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  • ¿Por qué la ONU sigue considerando al Sáhara Occidental una colonia española?

    Óscar nos ha preguntado a través del formulario de EOM explica por qué razón la ONU sigue considerando al Sáhara Occidental una colonia que pertenece de iure a España.

    El Sáhara Occidental, un extenso territorio situado en la costa atlántica de África, es uno de los 17 territorios de todo el mundo considerados como una colonia por el Comité Especial de Descolonización de Naciones Unidas. Además, es la última colonia que queda en el continente africano y es el único de los 17 territorios que tiene como potencia colonial a España. Es decir: el Sáhara Occidental sigue siendo una colonia, y España sigue siendo responsable de ese territorio. ¿Por qué?

    España se convirtió en la potencia colonial sobre el actual territorio del Sáhara Occidental tras la Conferencia de Berlín (1884-85), en la que las potencias europeas se repartieron África. Los distintos Gobiernos españoles gestionaron el territorio durante décadas, y el Sáhara llegó a tener el estatus de provincia en España a partir de 1958. Al mismo tiempo, en las Naciones Unidas —organización a la que España ingresó en 1955— se creó en 1961 el Comité Especial de Descolonización, un órgano dedicado a seguir e impulsar el proceso de autodeterminación de los muchos territorios no autónomos que todavía quedaban entonces en el mundo, con el objetivo último de poner fin al colonialismo. El intento franquista de disimular la relación colonial dándole estatus de provincia al Sáhara —entonces conocido como “Sáhara Español”— no surtió efecto, y la entrada en la lista de territorios no autónomos se hizo efectiva en 1963.

    Años más tarde, en 1975, el dictador Franco agonizaba y España buscaba desprenderse de la última colonia que le quedaba, el Sáhara Español —la Guinea Española se independizó en 1968, y España perdió sus últimas posesiones coloniales en Marruecos en 1969—. El 14 de noviembre de 1975, España, Marruecos y Mauritania firmaron el Acuerdo de Madrid, por el cual España cedía la administración de su colonia a estos dos países vecinos del Sáhara y que habían reclamado el territorio para sí. En 1976 las fuerzas españolas abandonaron el Sáhara, y Mauritania retiró poco después su reclamación y sus tropas. Desde entonces la mayor parte del territorio ha estado ocupada por Marruecos, que se disputa el control con la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, un Estado no reconocido por la mayoría de los países miembros de la ONU, incluida España.

    Sin embargo, el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó en 1975 que ni Mauritania ni Marruecos tienen ningún derecho soberano sobre el Sáhara Occidental. Por otro lado, Naciones Unidas considera nulo el Acuerdo de Madrid: España no podía transferir la soberanía a Marruecos y Mauritania, y por tanto la cesión de la administración no altera el estatus de territorio pendiente de descolonizar del Sáhara Occidental.

    Es por ello que Naciones Unidas sigue considerando que España es la potencia administradora, a pesar de que sea Marruecos la que de facto ejerce el control sobre el territorio; por tanto, España sigue teniendo la obligación de garantizar la descolonización de la colonia. La salida a esta anómala situación pasa por la autodeterminación del Sáhara Occidental, para cuya consecución el Consejo de Seguridad de la ONU puso en marcha en 1991 una misión de paz —la MINURSO— que todavía no ha conseguido su propósito.

    Fuente : El Orden Mundial, 28 jun 2019

    Tags : Sahara Occidental, Frente Polisario, Marruecos, descolonización, ONU, España, potencia administradora, territorios no autónomos,

  • La descolonización: un asunto pendiente en pleno siglo XXI

    Benjamín Ramos

    El término descolonización hace referencia al proceso mediante el cual los territorios sometidos a los poderes coloniales logran poner fin a su estatus de colonia. Este proceso, que supone la eliminación de la práctica colonial, es uno de los fenómenos recientes más importantes a nivel mundial, pues ha llevado a la liberación de territorios que durante siglos habían estado bajo el control de potencias coloniales y ello ha transformado profundamente el mapa político global. Ahora bien, para aproximarse a la cuestión de la descolonización no basta sólo con atender a la definición citada, sino que es preciso examinar en profundidad cómo se ha ido erradicando el modelo colonial en el mundo, cuál es el marco normativo que se ocupa de esta práctica, de qué manera se ha desarrollado el caso más reciente de descolonización y en qué estado se encuentran los procesos que aún están pendientes de llevarse a término.

