pueblo saharaui se le hará justicia y acabará reencontrándose en el Sáhara Occidental, ocupada hoy por Marruecos y que fue provincia española hasta 1975. Viaja con frecuencia a los campamentos, escribe libros sobre ello, y participa en blogs.

    El País, 14 ago 2019

    Tags : Sahara Occidental, Conchi Moya, Las acacias del éxodo,

  • ‘Las acacias del éxodo’, un viaje literario para conocer al pueblo saharaui

    Conchi Moya

    Si me preguntan cómo se gestó mi libro Las acacias del éxodo debo referirme a dos momentos relevantes. Uno fue noviembre de 2010, cuando las fuerzas de represión marroquíes arrasaron el campamento saharaui de Gdeim Izik llevándose por delante de manera brutal las miles de jaimas que componían el llamado Campamento de la Dignidad saharaui.

    Lo sucedido en aquel mes desde que la población saharaui de la ciudad ocupada de El Aaiun levantó el campamento hasta su destrucción me dejó hondamente impresionada y fue probablemente el momento más decisivo y lleno de fervor que he vivido en estos casi veinte años de caminar al lado de los saharauis. El otro momento fue la visita a Madrid en 2012 de Ahmed Mohamed Fadel “Rubio”, un histórico de la causa desde el frente cultural, joven yeyé en su Villa Cisneros natal, combatiente con el Ejército saharaui durante la guerra de liberación y hombre del libro que hoy en día vive refugiado en los campamentos del sur de Argelia, en espera del ansiado regreso a la tierra que lo vio nacer.

    Las charlas con Rubio sucedidas durante aquellos días calaron hondo en mi memoria, porque cuando Rubio habla de su boca salen flores. Es un hombre de palabra pausada y profunda, con hondas convicciones e integridad irrevocable. Sus reflexiones siempre llevan el perfume de la poesía de su pueblo y es una fuente inagotable de memoria y recuerdos. Aquellas historias prendieron en mí y poco a poco se fueron convirtiendo en relatos y en personajes. Como el combatiente que pinta la señal de la paz en un proyectil, el revolucionario Salama o el soldado que recuerda la visita de Felipe González a los campamentos. Todos llevan su inconfundible voz.

    A los saharauis les llaman “los hijos de la nube”, siempre en busca de la lluvia que traiga pasto y respiro en el inclemente desierto. También son un pueblo que derrama poesía. Pocos enclaves en el territorio saharaui pueden ser más venerados que los pozos y pocos tesoros más apreciados que la memoria. Rubio dice que quienes escribimos sobre el Sáhara Occidental construimos “pozos culturales” para saciar la sed del pueblo y cada vez que terminamos de construir uno de esos pozos lo entregamos al pueblo “para que recupere su cultura y no pierda su identidad”. Efectivamente, “Las acacias del éxodo” es un libro del pueblo saharaui y al mismo que espera acercar a la causa a muchas personas que no la conocen.

    Los saharauis me convirtieron en escritora. La adolescente que fui escribía cartas a sus amigos contando las historias que les sucedían como forma de atesorarlas y guardarlas para siempre. El viaje que realicé a los campamentos de refugiados saharauis me llevó a emprender una tarea más ardua: narrar aquella increíble experiencia que metió al pueblo saharaui y su causa en mi corazón. Mi encuentro con Bahia Awah y los poetas saharauis que más tarde se unieron en torno a la Generación de la Amistad me animaron a escribir y a convertir aquel taco de folios grapados en mi primer libro autoeditado, “Los otros príncipes”. Las historias que escuchaba a mi familia y amigos saharauis se convirtieron poco después en un segundo libro, también autoeditado, “Delicias saharauis”.

    Pero cuando vives el Sahara todos los días, nunca hay bastante escritura para contar todo lo que aprendes, escuchas, vives y descubres. Gdeim Izik y Rubio fueron el detonante de los primeros relatos. Pronto vinieron más, inspirados en las palabras, la vida y el ejemplo de mujeres y hombres saharauis. Como la militante Nueina Djil, protagonista de la mítica imagen de la fotorreportera Christine Spengler con un fusil al hombro y su bebé en brazos; Moina Chejatu, la joven saharaui que acompañó a Felipe González en su visita a los recién creados campamentos de refugiados saharauis; los activistas saharauis de derechos humanos Brahim Dahan y Hmad Hamad, cuyas historias de lucha y sacrificio por el Sahara son constante fuente de inspiración para mí; el escritor y diplomático Ahmed Muley Ali o el poeta nacional Bachir Ali, quien me descubrió la existencia de Graret Lantilagha, las acacias del éxodo, lugar que da nombre al libro. Sus testimonios y los de familiares y amigos fueron conformando esta colección de relatos donde pretendo huir de orientalismos para reflejar una visión realista de los saharauis. Porque creo firmemente en la literatura comprometida como una de las mejores vías para difundir ideas y causas. “Las acacias del éxodo” pasa a formar parte de la bibliografía de poemarios, novelas, libros de relatos y ensayos que acompañan al pueblo saharaui en su camino hacia la libertad.

    Espero que los lectores viajéis al Sáhara a través de sus páginas, conozcáis a su gente y entendáis su realidad.

    Sahara Libre.

    Fuente: Mugalari Kultura, 06/05/2019

    Tags : Sahara Occidental, Frente Polisario, refugiados saharauis, Conchi Moya, Las acacias del éxodo,