    La corriente descolonizadora

    En 1945 el mundo mostraba un aspecto bien distinto al que se puede observar en la actualidad. Por aquel momento – recién finalizada la Segunda Guerra Mundial – existían aún un buen número de territorios dependientes de una metrópoli.

    Esta realidad, producto de la expansión colonial iniciada siglos atrás, fue parcialmente abordada por la Sociedad de Naciones después de la Gran Guerra. Sin embargo, no fue esta organización sino su sucesora, la Organización de las Naciones Unidas – en adelante ONU –, quien asumió un papel más visible y activo frente al problema colonial.

    Esta organización, desde su mismo nacimiento – también en 1945 –, alentó las aspiraciones de los territorios dependientes, llegando incluso a incluir en su propia Carta Fundacional varios capítulos relacionados con la situación y los intereses de estos pueblos administrados por un poder colonial. Sin embargo, los esfuerzos en materia de descolonización de esta institución no se limitaron a esbozar una especie de marco normativo o declaración de intenciones en un documento fundacional.

    En las décadas siguientes, esta organización continuó estimulando los procesos de emancipación a través de una serie de resoluciones elaboradas por su Asamblea General en las que se reiteraba la necesidad de poner fin de forma rápida e incondicional al colonialismo. También, desde dicho órgano, se declararon sucesivamente tres Decenios Internacionales para la Eliminación del Colonialismo – el primero entre 1990 y 2000, el segundo entre 2001 y 2010 y el tercero entre 2011 y 2020 – que tenían como finalidad aprobar un plan de acción para conseguir un mundo libre de colonialismo.

    De este modo, la ONU encabezó un movimiento anticolonial que en menos de un siglo ha conseguido que más de 80 territorios que se encontraban bajo un estatus de subordinación alcanzaran su independencia – e ingresasen como Estados soberanos en la propia organización – y que otras muchas naciones pudiesen optar libremente por integrarse en otro estado o asociarse con otra nación independiente.

    Por tanto, a partir de lo anterior, podría decirse que esta institución ha jugado un papel crucial en la supresión del colonialismo. Aunque es probable que este fenómeno se hubiera producido de todas formas sin su intervención, no puede negarse que la activa implicación de la ONU en dicho proceso – especialmente mediante sus esfuerzos legisladores – ha contribuido tanto a acelerar el ritmo del movimiento emancipador como a encauzar una cuestión tan compleja como es la desintegración del sistema colonial.

    Los marcos normativos de la descolonización

    Tal como se ha señalado, la ONU estableció una serie de reglas generales en materia de descolonización que sirvieron de guía para los territorios dependientes en su camino a la emancipación. Este marco normativo, creado prácticamente de la nada – ya que se siguió en parte el trabajo previo de la Sociedad de Naciones –, quedó recogido en los capítulos XI, XII y XIII de la propia Carta de San Francisco de 1945 y en posteriores resoluciones de la Asamblea General.

    Así, en lo que a la descolonización se refiere, la citada Carta de la ONU creó dos sistemas diferenciados, siendo uno para los territorios no autónomos y otro, inspirado en el sistema de mandatos de la Sociedad de Naciones, para los territorios en régimen de fideicomiso.

    En la Declaración relativa a los territorios no autónomos – Capítulo XI – se precisó que dichos territorios son aquellos “cuyo pueblo no ha alcanzado todavía la plenitud del gobierno propio” y se establecieron los principios que deben guiar a todos los Estados miembros de la organización, incluidos aquellos que son potencias coloniales, en relación a estos territorios dependientes: reconocer la primacía de los intereses de estos pueblos; promover su progreso social, económico, político y educativo; prestarles asistencia en la creación de sus estructuras de gobierno propio; tener en cuenta sus aspiraciones políticas; y presentar información sobre la situación de estos territorios a la ONU.

    Por otra parte, en el régimen internacional de administración fiduciaria – capítulos XII y XIII – se precisó también que dicho régimen era aplicable a los territorios en fideicomiso, es decir, aquellas colonias que estuvieron bajo mandatos establecidos por la Sociedad de Naciones o que fueron colocadas voluntariamente en dicho régimen por los Estados responsables de su administración. Asimismo, se especificó que el objetivo principal de este régimen es “promover el adelanto político, económico y social de los territorios y su desarrollo progresivo hacia el gobierno propio y la libre determinación” y se estableció un órgano, el Consejo de Administración Fiduciaria, encargado de vigilar la administración de los citados territorios en fideicomiso.

    La Carta de la ONU, por tanto, insinuaba un marco normativo en materia de descolonización. Sin embargo, los contornos jurídicos de dicho marco no fueron definidos por el citado texto fundacional, sino que fueron precisados posteriormente a través de diferentes resoluciones entre las que sobresale la resolución 1514 de diciembre de 1960.

    Esta Resolución, conocida como la “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”, no sólo proclamó “la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo”, sino que afirmó que el colonialismo “es contrario a la Carta y compromete la promoción de la paz y la cooperación mundiales” y estableció que “todos los pueblos tienen el derecho a la libre determinación”.

    En este sentido, se podría afirmar que el gran merito de la ONU en materia de descolonización ha sido el establecimiento de una serie de reglas generales, pues han sido estos esfuerzos legisladores los que han favorecido la corriente descolonizadora y han contribuido a evitar – y solucionar de forma pacífica – numerosos problemas planteados por los procesos de emancipación.

    El último proceso descolonizador: el caso de Timor Oriental

    El último territorio que se ha servido del marco jurídico descolonizador mencionado mas arriba y ha completado con éxito su proceso de descolonización ha sido Timor Oriental. Este pequeño país asiático de 14.874 km2 y menos de 1.500.000 de habitantes, se convirtió en un Estado soberano el 20 de mayo de 2002. Ahora bien, aunque consiguió finalmente determinar su futuro, esta joven nación isleña tuvo que recorrer un largo camino para materializar su independencia.

    En 1960 este dominio portugués pasó a ser considerado por la ONU como un Territorio no Autónomo, pero no fue hasta 1975 cuando la potencia administradora del mismo, Portugal, reconoció su derecho a la libre determinación.

    A partir de este momento todo parecía avanzar en la dirección marcada por la ONU para los casos de descolonización, pues las autoridades portuguesas, renovadas entonces tras el cambio de régimen que produjo la Revolución de los Claveles de 1974, aprobaron una ley que preveía un gobierno de transición en Timor Oriental que prepararía el terreno para la elección de una asamblea popular en 1976 y la terminación definitiva de la soberanía portuguesa sobre el territorio. Sin embargo, antes de lograrse este objetivo, las tropas indonesias ocuparon el territorio y esta invasión, iniciada el 7 de diciembre de 1975, aunque fue inmediatamente condenada por Portugal y la propia ONU a través de la resolución 384 y otras posteriores, se perpetuó hasta finales de los noventa.

    En este periodo se abrió la vía para alcanzar una solución negociada, que llegó finalmente en 1999, cuando Indonesia – potencia ocupante – y Portugal – potencia administradora – alcanzaron un acuerdo que preveía la celebración de un referéndum de autodeterminación que sería supervisado por la ONU.

    Este referéndum se produjo finalmente el 30 de agosto de 1999 y su resultado fue favorable a la independencia, ya que un 78,5% de la población timorense apoyó esta opción. Seguidamente, la organización responsable del proceso hizo respetar inmediatamente a las partes la decisión de los timorenses. De este modo, Indonesia abandonó el territorio y lo “devolvió” a su estatus jurídico anterior y Portugal, en tanto que potencia administradora, transfirió sus poderes a la ONU que, posteriormente, procedió a administrar el territorio hasta su independencia definitiva.

    El proceso descolonizador de Timor Oriental revela, por tanto, que el lapso de tiempo que transcurre entre el establecimiento del derecho a la autodeterminación y su ejercicio puede verse alterado por elementos externos al proceso, pese a los esfuerzos de la ONU por simplificar el acceso a la independencia de los territorios dependientes. Asimismo, este último caso de descolonización demuestra que la ONU ha sido capaz de supervisar y hacer respetar los resultados de un referéndum de autodeterminación aún cuando el territorio dependiente se encontraba ocupado por un Estado vecino.

    Aún queda mucho por hacer

    La descolonización de Timor Oriental se produjo ya en pleno siglo XXI. Ahora bien, este caso no completa o da por terminada la tarea descolonizadora iniciada en el siglo pasado.

    Es cierto que hasta ahora se han conseguido importantes avances gracias a la citada implicación de la ONU en la desintegración colonial: los 11 territorios colocados bajo el régimen de administración fiduciaria se han convertido en Estados independientes o se han asociado a otros Estados – dándose por terminado dicho régimen en 1994 – y la lista de territorios no autónomos pendientes de ejercer su derecho a la autodeterminación se ha reducido a 17 tras el reciente éxito del caso timorense.

    Sin embargo, son precisamente estos 17 territorios dependientes restantes – Anguila, Bermudas, Gibraltar, Guam, Islas Caimán, Islas Malvinas (Falkland), Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Montserrat, Nueva Caledonia, Pitcairn, Polinesia Francesa, Sáhara Occidental, Samoa Americana, Santa Elena, y Tokelau – los que han impedido que la ONU pudiera dar por concluida la tarea que inició en 1945.

    Esta organización continúa a día de hoy siguiendo los acontecimientos de estos territorios no autónomos. Ahora bien, entre ellos, cabe decir que la ONU ha dedicado especial atención a la compleja situación que rodea al Sahara Occidental. Este territorio fue considerado por la ONU como no autónomo en 1963, pero no fue hasta finales de la década de los ochenta cuando esta organización decidió involucrarse más activamente en su proceso de descolonización.

    Para entonces, la potencia administradora del territorio – España – lo había cedido mediante los denominados Acuerdos de Madrid a los países vecinos. A Marruecos la parte norte y a Mauritania la parte sur, y estos mantenían una lucha armada por el control del territorio con el movimiento representante del pueblo saharaui, el Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro (en adelante Frente Polisario).

    Sin embargo, los intentos de mediación y búsqueda de una salida negociada iniciados por la Organización para la Unidad Africana y retomados por la ONU, acabaron dando su fruto en 1991. En este año empezó a ponerse en práctica parte del Plan de Arreglo suscrito por Marruecos y el Frente Polisario tres años antes, lográndose el alto el fuego y el establecimiento de la Misión de las Naciones Unidas para el referéndum del Sahara Occidental (MINURSO).

    Tras este avance parcial y pese a la existencia de un marco formal de negociaciones auspiciadas por la propia ONU, el proceso de descolonización del Sahara Occidental no ha experimentado ningún otro progreso debido en parte a las líneas rojas que mantienen tanto Marruecos, que solo está dispuesto a admitir una autonomía como arreglo, como el Frente Polisario, que únicamente acepta la celebración de un referéndum que incluya la opción de la independencia. Por esta razón, el Sahara Occidental sigue siendo actualmente un proceso de descolonización pendiente de una solución definitiva.

    Así, este caso concreto – y los otros 16 que restan – evidencian que los impulsos descolonizadores de la ONU y el marco normativo que creó esta para tal fin, que ha sido exitoso para casos como el de Timor Oriental, pueden no ser suficientes en la recta final de su misión. Ahora bien, la constante preocupación que muestra esta organización por este y otros casos pendientes demuestra también que la ONU sigue decidida a poner fin al colonialismo.

    Fuente: elordenmundial.com

    Tags : Descolonización, ONU, Sahara Occidental, territorios no autónomos, Timor Leste,

  • El Sahara Occidental: La importancia estratégica de un territorio ocupado

    Por: Juan Sebastián Gómez Martínez y Nicolás Ávila Vargas

    Asistentes de Investigación – Estudios Africanos

    juan.gomez04@est.uexternado.edu.co

    nicolas.avila@est.uexternado.edu.co

    En la región comprendida entre el paralelo 27° 40’ y el cabo Blanco sobre la costa noroccidental de África se encuentra el Sahara Occidental, último vestigio de la colonización europea en el continente africano. Incluido en la lista de “Territorios no Autónomos” bajo supervisión del Comité de Descolonización de Naciones Unidas, gran parte del Sahara Occidental ha estado ocupado por Marruecos desde 1976 y hoy está dividido internamente por un muro construido por el gobierno marroquí a partir de 1980.

    La República Árabe Saharaui Democrática – RASD fue proclamada por el Frente Polisario en el Sahara Occidental el 27 de Febrero de 1976 y hoy es reconocida por 82 Estados del mundo y es miembro fundador de la Organización para la Unidad Africana, hoy Unión Africana. A pesar de lo anterior, el país aún se encuentra en un limbo jurídico respecto a la definición de su estatus político. La evolución de las confrontaciones ha pasado tanto por inconsistencias en la aplicación del derecho internacional como por un rol activo de los intereses económicos de las grandes potencias y países intermedios sobre los recursos naturales de la región.

    El Sahara Occidental, con aproximadamente 260 mil habitantes y 250 mil kilómetros cuadrados – del mismo tamaño de Ecuador o equivalente la Orinoquía colombiana[1] – además de tener las reservas más grandes de fosfato en el mundo, también cuenta con importantes recursos naturales como hierro, circonio y arena utilizada para la construcción. Asimismo, sus costas que cuentan con reservas petroleras considerables y el banco pesquero más importante del mundo, son hoy escenario de una controversia internacional por cuanto la explotación de estos recursos en los territorios ocupados por Marruecos ha sido cuestionada por la Unión Europea y Estados Unidos que han excluido el territorio del Sahara Occidental de sus acuerdos de pesca y de libre comercio con Marruecos respectivamente.

    Desde un punto de vista histórico, el primer inconveniente para la descolonización del Sahara Occidental radica en el poco control administrativo que tuvo España sobre el territorio. A pesar de la existencia de los Tratados de Meknes de 1799 y el hispano-marroquí de 1861 los cuales restringían la soberanía de Marruecos hasta Noun en la costa noroccidental africana, “lo Español se limitó a la zona de ocupación en la costa y al estatus jurídico de potencia administradora”[2]. Asimismo, la política de ese país sobre su colonia nunca tuvo otra intención más que el establecimiento de puntos de apoyo a las pesqueras canarias, lo que mantuvo el territorio bajo el control de sus pobladores originales hasta el descubrimiento de la mayor reserva de fosfatos del mundo.

    El segundo problema se presentó luego de la entrada de España a las Naciones Unidas, momento en el que fue necesario que el país aceptara el derecho a la Libre Autodeterminación de los Pueblos y en especial el del pueblo saharaui. Sin embargo, se le permitió alargar el proceso descolonizador abogando la independencia progresiva para poder crear un Estado saharaui amigable a los intereses de España. Debido a esto, entre 1885 y 1976, manejó un discurso ambiguo entre llamar al Sahara como colonia o provincia y utilizó esas denominaciones a su favor.

    Así pues, en la conferencia de Berlín se habló de colonia, mientras que después de la Resolución 1514 de la Asamblea General de Naciones Unidas de 1960 sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, el gobierno de Franco buscó seguir el ejemplo de Salazar en Portugal para referenciarlo como provincia no peninsular y evitar así la descolonización.

    Tras varias resoluciones del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de la ONU[3] y después de un largo proceso diplomático en la Comisión IV sobre descolonización de la Asamblea General, se llega a la conclusión de organizar un referéndum con el objetivo de crear las condiciones que favorezcan la autodeterminación del pueblo saharaui[4]. Proceso que se ve respaldado por el dictamen consultivo de la Corte Internacional de Justicia en octubre de 1975 que afirma que no hay argumentos que demuestren soberanía de Marruecos ni Mauritania en el Sahara Occidental, además de apoyar el derecho a la autodeterminación mediante expresión libre y soberana de sus habitantes actuales[5].

    A partir de ese momento surge el tercer problema, a saber, el cambio demográfico impulsado por Marruecos. La “Marcha Verde” se presenta como un símbolo de la identidad del pueblo marroquí dentro de su política de integridad territorial e involucra el ingreso de 350.000 voluntarios al territorio del Sahara[6]. Lo anterior tuvo como consecuencia la modificación de los censos de votantes para el referéndum e hizo más difícil el ejercicio de la autodeterminación del pueblo saharaui.

    En 1976, tres años después de la constitución del Frente Polisario, España abandona el Sahara tras haber firmado los Acuerdos de Madrid que planteaban una administración tripartita del territorio entre la potencia colonizadora, Marruecos y Mauritania hasta la realización del referéndum. En este momento inicia una confrontación entre los Estados con reclamaciones en el territorio y el Frente Polisario que generaría hacia 1980 la salida de Mauritania. En 1991 se promueve un cese al fuego apoyado por la Misión de las Naciones Unidas para el Referendo en Sahara Occidental – MINURSO –, para poner en marcha la identificación y registro de los votantes, junto con la reducción de minas antipersona, la liberación de presos políticos y detenidos saharauis y finalmente la organización y proclamación de los resultados del referéndum que aún no se ha llevado a cabo.

    Más recientemente, se han planteado dos planes desde Naciones Unidas para evitar el punto muerto en las conversaciones. Los Planes Baker I y II que fueron rechazados en 2000 por el Consejo de Seguridad pero luego fueron aprobados por la resolución 1495, se concentraron en las opciones que deberían aparecer en el referéndum así como condiciones para implementarlo.

    En un primer momento la propuesta – que el Polisario rechazó -, se basó en hacer del Sahara Occidental una provincia autónoma de Marruecos, quien tomaría la responsabilidad de manejar la defensa del territorio y la política exterior. En segundo lugar, se propuso permitir un período de gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática por cuatro años y luego hacer el referéndum para definir el estatus – propuesta que Marruecos rechazó por incluir la independencia como una opción. De esta manera y aunque algunas propuestas siguen surgiendo, actualmente la solución sigue siendo esquiva dado que existen intereses que las partes todavía consideran irreconciliables dentro de las negociaciones.

    De esta forma, es necesario entender el valor estratégico de este territorio en la región pues se le considera, de acuerdo al Ministro del Sahara Occidental para América Latina, tanto la entrada de América Latina a África por su pasado similar e idioma, como la puerta de entrada de África a la región latinoamericana. Igualmente, su importancia está atada a la abundancia de recursos naturales, que generan la confrontación de intereses económicos y afectan transversalmente el desarrollo y resolución del conflicto que se ha vivido en la zona.

    A pesar de que la ocupación marroquí carezca de legalidad internacional y de legitimidad sobre los derechos de la población saharaui, se puede resaltar cómo las consideraciones geopolíticas han sobrepasado esa ilegalidad y se han traducido principalmente en las fuertes tensiones entre Marruecos y Argelia por el apoyo que recibió el Frente Polisario por parte del gobierno de Argel y por haberse posicionado como primer aliado del Sahara Occidental. Asimismo, la generación de fricciones constantes entre estos dos países y países europeos como España y Francia[7].

    Además, se presenta un congelamiento en el proceso de integración del Magreb por el recurrente enfrentamiento entre Argelia y Marruecos, potencializado por la compra de armas a costa de un desarrollo socioeconómico en la región[8]. Por otro lado, potencias como Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, siendo miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, han servido de apoyo ante una resolución desfavorable para Marruecos, pues este reino fue un apoyo estratégico en la guerra contra el comunismo durante la Guerra Fría y ahora lo es en la lucha contra el terrorismo[9]. No obstante, es importante resaltar que ni siquiera estos países reconocen las reclamaciones marroquíes sobre el territorio saharaui.

    El apoyo internacional que han recibido las partes se presta para varias interpretaciones. En este orden de ideas, además de las mencionadas anteriormente, observando que la independencia de Sahara Occidental se vería como el acceso más eficiente de Argelia al Océano Atlántico y una forma de hacer contraposición a la hegemonía de Marruecos en la región, los intereses recaen sobre un factor puramente económico. Por lo tanto, si el apoyo internacional que se recibe está atado a la generación de utilidades tras la explotación, haciendo la salvedad de los nexos sociales y políticos-históricos de Argelia y el Sahara Occidental, se puede entender la dinámica desplegada tanto en el territorio como a nivel internacional.

    La presencia marroquí en el territorio saharaui está limitada a las áreas donde están concentrados los recursos naturales. Una prueba de esto es el muro construido para separar los territorios de reclamación marroquí de lo que los saharauis llaman el territorio liberado. “El gobierno marroquí construyó un muro fortificado de arena, de 180.000 kilómetros de largo, desde la frontera de Marruecos con Sahara Occidental hasta su frontera con Mauritania. Este muro, es más largo que la Muralla China y es protegido tanto por las fuerzas militares marroquíes como por el 10% de las minas antipersona sembradas en el mundo.”[10]

    La situación por la que atraviesa el Sahara Occidental además las diversas dinámicas implementadas en el territorio para garantizar los ingresos económicos han generado un fenómeno de separación de la población. El pueblo saharaui se divide en tres grupos. Primero, los que se encuentran en los campos de refugiados cerca de Tindouf, Argelia, que suman unas 158.000 personas; los habitantes de las llamadas “zonas liberadas” – 14.000 – y aproximadamente 600.000 saharauis que continúan en el territorio ocupado, en condiciones tales que no gozan de ningún tipo de derecho ni reconocimiento civil[11].

    Más allá de las reclamaciones territoriales, es innegable el deterioro y la violación constante de los derechos humanos en el Sahara Occidental. Según el informe 2011 de amnistía internacional en los territorios liberados sigue existiendo represión a los activistas saharauis, lo que incluye torturas, malos tratos como palizas, descargas eléctricas y amenazas de violación, infligidos sobre todo por la Dirección de Vigilancia del Territorio, y juicios no justos por delitos que Marruecos nombra como políticos dado que van en contra de la integridad territorial del Estado[12].

    Esta situación se evidencia más claramente en los hechos del 8 de noviembre de 2011, pues el desmantelamiento del campamento Gdim Izik que los saharauis habían construido en octubre para protestar por la marginación y la falta de trabajo y vivienda, llevó al arresto de unas 200 personas, algunas de las cuales afirmaron haber sufrido torturas y otros malos tratos durante su detención[13]. Es más, Human Rights Watch, en su informe de 2008 afirma que existe una necesidad de respetar los derechos humanos en la práctica, sobre todo teniendo en cuenta el acoso a los activistas, la impunidad, las restricciones de movilidad y el excesivo uso de la fuerza para contener las propuestas[14], dado que la MINURSO es la única operación de peacekeeping que no tiene un componente de monitoreo de derechos humanos.

    Ya en 2005, Aminatou Haidar, Premio Juan María Bandrés a la Defensa del Derecho de Asilo y la Solidaridad con los Refugiados y ex presa política, había señalado violaciones a los derechos humanos, confiscación de propiedades, campañas de intimidación, interrogatorios y tratos abusivos a la población saharaui[15]. Estas declaraciones fueron respaldadas por el último reporte del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas y se espera que se sigan esas recomendaciones para poner en marcha los mecanismos de protección de derechos humanos en el Sahara Occidental.

    Finalmente, tras un vistazo de la historia del conflicto y un análisis de la confrontación de intereses derivados de él, se resalta cómo sí existen situaciones donde los intereses económicos o particulares pueden sobrepasar la implementación de las normas jurídicas internacionales. Asimismo, se genera expectativa respecto a las decisiones que se puedan llegar a implementar con el fin de encontrar una solución a este choque de intereses y a la situación de derechos humanos. Este es el caso en el cual se podrá contemplar la efectividad del carácter vinculante y obligatorio de la normatividad internacional así como el compromiso de la comunidad internacional con la descolonización de los territorios no autónomos.

    [1] Western Sahara Profile. 2011. Disponible en: www.bbc.co.uk/news/world-africa-14115273. Consultado el 28 de febrero de 2012.

    [2] HERNÁNDEZ Moreno, Ángela. Guerra de Banderas en el Sahara. Entinema. Madrid, 2006. Pág.30.

    [3] Resoluciones 2072, 2229, 2591, 2711, 3458a y 3458b.

    [4] NÁPOLES Japia, Fernando. Sahara Occidental: La guerra saharaui. Editorial de ciencias sociales. La Habana, 1988. Pág. 58.

    [5] Ibíd. Pág. 83.

    [6] Ibíd. Pág. 99.

    [7] Zoubir, Yahia. Stalemate in Western Sahara: Ending International Legality. Middle east policy . Vol XIV No. 4. 2007. pág. 158

    [8] Ibíd. Pág.161

    [9] Ibíd. Pág. 161

    [10] Trades Union Congress –TUC. Wester Sahara. A report of a TUC delegation of to the Saharawi refugee camps, May 2006. Disponible en: www.tuc.org.uk/international/tuc-11910-f0.cfm. Pág. 4

    [11] Ibíd. Pág. 4

    [12] Véase: Informe anual 2011. El Estado de los derechos humanos en el mundo. En línea en: http://files.amnesty.org/air11/air_2011_full_es.pdf. Pág 307.

    [13] Ibid. Pág 306.

    [14] HRW. Human Rights in Western Sahara and in the Tindouf Refugee Camps. Report 2008. En línea en: http://www.hrw.org/sites/default/files/reports/wsahara1208web.pdf, Págs 5-6.

    [15] Disponible en: http://aminatouhaidar.org/ . Consultado el 14 de marzo de 2012.

    Fuente : Boletín de Estudios Africanos

    Tags : Sahara Occidental, Marruecos, Frente Polisario, MINURSO, ONU, territorios no autónomos, descolonización, España, provincia española, Sahara Español,

  • La Cuarta Comisión mantiene su compromiso con los territorios colonizados.

    Más allá de su papel histórico en la descolonización, la Cuarta Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas cubre hoy una amplia gama de temas, incluido el uso pacífico del espacio extra-atmosférico.

    Inicialmente mandatada para tratar la cuestión de la descolonización después de la Segunda Guerra Mundial, el Cuarto Comité, conocido oficialmente como la Comisión de Política Especial y de Descolonización, asumió responsabilidades « políticas especiales » a partir de la década de 1990, después de la independencia de la mayoría de las colonias y territorios administrados por el Consejo de tutela de la ONU.

    Estos territorios incluían Samoa Occidental, Tanganica, Ruanda-Urundi y lo que entonces era Togolandia, que estaba dividida entre las administraciones británica y francesa.

    El mandato político especial amplió significativamente el mandato de la Cuarta Comisión para incluir la cooperación internacional en los usos pacíficos del espacio extra-atmosférico, el examen de las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas y las misiones políticas especiales de la ONU que no cuentan con fuerzas de paz uniformadas. Incluso se encarga a la Comisión que examine las formas de « revitalizar » el trabajo de la Asamblea General.

    El papel inicial en materia de descolonización continúa junto con las nuevas responsabilidades, lo que demuestra claramente la determinación de la Comisión para los últimos territorios colonizados sean liberados.

    La Cuarta Comisión comenzó su trabajo este año el 4 de octubre, después del debate anual general de alto nivel de la Asamblea General.

    En su primera reunión, el órgano eligió como presidentes a los embajadores Dee Maxwell Saah Kemayah, Representante Permanente de Liberia y Faisal Nasser M. Alhakbani (Arabia Saudita), Dániel Goldea (Hungría) y Michael O’Toole (Irlanda), como vicepresidentes. Luis Mauricio Arancibia Fernández (Bolivia) fue elegido Relator, encargado de la preparación del informe de la Comisión.

    Uno de los puntos claves de la agenda, la descolonización, se remonta a la fiebre de las potencias europeas para dotarse de imperios en América, África y Asia. Si bien la mayoría de las antiguas posesiones europeas ahora son estados independientes miembros de las Naciones Unidas, algunos territorios siguen siendo clasificados por las Naciones Unidas como « Territorios no autónomos ».

    La lista de estos territorios no está aprobada universalmente, y este año la Comisión examinó el estado de Samoa Americana, Anguila, Bermudas, las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Caimán, la Polinesia Francesa, Guam, Montserrat, Nueva Caledonia, Pitcairn, Santa Elena, Tokelau, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes americanas y Sahara Occidental.

    La Comisión también examinó las actividades económicas y otras actividades en los territorios no autónomos, los medios de estudio y formación para las personas que viven allí, y la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y a los pueblos coloniales.

    La Comisión también discutió la asistencia a los refugiados palestinos así como sus bienes e ingresos; colonias israelíes en el territorio palestino ocupado, al igual que las actividades del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS).

    Con respecto al OOPS, la Asamblea expresó su « profunda preocupación » por la crítica situación financiera del OOPS, causada por la falta de fondos estructurales y el aumento de las necesidades y los gastos derivados del deterioro de la situación socioeconómica y humanitaria.

    Además, la Comisión examinó los usos pacíficos del espacio extra-atmosférico y recomendó a los Estados que aún no forman parte de los tratados internacionales que rigen dichos usos para ratificarlos o adherirse a ellos e incorporarlos en su legislación nacional. También instó a los Estados, especialmente a aquellos con capacidades espaciales significativas, a contribuir a la prevención de una carrera de armamentos en el espacio.

    Las recomendaciones formuladas por la Cuarta Comisión en forma de proyectos de resolución y decisiones se han presentado a la Asamblea General para su debate. El 7 de diciembre, la Asamblea adoptó 36 resoluciones y 4 decisiones de la Comisión.